Camino de Belén

 

Estamos en Adviento, tiempo fuerte en la Iglesia, con el que nos preparamos para la Navidad. Este año me serviré de las visiones que tuvo la italiana María Valtorta sobre la Navidad. Estas letras -sin entrar a valorar si los acontecimientos que se narran sucedieron así o no- en cualquier caso nos ayudarán a preparar la Navidad contemplando de forma muy viva el Nacimiento del Señor.

"Veo un camino principal. Viene por él mucha gente. Borriquillos cargados de utensilios y de personas. Borriquillos que regre­san. La gente los espolea. Quien va a pie, va aprisa porque hace frío. El aire es limpio y seco. El cielo está sereno, pero tiene ese frío cortante de los días invernales.
La campiña sin hojas parece más extensa, y los pastizales apenas si tienen hierba un poco cre­cida, quemada con los vientos invernales.
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posada
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El terreno tiene ondulaciones que cada vez son más  claras. Es en realidad un terreno de colinas. Hay concavidades con hierba lo mismo que valles pequeños. El camino pasa por en medio de ellos y va al sureste.

María viene montada en un borriquillo gris. Envuelta en un manto pesado. Delante de la silla está el arnés que llevó en el viaje a Hebrón, y sobre el cofre van las cosas necesarias. José camina a su lado, llevando la rienda. ¿Estás cansada?« ¿ Tienes frío? » pregunta José, porque sopla el aire. « No. Gracias. »

Pero José no se fía. Le toca los pies que cuelgan al lado del borriquillo, calzados con sandalias y que apenas si se dejan ver a través del largo vestido. Debe haberlos sentido fríos, porque sacude su cabeza y se quita una especie de capa pequeña, y la pone en las rodillas de María, la extiende sobre sus muslos, de modo que sus manitas estén bien calientes bajo ella y bajo el manto.

Encuentran a un pastor que atraviesa con su ganado de un lado a otro. José se le acerca y le dice algo. El pastor dice que sí, José toma el borriquillo y lo lleva detrás del ganado que está paciendo. El pastor toma una rústica taza de su alforja y ordeña una robusta oveja. Entrega a José la taza que y se da a María. « ¿ Venís de lejos? » ­« De Nazaret» responde José. ­« ¿Y vais?» ­« A Belén. » ­ « El camino es largo para la mujer en este estado. ­¿Es tu mujer? » ­ «Sí.» «¿ Tenéis a donde ir?» ­« No. »

 

nazaret a belen

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« ¡Va mal todo! Belén está llena de gente que ha llegado de todas partes para empadronarse o para ir a otras partes. No sé si encontréis alojo. ¿Conoces bien el lugar? » ­« No muy bien. » ­« Bueno.. . te voy a enseñar... Buscad el alojo. Estará lleno. Te lo digo para darte una idea. Está en una plaza. Es la más grande. Se llega a ella por este camino principal. No podéis equivocaros. Delante de ella hay una fuente. El albergue es grande y bajo con un gran portal. Estará lleno.

Pero si no podéis alojaros en él o en alguna casa, dad vuelta por detrás del albergue, como yendo a la campiña. Hay apriscos en el monte. Algunas veces los merca­deres que van a Jerusalén los emplean como albergue. Son apriscos húmedos, fríos y sin puerta, pero siempre son un refugio, porque la mujer... no puede que­darse en la mitad del camino. Tal vez allí encontréis un lugar... y también heno para dormir y para el asno. Que Dios os acom­pañe. » ­« La paz sea contigo. »

Visiones de María Valtorta (Escrito el 5 de junio de 1944)

 

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LOS ORÍGENES DE LA NAVIDAD

Por Santiago Quemada
http://unsacerdoteentierrasanta.blogspot.com

El 24 de diciembre de 2024, la apertura de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro del Vaticano marcará el comienzo al Jubileo 2025, extendiéndose hasta el 6 de enero de 2026.

Bajo el lema Peregrinos de esperanza, el Jubileo fue anunciado por el Papa Francisco ya en febrero de 2022 con el objetivo de "recuperar la fuerza y la certeza de mirar al futuro con mente abierta" y "ayudar a restablecer un clima de esperanza" que se percibe como "urgente", según definió el pontífice  en la convocatoria.

Qué es el Jubileo de 2025 "Peregrinos de la esperanza"

El Jubileo, también llamado Año Santo, es un periodo de aproximadamente un año que se celebra cada 25 años en Roma y cada otro intervalo de tiempo según criterios específicos de cada lugar, como es Jerusalén, Santiago de Compostela, Santo Toribio de Liébana o Caravaca de la Cruz, que actualmente se celebra su cuarto Año Jubilar: comenzó el pasado 7 de enero y se celebra cada 7 años desde 2003 por iniciativa de San Juan Pablo II.

Orígenes judíos del Año Jubilar

Sus orígenes se remontan al libro del Levítico del Antiguo Testamento, donde cada 50 años se llamaba a proclamar la liberación de los esclavos, el descanso y la restitución de la tierra, la condonación de las deudas o el regreso a la familia. El objetivo era aportar esperanza y reducir las desigualdades. También se dejaba descansar a la tierra sin sembrados durante ese año.

La palabra Jubileo tiene una etimología hebrea: la palabra hebrea «jobel» (yobel) se refiere, de hecho, al macho cabrío, cuyo cuerno se tocaba para indicar el inicio del Jubileo.

El primer Jubileo romano: el año 1300

El primer Jubileo de la tradición católica fue proclamado en 1300 por el Papa Bonifacio VIII: por primera vez (que se sepa) se concedía la indulgencia plenaria a quienes visitaran las basílicas de San Pedro y San Pablo Extramuros. A los romanos se les pedía visitarlas 30 veces, a los peregrinos de otros lugares sólo 15. Fue un fruto del Perdón Celestino de 1294 e impulsado por las multitudes poco frecuentes de peregrinos que llegaban a Roma desde finales de 1299.

Este Jubileo es recordado como un gran acontecimiento por Dante en la Divina Comedia, que describe el enorme flujo de peregrinos que se producía con un doble sentido de marcha en el puente frente al Castillo de Sant’Angelo.

El Jubileo actual y la bula que lo convoca

A día de hoy, el Jubileo se asocia a un camino de peregrinación y celebración por el que se obtiene la indulgencia plenaria y remisión de los pecados, lo que generalmente aparece reflejado en la Bula papal de convocatoria del Jubileo.

Tal y como se indica en la bula del Jubileo de 2025 Spes non confundit, firmada por el Papa Francisco el 9 de mayo de 2024, el tema central será el de fomentar "la esperanza cierta de la salvación en Cristo", pero también el de prepararse para "otro aniversario fundamental para todos los cristianos", como son los dos mil años de la pasión, muerte y resurrección de Jesús que se cumplirán en 2033.

Entre algunos de los signos de esperanza que se propone impulsar Francisco, Spes non confundit destaca la paz para un mundo que vuelve a encontrarse sumergido en la tragedia de la guerra, "tener una visión de la vida llena de entusiasmo para compartir con los demás", la "apertura a la vida", devolver a los presos la esperanza a través de formas de amnistía, condonación de la pena o itinerarios de reinserción y la cercanía con los enfermos y jóvenes, entre otros.

Cuándo es el Jubileo 2025 en Roma

El Jubileo 2025 comenzará con la apertura de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro el 24 de diciembre, la de la Catedral de San Juan de Letrán el 29, la de la Basílica papal de Santa María la Mayor el 1 de enero de 2025 y la de la Basílica papal de San Pablo extramuros el 5 de enero.

El Jubileo se clausurará con el cierre de la Puerta Santa de la Basílica papal de San Pedro en el Vaticano, el 6 de enero de 2026.

El arzobispo Rino Fisichella, Presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, declaró que el lema "Peregrinos de esperanza" fue elegido para expresar la necesidad de dar sentido al presente y así reconocer y responder a los diversos desafíos que plantean los tiempos.

Jubileo

Cómo inscribirse al Jubileo 2025

El portal oficial del Jubileo 2025 para ir a Roma ofrece dos formas de formalizar la inscripción, la grupal y la individual.

Respecto a la modalidad grupal, las inscripciones están abiertas desde principios de noviembre y se dirigen a la visita de las Puertas Santas de las cuatro citadas basílicas de Roma.

Se hace una distinción en base a si la composición de los grupos es con más o menos de 60 personas.

Si el grupo no supera los 60 integrantes, tan solo es necesario indicar la fecha y el horario de la peregrinación y se recuerda que los ya inscritos en la modalidad individual podrán entrar por la Puerta Santa directamente en esos días, sin necesidad de volver a inscribirse.

 

San Sebastián vivió en Roma en el siglo III y fue martirizado cuando se descubrió que era cristiano.

 

No se sabe mucho con certeza sobre San Sebastián, uno de los primeros mártires cristianos, pero su historia de vida ha sido compartida y admirada durante milenios.

 

Se lo consideraba santo mucho antes de que se estableciera el proceso oficial de canonización. La historia de fe profunda de San Sebastián frente a la persecución ha inspirado a los cristianos desde su martirio por orden del emperador romano Diocleciano.

Este santo patrono de los atletas y soldados es el tema de la última entrega de "The Saints", del legendario cineasta Martin Scorsese, que ahora se transmite en Fox Nation .

 

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Martin Scorsese ilumina a los santos más audaces de la historia en una serie que "no sabía que se podía hacer".

"Las historias de los primeros santos se transmitieron de persona a persona y gradualmente se convirtieron en leyenda, es decir, el reino donde la verdad histórica da paso a una verdad espiritual", narra Scorsese.

Desde su martirio, San Sebastián "ha vivido como una especie de prototipo, un ejemplo supremo de fe absoluta e inmortal", dice también.

 

San Sebastián, un mártir del siglo III, aparece aquí en el último episodio de "Los Santos".

 

El episodio lleva a los espectadores a las calles de la Roma del siglo III, en una época en la que los cristianos estaban a punto de sufrir una intensa persecución por parte del emperador romano Diocleciano.

Diocleciano "quería recuperar los días de gloria de la Pax Romana, hacer que Roma volviera a ser grande", dijo Scorsese.

Entre las medidas adoptadas por Diocleciano estuvo el retorno a la religión pagana de Roma, con un panteón de dioses.

Martin Scorsese dice que su nueva serie fue una historia que siempre quiso contar.

Anteriormente, señaló Scorsese, se habían tolerado las creencias cristianas , "pero Diocleciano volvió a las viejas costumbres. Gobernó por derecho divino de los dioses romanos, convirtiendo en una amenaza para su poder a cualquiera que se negara a adorarlos".

Sebastián, que en ese momento era comandante de la Guardia Pretoriana, una cohorte de soldados de élite encargada de proteger al emperador, guarda un secreto: es cristiano.

 

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Mientras tanto, los hermanos gemelos y diáconos, Marcelo y Marceliano, habían sido capturados y estaban encarcelados.

En su celda, les dijeron que si hacían un sacrificio a los dioses romanos, serían liberados sin más castigos.

Sus padres, Tranquillinus y Martia, no son cristianos. Los padres no conocían previamente la fe de sus hijos, y les dicen que hagan el sacrificio.

Sebastián le dice al guardia Nicostrato que desea hablar a solas con Marcelo y Marceliano. Les revela a los hermanos que él también es cristiano y los anima a permanecer firmes en su fe.

—Hermano, ¿no crees? —pregunta Sebastián—. Entonces debes saber que sólo respondemos ante el único Dios verdadero. No ante nuestros antepasados, ni ante nuestros mayores , ni ante nuestro padre, ni ante nuestra madre, sino ante Dios.

Seguir a Dios, como recuerda Sebastián a los hermanos, es el "único camino de salvación" y, aunque puedan ser torturados o asesinados, sus perseguidores "no pueden tocar su alma".

 

san sebastián

 

 

 

Al escuchar el mensaje de Sebastián a Marcelo y Marceliano, Nicóstrato los confronta, antes de dejar caer su espada y caer de rodillas, abrumado por la emoción.

"Era imposible, impensable", dijo Scorsese. "Nicóstrato, el terror de todos los cristianos romanos, se había convertido al cristianismo. Liberó a todos sus prisioneros y bautizó a toda su familia".

Éste fue el comienzo de "conversiones masivas" que estaban sucediendo en toda Roma, dijo Scorsese. "Y Sebastián estaba en el corazón secreto de todo".

Sin embargo, no todo iba a quedar bien: Nicostrato, Marcelo y Marceliano pronto serían martirizados y se descubriría el cristianismo de Sebastián.

 

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También Sebastián correría la misma suerte que sus compañeros cristianos, pero no se rendiría en silencio.

"Los Santos" sigue la vida y el legado de santos como San Sebastián, quienes sirven como ejemplos de tenacidad, coraje y rectitud frente a la adversidad. Los ocho episodios exploran las vidas de Juana de Arco, Juan el Bautista, Sebastián, Maximiliano Kolbe, Francisco de Asís, Tomás Becket, María Magdalena y Moisés el Negro, con Scorsese y su equipo viajando a lo largo de 2.000 años de historia para centrarse en estas figuras extraordinarias y sus actos extremos de bondad, altruismo y sacrificio.

 

 

 

 

 

12 DICIEMBRE

NUESTRA SEÑORA
DE GUADALUPE

En diciembre de 1531, diez años después de tomada la ciudad de Méjico por Cortés. Caminando el indito Juan Diego por el rumbo del Tepeyac—colina que queda al norte de la metrópoli—, oyó que le llamaban dulcemente. Era una hermosísima Señora, que le habló con palabras de excepcional ternura v delicadeza; que le dijo: "Yo soy la siempre virgen Santa María Madre del verdadero Dios, por quien se vive", y le pidió que fuera al obispo (Zumárraga) para contarle cómo ella deseaba que allí se le alzara un templo.

 

El obispo, con muy católica prudencia, le respondió que pidiera a la Señora alguna prueba de su mensaje. Obtúvola Juan Diego: unas rosas y otras flores que en pleno invierno y en la cumbre estéril cortó él por mandato de la Señora y recogió en su tilma o ayate—suerte de capa de tela burda que, atada al cuello, usaban los indios más humildes—; y, al extender ante el obispo Zumárraga la tilma, cayeron las flores y apareció en ella pintada la imagen de la Virgen.

Ese mismo ayate es el que se venera en nuestra basílica de Gaudalupe. Sus dos piezas están unidas verticalmente al centro por una tosca costura: lo menos adecuado y elegible humanamente para pintar una efigie de tan benigna y encantadora suavidad, que por cierto mal puede apreciarse en las múltiples copias que corren por el mundo.

Lo mejor es, modernamente, la directa fotografía a colores. Técnicos en ésta y otras novísimas especialidades afines han estudiado con asombro, en nuestros días, la pintura original, como antaño la estudiaron el célebre pintor Miguel Cabrera o el cauteloso investigador Bartalache.

 

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Un contemporáneo de las apariciones, don Antonio Valeriano, indio de noble ascendencia y de relevante categoría intelectual y moral, alumno fundador del colegio franciscano de Tlalateloco hacia 1533, narra el milagro según lo conocemos. Su relato, en lengua náhuatl, desígnase—como las encíclicas—por las palabras con que empieza: Nican Mopohua.

El manuscrito autógrafo perteneció a don Fernando de Alba Ixtlixóchitl, pasó luego a poder del sabio Sigüenza y Góngora—quien da memorable testimonio jurado de su autenticidad—y fue reproducido en letra de molde por Lasso de la Vega en 1649, incorporándolo en el volumen náhuatl que conocemos por sus primeras palabras: Huei Tlamahuizoltica.

Este volumen fue traducido en su integridad al castellano, en 1926, por don Primo Feliciano Velázquez y publicado a doble página—fotocopia de la edición azteca y versión española—por la Academia Mejicana de Santa María de Guadalupe.

Hay nueva edición, de 1953, bajo el título de mi estudio Un radical problema guadalupano, donde se escudriña con rigor la autenticidad del Nican Mopohua, el más antiguo relato escrito de la "antigua, constante y universal" tradición mejicana.

Esta, lejos de obscurecerse o arrumbarse al paso del tiempo, se ha robustecido con los modernos y exigentes estudios críticos, que, sobre todo a partir del cuarto centenario (1931), han desvanecido objeciones y confirmado la historidad de lo que el pueblo mejicano viene proclamando, desde los orígenes hasta hoy, con un plebiscito impresionante.

Porque el caso de nuestra Virgen de Guadalupe es singular. En otros países católicos hay diversas advocaciones de gran devoción—digamos las Vírgenes del Pilar, o de Covadonga, o de Montserrat en España—, pero que tienen mayor o menor ímpetu y arraigo según las zonas geográficas o las inclinaciones personales; mas ninguna de ellas concentra la totalidad de la nación en unidad indivissible, y ninguna de ellas—como tampoco la de Lourdes, en Francia, por ejemplo—viene a ser el símbolo indiscutido de la patria.

 

guadalupe

 

 

Y en Méjico así es. A tal punto que hasta un liberal tan notorio como don Ignacio Manuel Altamirano llegó a estampar:

"El día en que no se adore a la Virgen del Tepeyac en esta tierra, es seguro que habrá desaparecido no sólo la nacionalidad mejicana, sino hasta el recuerdo de los moradores de la Méjico actual".

Por otra parte, la Iglesia, siempre tan prudente y parsimoniosa en estas cuestiones, así como ha corregido o eliminado ciertas lecciones inspiradas en vetustos relatos píos, pero inseguros, ha obrado al contrario tratándose del caso del Tepeyac; y así, al aproximarse la esplendorosa coronación de nuestra Virgen en 1895, y habiéndose recibido y considerado en Roma los estudios y gestiones del grupito que a la sazón ponía en tela de juicio la historicidad del milagro, fue el sapientísimo León XIII quien concedió para nuestra fiesta del 12 de diciembre nuevo oficio litúrgico, en que se narra el prodigio

"tal como nárralo la antigua y constante tradición (uti antiqua et constanti traditione mandatur); y el 12 de octubre de 1945, al celebrarse el cincuentenario de dicha coronación, fue el docto y santo Pío XII quien, hablando por radio, en lengua española, desde el Vaticano para Méjico, afirmó rotundamente el milagro: "en la tilma del pobrecito Juan Diego, pinceles que no eran de acá abajo dejaban pintada una imagen dulcísima", y llamó a nuestra Patrona no sólo "Reina de Méjico", sino, con anchura continental sin restricción, "Emperatriz de América": de toda América.

Y ahora cabe dilucidar un problema sugeridor: el de la identidad del nombre de la Virgen de Guadalupe de Méjico y de la Virgen de Guadalupe de Extremadura.

A cuenta de ello, y por manera sumamente explicable y natural, muchos españoles y aun escritores distinguidísimos han sufrido larga confusión, entendiendo que se trata, si no de la misma cosa, al menos de una especie de prolongación o trasplante a América de la Virgen extremeña.

Y, al encontrar la proliferación del nombre de Guadalupe en documentos, lugares y templos del Nuevo Mundo, han supuesto que todo toma su origen en la advocación peninsular, cuando en la enorme mayoría de los casos lo toma en la devoción mejicana

Y huelga decir que el esclarecer y precisar una distinción de orden rigurosamente histórico no implica, por el más remoto y furtivo de los asomos, la tontería pueblerina y anticatólica de poner como en pugna o emulación dos advocaciones de la mismísima Señora del cielo. Se trata sólo de que los hechos se conozcan y difundan como son.

Por lo demás, y acá de tejas abajo, tan gloriosa puede sentirse la Madre española como la Hija mejicana de aquel portento del Tepeyac, que nos dejó la única imagen en el orbe no pintada por humano pincel. Lo cual arrancó al Pontífice Benedicto XIV aquella memorable aplicación de la palabra de la Escritura: Non fecit taliter omni nationi.

 

Expongamos sintéticamente el fruto de una dilatada reflexión.

De venerable antigüedad, la imagen extremeña, escondida para salvarla cuando la invasión sarracena, fue encontrada a fines del siglo XIII por el pastor Gil Cordero. Ello dió origen a la fundación de la iglesia y más tarde del estupendo monasterio de Guadalupe. Una intensa devoción halló centro en aquella casa espléndida donde el arte, la ciencia y la caridad resplandecieron.

Allá en vísperas de su aventura oceánica, fue Cristóbal Colón, y por la Virgen extremeña puso nombre a la isla de Guadalupe, en las Antillas. Hernán Cortés, cuando volvió a España (antes de 1531), llevó como exvoto al monasterio un alacran de oro, Y como el propio don Hernando y otros conquistadores traían en el alma y en la costumbre aquella devoción, lógico y fácil era que la hubiesen trasplantado a nuestras tierras de América. Y de hecho la trasplantaron.

Explícase así sobradamente que, desde lejos y sin particularísimo estudio del caso del Tepeyac, se haya formado y difundido en España la impresión de que la Virgen de Guadalupe mejicana es la misma Virgen de Guadalupe extremeña, o siquiera su proyección más o menos modificada. Pero no es así.

 

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En Méjico todos sabemos cómo en 1531 la Virgen se mostró varias veces al indito Juan Diego, cómo le hizo cortar unas rosas por seña de su embajada al obispo y cómo al extender el indio su tilma ante Zumárraga, apareció misteriosamente impresa en ella la Señora del Tepeyac.

Esas apariciones y esa tilma prodigiosamente pintada no tienen la más leve relación con la preexistente imagen de Extremadura. Trátase absolutamente de otra cosa. Es un hecho distinto y nuevo, como nuevo y distinto era el hecho del descubrimiento y mestizaje de América.

Así como por su origen y su historia, también por su imagen y su culto son perfecta y radicalmete distintas la Virgen de Extremadura y la Virgen del Tepeyac.

La extremeña es una escultura: lleva al Niño en el brazo izquierdo y representa la maternidad de María; la tepeyacense es una pintura: sin Niño, las manos juntas, representa la Inmaculada Concepción. No hay en las efigies ni la más remota semejanza.

Y, en cuanto al culto, el mejicano nació y se ha engrandecido durante cuatro siglos única y precisamente al pie de la tilma del milagro, sin la más tenue conexión con la imagen de Extremadura, cuya existencia misma es evidente que ignoran millones y millones de indígenas y otros compatriotas no ilustrados que vierten su dolor y su ternura ante la Madre del Tepeyac.

Pero ¿por qué entonces, si se trata de casos tan absolutamente apartados y autónomos, ambas imágenes se designan con el mismísimo nombre de Guadalupe?

Que se llame así la de Extremadura es natural: tomó el nombre del sitio en que fue encontrada y donde se le alzó templo: Guadalupe, vocablo arábico que -siempre la divergencia entre etimologistas- significa río de luz, o río de lobos, o río encendido.

Pero ¿por qué se llama de Guadalupe la Virgen mejicana? No se nombraba así, sino Tepeyac, el sitio donde Ella apareció y donde se levantó su ermita primera. La Virgen no tomó el nombre del lugar; más tarde el lugar tomó el nombre de la Virgen.

Lo que parece insoluble y a muchos despista tiene, no obstante, un motivo muy claro y muy concreto: la Virgen misma, al mostrarse a Juan Bernardino, tío de Juan Diego le dijo: "Que bien la nombraría, así como bien había de nombrarse su bendita imagen, la siempre virgen Santa María de Guadalupe".

Así consta textualmente en el Nican Mopohua la más vetusta relación del milagro, escrita no en castellano ni por un español, sino en lengua azteca y por un indio ilustre, don Antonio Valeriano. El cual, en su texto náhuatl original, incorpora en castellano las palabras Santa María de Guadalupe".

La Señora del Tepeyac quiso, pues, ser designada con el nombre de Guadalupe. ¿Por qué? Esto no lo sabemos. Pero, aunque no lo sabemos, creo que razonablemente podemos avanzar una plausible conjetura.

Podemos nosotros conjeturar que quiso la Señora darse un nombre que fuera familiar y atrayente para los españoles, sobre todo extremeños como Cortés, que consumaron la conquista, y que, al favorecer con predilección a Juan Diego, representante de los vencidos, quiso al propio tiempo atraer con dulzura a los vencedores, y a unos y a otros hermanarlos en la misma devoción.

No vino Ella a abrir abismos entre vencedores y vencidos: vino a cerrarlos. Y, al sublimar con un privilegio excepcional a los postergados, halló un medio suavísimo de que a los dominadores sonara a tradición la novedad y a cosa propia y familiar la extrañeza.

Y de hecho, como históricamente consta, se dió el caso extraordinario de que, desde los años primerísimos, conquistados y conquistadores fraternizaran a los pies de la Virgen del Tepeyac. Ella, que—contra lo comúnmente repetido—no muestra fisonomía ni color de india, sino de mestiza, anunció el beso de las razas que fundaría la nacionalidad que estaba amaneciendo.

Y así como juntó plásticamente en el milagro al español Zumárraga y a Juan Diego el aborigen, y así como con rosas de Castilla se estampó para siempre en el ayate sublimado del indio, quiso en todo ser nuncio. ejemplo y símbolo de la fusión amorosa que forjaría a Méjico. De la fusión amorosa que forjaría a toda Hispanoamérica y traería al mundo este coro magnifico de pueblos que hoy llamamos la Hispanidad.

 

Por eso, en expansión cargada de sentidos, ha rebasado las fronteras nuestra Virgen de Guadalupe.

Ella, en Méjico, se identifica con la substancia de la patria. Presidió el nacimiento de nuestra nacionalidad. Aceleró la propagación del Evangelio. Fue lábaro de nuestra independencia. Congrega en tumultuoso plebiscito a todas las almas y conquista el respeto o la ternura aun de los descreídos y renuentes. Ella ha amparado y reverdecido nuestra fe después de más de un siglo de ataques insidiosos o brutales.

A ella van nuestras lágrimas, nuestras alegrías, nuestras esperanzas. Ella es emblema autóctono, negación de exotismos desintegradores, vínculo sumo de unidad nacional. En los cimientos del Tepeyac están los cimientos de la Patria.

Pero la Madre y Patrona de Méjico es también, por viva instancia de los países indoibéricos que el santo Pío X sancionó en 1910, Madre y Patrona de toda la América hispana. Pío XI, en 1935, incluye en el patronato a las islas Filipinas, hondamente vinculadas con el mundo español. Y en 1945 Pío XII la proclama a boca llena Emperatriz de América.

Y—sin contar repercusiones impensadas y sorprendentes en el corazón de los Estados Unidos, y de Francia, y de otros países ilustres—en 1950 la vieja madre de la estirpe, al coronar espléndidamente en Madrid a nuestra Virgen de Guadalupe, coronó espléndidamente el ciclo de esa expansión providencial. El sentido histórico del mensaje cobró así su plenitud.

Porque Juan Diego no era sólo Juan Diego, sino la desvalida encarnación de todas las razas aborígenes. Zumárraga no era solo Zumárraga, sino la ardiente personificación de todos los evangelizadores hispanos.

Y las rosas de Castilla exprimieron la policromía de sus jugos, símbolo de la savia toda de España, para embeberse en el ayate del indio, fundirse con él y estampar en sus fibras, transfiguradas y extasiadas para siempre, la imagen celeste de María.

Y por eso el milagro de Santa María de Guadalupe maravillosamente simboliza, resume y señorea este humano milagro de la Hispanidad. Y ambos portentos, lejos de encerrarse en un ámbito exclusivo, se dilatan por todos los horizontes y abren los brazos en un anhelo universal—católico—de amor.

 

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SAN JUAN DIEGO

 

Ver en Wikipedia

 

ALFONSO JUNCO

LA NAVIDAD EN EL CINE

Las mejores secuencias para 14 episodios del Nacimiento

 

Se acerca la Navidad, tal vez el momento de la vida de Jesús más celebrado en todas las culturas; y, sin embargo, es un pasaje muy breve de los Evangelios: apenas sale en unos 20 versículos de S. Lucas y otros tantos de S. Mateo. En comparación con el total de los 4 Evangelios (cerca de 4.000 versículos: entre los 678 de S. Marcos y los 1.151 de S. Lucas), es verdaderamente muy poco.

Por Alfonso Méndiz, Jesucristo en el cine

 

Parece claro que los evangelistas quisieron centrar la redacción de sus libros en la vida pública del Señor: sus discursos y enseñanzas, su atención a los enfermos, sus milagros y prodigios, y –más extensamente- su pasión, muerte y resurrección.

Ciertamente, esa parte es la más importante, pues expone la doctrina cristiana y habla de un Dios Redentor, que nos da ejemplo de conducta y nos ama hasta dar la vida en el mayor de los suplicios. Pero esa imagen todopoderosa, divina y trascendente de Jesús se completa maravillosamente con la imagen de un Dios Niño, que se humilla por amor nuestro y se hace hombre para darnos ejemplo de vida. No se puede decir cuál de las dos imágenes nos conmueve más, ni cuál muestra mayor afecto a la humanidad.
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Lo cierto es que ese Dios inerme e indefenso, que es concebido –milagrosamente– en las entrañas de una virgen, que pasa nueve mese en el seno de su Madre, y que nace en la más absoluta pobreza, es el más vivo ejemplo de Amor y de Humildad.
Y no sólo eso: también es la muestra más clara de que Jesús es hombre como nosotros, en todo igual a nosotros (concepción, gestación, nacimiento) y, por tanto, verdaderamente un Dios hecho hombre: el auténtcio Mediador entre nosotros y Dios. Por eso hacía falta que los Evangelios recogieran también esa parte. Y por eso los hombres contamos los días desde su nacimiento: paradójicamente, desde aquel en que no le dimos cobijo en nuestra posada.
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SIGNIFICADO SIMBÓLICO DE LA NAVIDAD

El cine ha reflejado extensamente esas escenas del Nacimiento de Jesús. Cada película ha puesto el acento en una u otra secuencia, y en uno u otro aspecto: la actitud contemplativa de María, el papel decisivo de José, la audacia y generosidad de los Magos, la crueldad y arrogancia de Herodes.
Casi todas las películas sobre Jesús han contado la escena de su Nacimiento. Pero hay una que nos ha dejado una clara interpretación simbólica de este hecho. La historia más grande jamás contada (G. Stevens, 1965), comienza con la imagen de un fresco en una iglesia cualquiera: Jesús, con los brazos abiertos en señal de acogida (y también como Maestro en actitud de enseñar), abre el filme de modo simbólico.
Pero más aún que esta imagen, lo que adelanta el carácter simbólico de este arranque cinematográfico es el texto que oímos en off: los primeros versículos del Evangelio de S. Juan. “En Él estaba la Vida, y la Vida era la Luz de los hombres”. Ese símbolo –la luz– llena de significado todas las imágenes que siguen. Primero vemos una Estrella (la luz que guía hacia Belén). Después, la estrella se convierte en una vela que ilumina una gruta a oscuras. Entonces oímos las siguientes palabras de S. Juan: “Y la Luz resplandece en las tinieblas, pero las tinieblas no la comprendieron”.
Al mismo tiempo, nos damos cuenta de que esa tenue luz (como es tenue la vida de un recién nacido) está en la mano de José y está iluminando un mundo a oscuras: el interior de la cueva de Belén. Finalmente, la luz ilumina la mano de un Niño –intuimos que es la de Jesús– que tiene ya el gesto de enseñar. Esa mano se convirete en una esfera luminosa (¿el Sol? ¿la Sagrada Forma?) hasta que unas fanfarrias anuncian no se sabe si la llegada del Mesías o la arrogancia del Rey Herodes, al que inmediatamente vamos a ver.
Una preciosa representación simbólica de todo el pasaje de la Navidad, que da pie a una interesante reflexión teológica.
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Los capítulos que vamos a poder ver son los siguientes:

1. Dudas de José y anuncio del Ángel en sueños

2. Empadronamiento de César Augusto

3. Preparativos del viaje. La Virgen decide ir con José

4. Las penalidades del viaje a Belén

5. “No había sitio para ellos en la posada”

6. Acogidos en una gruta. Jesús nace en el pesebre

7. La adoración de los pastores

8. Los Magos preparan su viaje

9. La Estrella guía a los Magos hacia Belén

10. Los Magos en Jerusalén. Entrevista con Herodes

11. Adoración de los Magos al Niño Dios

12. ¿Cuándo llegaron los Magos a Belén?

13. El aviso en sueños a José y la matanza de los Inocentes

14. El recuerdo de Belén en la vida de la Virgen

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Fuente: Alfonso Méndiz, Jesucristo en el cine

 

EL ÁRBOL DE NAVIDAD

SU ORIGEN Y SENTIDO CRISTIANO

“En las próximas semanas el árbol de Navidad será motivo de alegría […] Su forma en punta, su color verde y las luces de sus ramas son símbolos de vida. Además, nos remiten al misterio de la Nochebuena. Cristo, el Hijo de Dios, trae al mundo oscuro, frío y no redimido, al que viene a nacer, una nueva esperanza y un nuevo esplendor.

Si el hombre se deja tocar e iluminar por el esplendor de la verdad viva que es Cristo, experimentará una paz interior en su corazón y será constructor de paz en una sociedad que tiene mucha nostalgia de reconciliación y redención” (Benedicto XVI, Audiencia, 12 de diciembre de 2008).


EL ÁRBOL DE LA VIDA, EL AMOR Y LA PAZ

Muchas de las leyendas y antiguas tradiciones que hacen referencia al árbol de Navidad se remontan a tiempos muy antiguos, pero la documentación histórica acerca del árbol tal y como lo conocemos y decoramos hoy en día, sólo apareció en los últimos siglos.

No hay duda, sin embargo, que estas leyendas y tradiciones muestran la convergencia de muchas costumbres, algunas de ellas nacidas fuera de la cultura cristiana y otras de origen estrictamente cristiano. Vamos a considerar aquí algunas que podrían ser precursoras del árbol de Navidad.

 

Árbol de Navidad en la Plaza de San Pedro

ORIGEN HISTÓRICO

Desde tiempos muy antiguos, los pueblos primitivos introducían en sus chozas las plantas de hojas perennes y flores, viendo en ellas un significado mágico o religioso.

Los griegos y los romanos decoraban sus casas con hiedra. Los celtas y los escandinavos preferían el muérdago y muchas otras plantas de hoja perenne (como el acebo, el rusco, el laurel y las ramas de pino o de abeto) pues pensaban que tenían poderes mágicos o medicinales para las enfermedades.

En la cultura de los celtas, el árbol era considerado un elemento sagrado. Se sabe de árboles adornados y venerados por los druidas de centro-Europa, cuyas creencias giraban en torno a la sacralización de diversos elementos y fuerzas de la naturaleza.

Se celebraba el cumpleaños de Frey (dios del Sol y la fertilidad) adornando un árbol perenne, cerca de la fecha de la Navidad cristiana. El árbol tenía el nombre de Divino Idrasil (Árbol del Universo): en cuya copa se hallaba el cielo, Asgard (la morada de los dioses) y el Valhalla (el palacio de Odín), mientras que en las raíces profundas se encontraba el Helheim (reino de los muertos).

Cuando se evangelizó el centro y norte de Europa, los primeros cristianos de esos pueblos tomaron la idea del árbol para celebrar el nacimiento de Cristo, cambiando su significado pagano.

 

SAN BONIFACIO, OBISPO DEL SIGLO VIII

Una interesante tradición -en parte historia, en parte leyenda-, popular en Alemania, afirma que el árbol de Navidad se remonta al siglo VIII.

San Bonifacio (675-754) era un obispo inglés que marchó a la Germania en el siglo VIII (concretamente a Hesse), para predicar la fe cristiana.

 

San Bonifacio cortando el roble de Odín

 

Después de un duro período de predicación del Evangelio, aparentemente con cierto éxito, Bonifacio fue a Roma para entrevistarse con el papa Gregorio II (715-731).

A su regreso a Alemania, en la Navidad del año 723, se sintió profundamente dolido al comprobar que los alemanes habían vuelto a su antigua idolatría y se preparaban para celebrar el solsticio de invierno sacrificando a un hombre joven en el sagrado roble de Odín. Encendido por una ira santa, como Moisés ante el becerro de oro, el obispo Bonifacio tomó un hacha y se atrevió a cortar el roble sagrado. Hasta aquí lo que está documentado históricamente.

El resto pertenece a la leyenda que cuenta cómo, en el primer golpe del hacha, una fuerte ráfaga de viento derribó al instante el árbol. El pueblo sorprendido, reconoció con temor la mano de Dios en este evento y preguntó humildemente a Bonifacio cómo debían celebrar la Navidad.

El Obispo, continúa la leyenda, se fijó en un pequeño abeto que milagrosamente había permanecido intacto junto a los restos y ramas rotas del roble caído. Lo vio como símbolo perenne del amor perenne de Dios, y lo adornó con manzanas (que simbolizaban las tentaciones) y velas (que representaban la luz de Cristo que viene a iluminar el mundo).

Como estaba familiarizado con la costumbre popular de meter en las casas una planta de hoja perenne en invierno, pidió a todos que llevaran a casa un abeto. Este árbol representa la paz, y por permanecer verde simboliza también la inmortalidad; con su cima apuntando hacia arriba, se indica, además, el cielo, la morada de Dios.

 

OBRAS TEATRALES RELIGIOSAS MEDIEVALES

También ofrecen pistas importante sobre el origen del árbol de Navidad, tal como lo conocemos, las obras de teatro medievales que representaban los misterios y pasajes de la Biblia.

En concreto el árbol del Bien y del Mal en el Paraíso Terrenal. Su propósito era enseñar la religión a los feligreses, que en su mayoría eran analfabetos. Para difundir y mantener viva la fe y dar a conocer las Sagradas Escrituras, la predicación era esencial, pero no suficiente.

Se pensó que las obras teatrales completaran esa predicación y pronto se hicieron populares en toda Europa. En la Nochebuena, el 24 de diciembre, se representaba -con grandísimo éxito popular- el episodio del pecado original de Adán y Eva. El árbol del Paraíso terrenal era el centro del escenario.

El árbol debería haber sido un manzano, pero no habría sido adecuado en invierno. Se ponía un abeto en el escenario con algunas manzanas en sus ramas, y obleas preparadas con galletas trituradas en moldes especiales, así como dulces y regalos para los niños. Incluso cuando se abandonaron estas obras teatrales religiosas, el árbol del Paraíso siguió estando asociado a la Navidad.

LOS ORÍGENES MÁS RECIENTES DEL ÁRBOL DE NAVIDAD

La opinión más generalizada entre los expertos es que el árbol de Navidad, tal como lo conocemos hoy, decorado e iluminado con luces, deriva de este árbol del Paraíso. Como su lugar de nacimiento se sugiere la orilla izquierda del Rhin, y concretamente la Alsacia.

Uno de los primeros testimonios de esto son los registros de la ciudad de Schlettstadt (1521), en los que fue establecida una especial protección para los bosques en los días previos a la Navidad; los guardabosques eran los responsables de castigar a cualquiera que cortara un árbol para decorar su casa .

Otro documento nos informa de que, en Estrasburgo, la capital de Alsacia, los abetos se vendían en el mercado, para llevar a casa y decorarlos. De Alsacia, la tradición de los árboles de Navidad se propaga a toda Alemania y al conjunto de Europa, y pronto, al resto del mundo cristiano.

 

ASPECTOS SIMBÓLICOS DEL ÁRBOL

Los árboles han tenido a lo largo de la historia un significado muy especial: en todas las culturas poseen aspectos simbólicos de carácter antropológico, místico o poético.

La idea extendida de los aspectos benéficos de los árboles para el hombre ha dado lugar a distintas leyendas y lo ha relacionado con sentidos mágicos y rituales.

En varias culturas el árbol representa el medio y la unión del cielo y la tierra: ahonda sus raíces en la tierra y se levanta hacia el cielo; por ello en ciertas religiones, sobre todo orientales, el árbol es signo de encuentro con lo sagrado, punto de encuentro entre el ser humano y la divinidad.

Otros significados ampliamente extendidos sobre los atributos mágicos del árbol concernían a la fecundidad, al crecimiento, a la sabiduría y a la longevidad.

SENTIDO CRISTIANO

El árbol de Navidad recuerda, como hemos visto, al árbol del Paraíso de cuyos frutos comieron Adán y Eva, y de donde vino el pecado original; y por lo tanto recuerda a Jesucristo que ha venido a ser el Mesías prometido para la reconciliación. Pero también representa el árbol de la Vida o la vida eterna, por ser de hoja perenne.

En palabras de Juan Pablo II: “En invierno, el abeto siempre verde se convierte en signo de la vida que no muere […] El mensaje del árbol de Navidad es, por tanto, que la vida es ‘siempre verde’ si se hace don, no tanto de cosas materiales, sino de sí mismo: en la amistad y en el afecto sincero, en la ayuda fraterna y en el perdón, en el tiempo compartido y en la escucha recíproca” (Juan Pablo II, Audiencia, 19 de diciembre de 2004).

La forma triangular del árbol (por ser generalmente una conífera), simboliza a la Santísima Trinidad. A las oraciones que se realizan durante el Adviento se les atribuye por un color determinado, y cada uno simboliza un tipo:

• El azul, para las oraciones de reconciliación.
• El plateado, para las de agradecimiento.
• El dorado, para las de alabanza.
• El rojo, para las de petición.
• Estos colores, junto con el verde del árbol mismo, tal vez sean los más tradicionales para los adornos navideños.

arbol de navidad

Árbol de Navidad con los tradicionales adornos

El árbol de Navidad y los regalos propios de estas fechas, son un modo de recordar que del árbol de la Cruz proceden todos los bienes… Por eso tiene un sentido cristiano la tradición de poner bajo el árbol los regalos de Navidad para los niños:

“Generalmente, en el árbol decorado y a sus pies se colocan los regalos de Navidad. El símbolo se hace elocuente también desde el punto de vista típicamente cristiano: recuerda al ‘árbol de la vida’ (Cf. Génesis 2, 9), representación de Cristo, supremo don de Dios a la humanidad” (Juan Pablo II, Ídem).

LOS ADORNOS NAVIDEÑOS

Los adornos más tradicionales del árbol de Navidad son:

Estrella: colocada generalmente en la punta del árbol, representa la fe que debe guiar la vida del cristiano, recordando a la estrella que guió a los Magos hasta Belén.

Bolas: en un principio San Bonifacio adornó el árbol con manzanas, representando con ellas las tentaciones. Hoy día, se acostumbra a colocar bolas o esferas, que simbolizan los dones de Dios a los hombres.

Lazos: Tradicionalmente los lazos representan la unión de las familias y personas queridas alrededor de dones que se desea dar y recibir.

Luces: en un principio velas, representan la luz de Cristo.

 

Como nos dice Benedicto XVI “al encender las luces del Nacimiento y del árbol de Navidad en nuestras casas, ¡que nuestro ánimo se abra a la verdadera luz espiritual traída a todos los hombres y mujeres de buena voluntad! …

Frente a una cultura consumista que tiende a ignorar los símbolos cristianos de las fiestas navideñas, preparémonos para celebrar con alegría el nacimiento del Salvador, transmitiendo a las nuevas generaciones los valores de las tradiciones que forman parte del patrimonio de nuestra fe y cultura”. (Benedicto XVI, 21 de diciembre de 2005).

by www.primeroscristianos.com

 

 

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Ir a "Los orígenes de la Navidad"

 

Ver en Wikipedia

 

 

«Guadalupe, Madre de la Humanidad», un documental «conmovedor» de un fenómeno que va mucho más allá de lo religioso

Ninguna madre se ha mostrado tan tierna y tan poderosa a la vez, como la que se apareció hace 500 años al indio Juan Diego.

Hoy, la Virgen de Guadalupe despliega, más que nunca, su ternura y su poder en tantos lugares del planeta. ¿Por qué y cómo ocurrió lo que parecía imposible? ¿Qué misterios encierra la Tilma? ¿Son ciertos tantos relatos de milagros? Esta película nos traslada a las Apariciones como si estuviéramos allí presentes.

Testimonios impactantes e inéditos la convierten en un canto luminoso y ágil, que busca la verdad y descubre el amor irresistible de quien es Madre de Dios y de la Humanidad fundiendo en lágrimas los corazones y transformando el mundo por dentro.

La película "Guadalupe, Madre de la Humanidad" pretende dar a conocer en toda su profundidad la advocación mariana más americana, pero que también tiene un vínculo muy profundo con España.

 

Guadalupe, Madre de la Humanidad, el documental producido y dirigido por Andrés Garrigó, “retoma la fórmula empleada eficazmente en otras producciones suyas y que combina el documental con recreaciones de ficción”.

Por su parte, Pablo Moreno, director de la parte de ficción, señala a Misión que en la producción contaron “con un guion que se ciñe de la manera más fidedigna posible al relato Nican Mopohua, que es el texto donde se explican estas apariciones, para representarlo de la manera lo más fidedigna posible”.

La película tiene tres niveles de aproximación al fenómeno guadalupano. En primer lugar, la historia de los hechos, es decir, el relato de san Juan Diego, el indio mexicano al que se apareció la Virgen María en 1531.

“Esta es la parte ficcionada, protagonizada por Mario Alberto Hernández en el papel de Juan Diego. A esta recreación se añaden testimonios de historiadores, postuladores de la casa de beatificación o las intervenciones de Eduardo Chávez, director de Instituto Superior de Estudios Guadalupanos”, explica el crítico de cine.

 

Pablo Moreno reconoce que uno de los grandes retos a los que se enfrentaron fue el de dar vida a la Virgen de Guadalupe. “Esa fue la gran dificultad porque cada uno de nosotros tiene una imagen de la Virgen, y en el momento en el que le pones piel a la Virgen, a lo mejor esa representación se aleja de tu representación personal. Alguien puede decir: era más alta, más morena… Esa parte nos preocupó muchísimo al hacer casting”, asegura.

Otro gran desafío que tuvieron fue plantear el momento en el que Juan Diego despliega la tilma y aparece en ella la imagen de la Virgen. “Nos costó mucho el planteamiento porque lo estudios que se han hecho de la imagen muestran cómo en los ojos de la Virgen se ve a los personajes que estaban allí presentes. Es como si alguien hubiese hecho una foto desde atrás”, confiesa Moreno.

El segundo nivel de aproximación al que se refiere Juan Orellana es el de la devoción guadalupana y su expansión por el mundo. “Aquí encontramos grupos de personas de cualquier continente que profesan su profunda piedad a la Virgen bajo esta advocación. También son impresionantes las escenas de las peregrinaciones al Santuario. Y son especialmente conmovedoras las imágenes en las que vemos a san Juan Pablo II, muy enfermo, viajar a México, a la Basílica de Guadalupe, para canonizar a Juan Diego”.

 

guadalupe

 

 

Por último, en el documental presenta testimonios actuales de milagros atribuidos a la intervención de Nuestra Señora de Guadalupe. Personas en diversas partes del mundo con graves enfermedades que se pusieron bajo la protección de la Virgen y que fueron curados sin ninguna explicación médica o científica.

Como maestra de ceremonia de las tres partes entrelazadas está la actriz católica mejicana Karyme Lozano, quien hace de narradora y mantiene el hilo conductor del documental. En un determinado momento, ella hace una interesante alusión a la situación difícil que viven los profesionales católicos de Hollywood, que tienen que remar contracorriente.

“Este documental informa y conmueve, y sobre todo plasma una imponente realidad que nos es demasiado desconocida, y que sin embargo, más allá incluso de las creencias de cada cual, es un hecho histórico decisivo para América Latina y para el mundo entero”.

VALORACIÓN: ★★★☆☆
DIRECCIÓN: Andrés Garrigó/ Pablo Moreno
PAÍS: España
GÉNERO: Documental
DURACIÓN: 102 min

 

 

 

Ya en cines: mira la web de la película www.peliculaguadalupe.com

San Dámaso I

(305384)

San Dámaso I, papa, que en los difíciles tiempos en que vivió, reunió muchos sínodos para defender la fe de Nicea contra cismas y herejías, procuró que san Jerónimo tradujera al latín los libros sagrados y veneró piadosamente los sepulcros de los mártires, adornándolos con inscripciones.

El «Liber Pontificalis» afirma que san Dámaso era español. Tal vez era de origen español, pero, según parece, nació en Roma, donde su padre era sacerdote. San Dámaso, que no se casó nunca, llegó a ser diácono de la iglesia de su padre. Cuando murió el papa Liberio en el 366, Dámaso fue elegido obispo de Roma, a los sesenta años de edad, aproximadamente.

Su elección estuvo lejos de ser unánime, ya que una minoría eligió a otro diácono llamado Ursino o Ursicinio y defendió su candidatura con gran vehemencia. Según parece, el poder civil sostuvo a Dámaso con no menor apasionamiento (Butler afirma que empleó «procedimientos bárbaros»); pero Rufino, contemporáneo de san Dámaso, demuestra que éste no tuvo nada que ver en ello.

Los partidarios del antipapa no se calmaron del todo; en efecto, el año 378, san Dámaso fue acusado por ellos de incontinencia y tuvo que justificarse ante el emperador Graciano y ante un sínodo romano.

El historiador pagano Amiano Marcelino afirma que el modo de vida de los prelados romanos constituía una tentación para los ambiciosos y dice que hubiesen hecho bien en imitar la sencillez del clero de las provincias.

Es indudable que, en tiempos de san Dámaso se procedía con cierta pompa en la corte pontificia, pues, según cuenta san Jerónimo, un pagano llamado Pretextato, que era senador romano, dijo al santo: «Si me haces obispo de Roma, me convertiré mañana mismo al cristianismo».

Esta observación de un pagano prueba cuán necesaria es la moderación a quienes desean dar testimonio del espíritu evangélico. Como quiera que sea, esta crítica no se aplica a san Dámaso, ya que san Jerónimo, que fue su secretario y le conocía bien, ataca severamente el lujo de ciertos prelados en Roma y no habría dejado de mencionar al papa si le hubiese creído culpable de la misma falta.

Lo cierto es que las críticas de san Jerónimo eran tan justificadas que, el año 370, Valentiniano prohibió a los miembros del clero que indujesen a las viudas y huérfanos a que les hiciesen regalos o les dejasen legados. San Dámaso aplicó estrictamente ese decreto.

El santo Pontífice tuvo que combatir varias herejías. Pero el año 380. Teodosio I en el Oriente y Graciano en el Occidente proclamaron que el cristianismo, tal como lo practicaban los obispos de Roma y Alejandría, era la religión del Imperio.

Además, Graciano, atendiendo a la petición de los senadores cristianos apoyados por san Dámaso, suprimió el altar de la Victoria en el senado y renunció al título de Pontífice Máximo. Al año siguiente, se reunió el segundo Concilio Ecuménico (primero de Constantinopla) y el papa envió representantes.

Pero de todos los actos de san Dámaso, el más benéfico y cuya influencia se deja sentir todavía en nuestros días, fue el haber patrocinado los estudios bíblicos de san Jerónimo, que culminaron con la traducción conocida con el nombre de «Vulgata».

San Jerónimo cuenta que san Dámaso era versado en las Escrituras, «un doctor virgen de una Iglesia virgen».

Teodoreto dice que «fue ilustre por la santidad de su vida y estaba siempre pronto a predicar y a hacer cualquier cosa en defensa de la doctrina apostólica». También se recuerda a san Dámaso por su solicitud hacia las reliquias y sepulcros de los mártires.

 

 

 

A él se debieron el descubrimiento y el ornato de varias catacumbas, y tanto el cristiano piadoso como el historiador y el arqueólogo le admiran por las inscripciones que mandó poner en ellas. Se conservan muchas de esas inscripciones y epigramas, ya sea en el original, ya sea en reproducciones.

Una de las más famosas es la que nos dice cuanto sabemos sobre san Tarsicio. San Dámaso murió el 11 de diciembre de 384, cuando contaba unos ochenta años. Él mismo había mandado poner en la «cripta pontificia» del cementerio de San Calixto un epitafio genérico, que termina así:

«Yo, Dámaso, hubiese querido ser sepultado aquí; pero tuve miedo de ofender a las cenizas de los santos».

Así pues, fue sepultado, junto con su madre y su hermana, en una iglesia que él mismo había construido en la Vía Ardeatina. Uno de los epitafios que se conservan, es precisamente el que san Dámaso escribió para su propia tumba; en él hace un acto de fe en la resurrección de Cristo y en la suya propia:

«El que anduvo sobre las aguas y calmó la tempestad, el que da vida a las semillas de la tierra, el que rompió las cadenas de la muerte y, al cabo de tres días de oscuridad, fue capaz de hacer volver al mundo superior al hermano de Marta: El mismo hará que Dámaso resucite del polvo».

 

 

Oración:
Concédenos la gracia, Señor, de glorificarte siempre por el triunfo de tus mártires, a quienes profesó devoción entrañable el papa san Dámaso primero. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).

 

+ info -

san Dámaso papa

 

No hay ninguna biografía propiamente dicha de san Dámaso entre las obras antiguas; lo más digno de mención es el artículo del Liber Pontificalis (véase la edición de Duchesne, vol. I, pp. 212 ss., prefacio y notas). La principal fuente sobre el santo es su correspondencia, así como los epitafios que compuso y las escasas alusiones a él que se encuentran en las obras de historia eclesiástica y secular. El prólogo del Libellus Precum (Migne, PL., vol. XIII, cc. 83-107) es una maliciosa sátira compuesta por los enemigos de san Dámaso. La edición más conocida de los epitafios es la de Ihm (1895) ; pero véase también E. Scháfer, Die Bedeutung der Epigramme des Papstes Damasus für die Geschichte der Heiligenverehrung (1932). Entre las contribuciones más importantes al estudio de san Dámaso, hay que mencionar las obras de M. Rade, Damasus Bicshof von Rom (1882); J. Wittin, Papst Damaus I (1912); 0. Marucchi, Il Pontificato del Papa Damauo (1905). En Comentario sobre el Martirologium Hieronymianum (pp. 643-644) hay referencias muy útiles, particularmente por lo que toca al sitio de la sepultura de este Pontífice. Existe una excelente edición de los epigramas, hecha por el P. Antonio Ferrua, titulada Epigrammata Damasiana (1942). Otra narración de la vida del santo, con especial énfasis en la obra y amplísima bibliografía más actualizada se puede encontrar en Patrología, Di Berardino, 1981, BAC, tomo III, pág. 323-329.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler»

Lucía Vírgen y mártir (304). Su nombre aparece en el Canon Romano

La iconografía representa a Lucía llevando en un platillo sus propios ojos. No hay ningún dato histórico o legendario que fundamente este hecho. Quizá surgió por su nombre, que significa luz o luminosidad y los ojos serían el símbolo de la luz. Por la misma razón debió de ser invocada en las enfermedades de los ojos y considerada como protectora de la vista.

 

Sufrió el martirio durante la persecución de Diocleciano, en la ciudad siciliana de Siracusa, el 13 diciembre de 304. De Santa Lucía no poseemos datos históricamente seguros. Las actas que conservamos de su martirio son apócrifas y en ellas se refleja todo el encanto popular que supo vestir de leyenda la vida de una mártir venerada en toda la Iglesia antigua.

Esta Passio que debió de redactarse en el siglo V ó el VI y de la que tenemos una versión griega y otra latina, pertenece al tipo de leyendas hagiográficas que tienen por finalidad exaltar la grandeza de la virginidad cristiana, conservando siempre un cierto núcleo de verdad histórica.

 

Vida

Según la Passio, Lucía nació en Siracusa de padres ricos y nobles, que lo eran aún más por su fe cristiana. En esta fe educaron a su hija. El padre debió de morir pronto, siendo ella muy niña aún. La madre, Eutiquia, quedó al cuidado de su única hija y cuando alcanzó la edad necesaria la prometió en matrimonio a un joven pagano.

 

 

Quiere la leyenda subrayar que Lucía no fue partidaria de este compromiso matrimonial, porque el impulso de la gracia la había llevado a consagrar perpetuamente su virginidad a Jesucristo.

Habiendo enfermado Eutiquia, madre e hija acudieron al sepulcro de la venerada Santa Agueda, en Catania, donde las curaciones milagrosas eran frecuentes, pidiendo con fe la curación. Fue entonces cuando Lucía cayó en una especie de sueño y se le apareció Santa Agueda que con rostro sereno y alegre le dijo: «Lucía, hermana querida, ¿por qué me pides a mí lo que tú misma puedes obtener en favor de tu madre?

Has de saber que por tu fe ha conseguido la curación, y así como Jesucristo ha hecho por mí famosa la ciudad de Catania, igualmente por ti hará célebre la ciudad de Siracusa, porque en tu virginal corazón le has preparado una agradable mansión».

Vuelta en sí Lucía manifestó a su madre la visión que acababa de tener. Eutiquia, conmovida por la curación que había sentido operarse en su cuerpo, aceptó la propuesta que le hizo su hija: entregar a los pobres de Cristo la dote que pensaba darle a ella. De retorno a casa empezaron a distribuir sus riquezas entre los pobres. Esta prodigalidad irritó al joven prometido de Lucía, que la delató ante el juez Pascasio como cristiana.

 

Martirio

Llevada ante el tribunal, se confesó cristiana y ni las amenazas ni los halagos pudieron inducirla a llevar a cabo cualquier gesto que pudiera interpretarse como culto a los ídolos. A los razonamientos del juez, Lucía contestaba con otros más brillantes, de tal modo que éste ya exasperado la amenazó diciendo: «Se acabarán tus palabras, cuando pasemos a los tormentos». «A los siervos de Dios, contestó Lucía no les pueden faltar las palabras, pues el Señor Jesucristo les ha dicho:

Cuando seáis llevados ante gobernadores y reyes, no os preocupéis de cómo o qué habéis de decir, porque se os dará en aquel momento lo que habéis de decir; pues no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre quien hablará en vosotros» (Mt 10,18 ss.).

 

 

Nuevamente volvió a interrogar Pascasio: « ¿Acaso está en ti el Espíritu Santo?», y la santa le contestó: «Los que viven piadosa y castamente son templos del Espíritu Santo».

«Pues yo te haré llevar a un lugar infame para que el Espíritu Santo te deje», fue la respuesta del juez.

A estas amenazadoras palabras, Lucía contestó: «Si ordenas que sea violada por la fuerza, mi castidad será honrada con doble corona».

Quizá en este breve diálogo se dé el núcleo histórico que luego adornó la leyenda. En las actas auténticas que poseemos de otros mártires no suele faltar este diálogo entre el juez y el reo, que era recogido por los taquígrafos oficiales.

La Passio continúa refiriendo cómo el juez mandó a los soldados que llevaran a Lucía a un lupanar; pero una fuerza especial la mantenía en su sitio, sin que pudieran moverla de allí. Luego fue revestida de pez y materias inflamables, prendiéndola fuego; pero éste no dañó su cuerpo virginal. Exasperado Pascasio ante la resistencia de la joven y viendo que no conseguía su propósito, ordenó traspasar su garganta con una espada. El cuerpo de Lucía fue enterrado en Siracusa y bien pronto su sepulcro llegó a ser meta de peregrinaciones y lugar de prodigios.

 

Las reliquias de Santa Lucía

¿Qué fue de las reliquias de Lucía? Este es otro de los problemas planteados en torno a la mártir siracusana. Desgraciadamente vemos que la tradición, más que aportar luz y suplir la falta de datos seguros, dificulta aún más el problema, dando dos versiones distintas acerca de su destino a través de los siglos.

 

 

Una de éstas afirma que las reliquias de Lucía estuvieron en Siracusa hasta el s. VIII.; de allí fueron trasladadas a Corfino, en los Abruzos, y por concesión de Otón I pasaron a Metz.

En 1042 un brazo de Lucía llegó al monasterio de Luitboug por donación del emperador Enrique III. Para la otra versión, el traslado fue en 822 a Constantinopla y luego a Venecia, tras la ocupación de aquélla por los cruzados. Colocadas en el monasterio de San Jorge, pasarían luego a la iglesia dedicada a la santa.

 

El culto a Santa Lucía

El más antiguo testimonio es la inscripción auténtica de fines del siglo IV en la catacumba de SAN Giovanni de Siracusa. Dice así: «Euskia... murió en la fiesta de mi Santa Lucía...». El Sacramentarium Gelasianum y el Gregorianum señalan su fiesta el 13 de diciembre. En igual fecha la conmemora el Martyrologium Hieronymianum.

 

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En el siglo VI existía en Roma un monasterio, además del de Siracusa, consagrado a su memoria. Honorio I (625-638) le consagró una iglesia. Su nombre con el de Santa Águeda fue introducido en el canon de la misa, quizá por San Gregorio Magno.

La iconografía representa a Lucía llevando en un platillo sus propios ojos. No hay ningún dato histórico o legendario que fundamente este hecho. Quizá surgió por su nombre, que significa luz o luminosidad y los ojos serían el símbolo de la luz. Por la misma razón debió de ser invocada en las enfermedades de los ojos y considerada como protectora de la vista. Su fiesta se celebra el 13 de Diciembre.

 

FIDEL G. CUÉLLAR. (G.E.R.)

BIBL.: Anallecta Bollandiana, XXIII,492; A. LECLERCQ, en DACL IX, 2616-2618 y XV,1840-1855; C. GAETANI, Memorie intorno al martirio e culto di S. Lucia, Siracusa 1879; H. DELEHAYE, Les origines du culte des martyrs, 2 ed. Bruselas 1933, 310; G. SimoNELLI, Vita di S. Lucia, Caserta 1893; A. DUFOURCQ, Étude sur les Gesta martyrum romains, II, París 1907, 188 ss.; G. GOYAU, Sainte Lucie, 1921; V. L. KENNEDY, The saints of the canon of the Mass, Roma 1938, 169-173; A. AMORE, M. C. CELLETTI, Lucia di Siracusa, en Bibl. Sanct. 8,241-257.

SAN DÁMASO - 11 DICIEMBRE

Fue el primer Pontífice de origen hispano (305-384)

Nació en España hacia el año 305. Presbítero en Roma, fue elegido Papa en el año 366. Destacó por sus esfuerzos en defensa de la fe y la unidad de la Iglesia, en un tiempo de importantes herejías y cismas. Fue también un gran promotor del culto a los mártires. Es el "Papa de las catacumbas". Murió en el año 384.

 

Vida

Nacido hacia el año 304. Su padre, Antonio, era español; el nombre de su madre, Laurencia (Lorenza), hasta hace poco no era conocido. Dámaso nació probablemente en España; lo cierto es que creció en Roma, prestando sus servicios a la iglesia de San Lorenzo mártir.

Fue elegido por gran mayoría Papa en octubre del año 366, pero un cierto número de ultra conservadores seguidores del difunto Papa Liberio lo rechazaron, y escogieron al diácono Ursino (o Ursicino), quien fue de modo irregular consagrado, y quienes para tratar de sentarlo en la silla de Pedro ocasionaron gran violencia y llegando al derramamiento de sangre.

Muchos detalles de este escandaloso conflicto están relatados en el "Libello Precum" (P.L., XIII, 83-107) de forma muy tendenciosa, pero por una demanda a la autoridad civil por parte de Faustino y Marcelino, dos presbíteros contrarios a Dámaso (cf. también Ammianus Marcellinus, Rer. Gest, XXVII, c. 3).

 

San Dámaso, Papa - 11 de diciembre

Sepulcro de San Dámaso en la Iglesia romana de San Lorenzo in Damaso.

 

 

El emperador Valentiniano reconoció a Dámaso y desterró  en el año 367 a Ursino a Colonia, posteriormente le fue permitido volver a Milán, pero se le prohibió volver a Roma o a su entorno. Los partidarios del antipapa (ya en Milán aliado a los Arrianos y hasta su muerte pretendiendo la sucesión) no dejaron de perseguir a Dámaso.

Una acusación de adulterio fue presentada contra él ( en el 378) en la corte imperial, pero fue exonerado de ella primero por el propio Emperador Graciano (Mansi, Coll. Conc. III, 628) y poco después por un sínodo romano de cuarenta y cuatro obispos (Liber Pontificalis, ed. Duchesne, s.v.; Mansi, op. cit., III, 419) qué también excomulgó a sus acusadores.

Defensor de la fe y la unidad

Dámaso defendió con vigor la Fe católica en una época de graves y variados peligros. En dos sínodos romanos (años 368 y 369) condenó el Apolinarismo y Macedonialismo; también envió  legados al Concilio de Constantinopla (año 381), convocado contra las herejías mencionadas.

En el sínodo romano del año 369 (o 370) Auxentio, el Obispo Arriano de Milán fue excomulgado; mantuvo la sede hasta su muerte, en el año 374, facilitando la sucesión a San  Ambrosio. El hereje Prisciliano, condenado por el Concilio de Zaragoza (año 380) atrajo a Dámaso, pero en vano (Prisciliano era natural de Galicia, España y hay eruditos que consideran a Dámaso o a su familia también gallega. N. del T.).

Dámaso animó a San Jerónimo para realizar su famosa revisión de las versiones latinas más tempranas de la Biblia (vea VULGATA). Durante algún tiempo, San  Jerónimo también fue su secretario particular (Ep. 123, n. 10).

Un canon importante del Nuevo Testamento fue proclamado por él en el sínodo romano del año 374. La Iglesia Oriental recibió gran ayuda y estímulo de Dámaso contra el arrianismo triunfante, en la persona de San Basilio de Cesárea; el papa, sin embargo, mantuvo cierto grado de suspicacia hacia el gran Doctor de Capadocia.

Con relación al Cisma Meletiano en Antioquía, Dámaso, con Atanasio y Pedro de Alejandría, simpatizaron con el partido Paulino por ser el mejor representante de la ortodoxia de Nicea; a la muerte de Meletio trabajó para afianzar en la sucesión a Paulino excluyendo a Flaviano (Socrates, Hist.  Eccl., V, 15).

Apoyó la petición de los senadores cristianos ante el Emperador Graciano para el retirar el altar de Victoria del Senado (Ambrosio, Ep. 17, n. 10), y vivió para dar la bienvenida al famoso decreto de Teodosio I, "Del fide Católica" (27 Feb., 380) que declaraba como la religión del Estado Romano aquella doctrina que San  Pedro habíapredicado a los romanos y de la cual Dámaso era su cabeza suprema (Cod. Theod., XVI, 1, 2).

 

 

Cuando, en el año 379, la Iliria fue separada del Imperio de Occidente, Dámaso se movió para salvaguardar la autoridad de la Iglesia romana creando una vicaría apostólica y nombrando para ella a Ascolio, Obispo de Tesalónica; éste es el origen del importante Vicariato Papal durante mucho tiempo ligado a la sede.

La primacía de la Sede Apostólica fue defendida vigorosamente por este papa,  y en el tiempo de Dámaso por actas y decretos imperiales; entre los pronunciamientos importantes sobre este tema esta la afirmación (Mansi, Coll. Conc., VIII, 158) que basa la supremacía eclesiástica de laIglesia Romana en las propias palabras de Jesucristo (Matt., 16, 18) y no en decretos conciliares.

El prestigio aumentado de los primeros decretales papales, habitualmente atribuido al papado de Siricio (384-99), muy probablemente debe ser atribuido al papado de Dámaso ("Cánones Romanorum ad Gallos"; Babut, "Las decretales más antiguas", París, 1904).

Este desarrollo de la administración papal, sobre todo en Occidente, trajo con él un gran aumento de grandeza externa.

Esta magnificencia seglar, sin embargo, afectó las costumbres de muchos miembros del clero romano cuya vida y pretensiones mundanas, fueron amargamente reprobadas por San  Jerónimo, provocando (el 29 de Julio del 370) que con un decreto de Emperador Valentiniano dirigido al papa, se prohibiera a los eclesiásticos y monjes (posteriormente a obispos y monjas) dirigirse a viudas y huérfanos para persuadirlos con la intención de obtener de ellos regalos y herencias. El papa hizo que la ley fuese estrictamente observada.

Dámaso restauró su propia iglesia (ahora iglesia de San Lorenzo en Dámaso) y la dotó con instalaciones para los archivos de la Iglesia Romana. Construyó la basílica de San  Sebastián en la Vía Apia (todavía visible) edificio de mármol conocido como la "Platonia" (Platona, pavimento de mármol) en honor al traslado temporal a ese lugar (año 258) de los cuerpos de los Santos Pedro y Pablo, y la decoró con una inscripción histórica importante (vea Northcote y Brownlow, Roma Subterránea).

En la Vía Argentina, también construyó, entre los cementerios de Calixto y Domitilla, una basilicula, o pequeña iglesia, cuyas ruinas fueron descubiertas en 1902 y 1903, y donde, según el "Liber Pontificalis", el papa fue enterrado junto con su madre y su hermana.

En esta ocasión el descubridor, Monseñor Wilpert, encontró también el epitafio de la madre del papa de la que ni sé sabia que su nombre era Lorenza, ni tampoco que había vivido los sesenta años de su viudez al servicio de Dios, y que murió a los ochenta y nueve  años, después de haber visto a la cuarta generación de sus descendientes.

Dámaso construyó en el Vaticano un baptisterio en honor de San  Pedro y gravó en el una de sus inscripciones artísticas (Carmen 36), todavía conservada en las criptas Vaticanas. Desecó esta zona subterránea para que los cuerpos que se enterraran allí (beati sepulcrum juxta Petri) no pudieran ser afectados por  agua estancada o por inundaciones. Su devoción extraordinaria a los mártires romanos ahora es muy bien conocida y se debe particularmente a los trabajos de Juan Bautista De Rossi.

 

Introdujo el culto a los mártires

Nos queda considerar, por último, el aspecto que ha hecho más popular a San Dámaso, y también aquel cuya influencia ha sido mayor para la posteridad, el que le ha merecido el título de ´Papa de las catacumbas".

Él se preocupó, en medio de la agitación de su pontificado, de propagar el culto de los mártires, restaurando los cementerios suburbanos donde reposaban sus cuerpos, de hacer investigaciones para encontrar sus tumbas, olvidadas, como en el caso de San Proto y San Jacinto, en la vía Salaria; de honrarlos con bellas inscripciones métricas, que después grababa en hermosas letras capitales su calígrafo Furio Dionisio Filócalo, cuyos trazos barrocos todavía podemos admirar hoy en alguna lápida íntegra que nos ha llegado de entre el medio centenar que debió esculpir.

 

 

 

A finales del siglo IV eran muy borrosas las noticias que se tenían en Roma de los mártires de las persecuciones. Cierto que ya Constantino se preocupó de levantar en su honor espléndidas basílicas, como las de San Pedro, San Pablo, San Lorenzo y Santa Inés.

Pero no era posible hacer otro tanto con los que yacían enterrados en los lóbregos subterráneos de las catacumbas, pues hubieran hecho falta sumas enormes. La idea de San Dámaso fue darles veneración en los mismos lugares de su enterramiento, según la tradición romana, que ligó siempre el culto a la tumba del mártir.

Mas para facilitar la visita de los fieles eran necesarios trabajos importantes, pues debían abrirse nuevas entradas, ensanchar las escaleras y hacerlas más cómodas, adornar las salas o cubículos donde reposaban los cuerpos santos. San Dámaso se entregó con entusiasmo a esta obra. La cripta de los Papas del siglo lll, uno de los más sagrados recintos de la cristiandad, la adornó con columnas, arquitrabes y cancelas, y en el fondo colocó una de sus famosas inscripciones, que todavía puede leerse, recompuesta en pedazos:

 

Hic congesta iacet quaeris si turba piorum
Corpora sanctorum retinente veneranda sepulcra.

"Si los buscas, encontrarás aquí la inmensa muchedumbre de los santos. Sus cuerpos están en los sepulcros venerables, sus almas fueron arrebatadas a los alcázares del cielo..." 

 

Nos podemos imaginar al augusto Pontífice, acompañado de sus más asiduos colaboradores, tal vez el propio San Jerónimo, emprendiendo aquellas investigaciones que le llevaban a encontrar la pista de algún santo olvidado. ¡Qué alegría entonces, como se refleja aún en la inscripción a través de los siglos!:

Quaeritur inventus colitur fovet omnia praestat.

"Tras los trabajos de búsqueda es encontrado, se le da culto, se muestra propicio, lo alcanza todo."

 

Resulta emocionante saber que San Dámaso emprendió esta obra de exaltación de los mártires en agradecimiento por haber conseguido la reconciliación del clero tras el cisma de Ursino.

Pro reditu cleri, Christo praestante trinmphans
martyribus sanctis reddit sua vota sacerdos.

 

Podrá objetarse que el santo Pontífice no siempre tuvo buenas fuentes de información, excepto el caso ya citado, en que el propio verdugo dió testimonio. Casi siempre ha de recurrir a la tradición oral: Fama refert... Fertur... Haec audita refert Damasus... En algunos casos ha de dejar el juicio al propio Cristo: probat omnia Christus.

Esta pobreza de sus informaciones se manifiesta ya en las descripciones genéricas que hace del martirio, o en no saber decir los nombres o el tiempo de su triunfo, usando una frase imprecisa: "en los días en que la espada desgarraba las piadosas entrañas de la Madre": tempore quo gladius secuit pia víscera matris. Otras veces será la estrechez de la lápida, que no le permite espacio para mayores noticias, como en la inscripción de la cripta de los Papas.

Los pequeños poemas damasianos llegan a conmovernos, porque reflejan el entusiasmo del poeta y el afecto vivísimo que alimentaba hacia los atletas de Cristo, de donde sus cálidas invocaciones:

"Amado de Dios que seas propicio a Dámaso te pido ¡oh santo Tiburcio!  O en el de Santa Inés: "¡Oh santa de toda mi veneración, ejemplo de pureza!, que atiendas las plegarias de Dámaso te pido, ínclita mártir".

 

Se comprende que los peregrinos medievales copiasen con verdadera ilusión estos versos, merced a lo cual han podido salvarse en códices y bibliotecas muchos de ellos, cuyos fragmentos filocalianos hallaron posteriormente De Rossi y otros investigadores de las catacumbas.

Digamos también que San Dámaso, que tuvo el honor de transformar las catacumbas en santuarios, fue, a la vez, el que introdujo el culto de los mártires en Roma. Al fundar un "título" o iglesia parroquial en su propia casa, junto al teatro de Pompeyo, según la costumbre, le dió su propio nombre: "in Damaso", pero le ligó al recuerdo de un mártir español, San Lorenzo.

Y aunque la iglesia iba dedicada a Cristo, como todas las de entonces, al poner el nombre del santo diácono como una invitación a honrarle más especialmente, sentó un precedente que evolucionaría con toda rapidez. Las iglesias se dedicarían a los santos, como ya hoy es normal. El nombre del fundador caería en desuso y quedaría el del patrón.

San Dámaso murió casi octogenario el 11 de diciembre de 384. Al final de la inscripción a los mártires en la cripta del cementerio de Calixto, el santo Papa había manifestado su deseo de ser allí enterrado, aunque por humildad o por escrúpulo de arqueólogo no se atreviera a tanto.

Hic fateor Damasus volui mea condere membra
sed cineris timui sanctos vexare piorum.

 

Entonces se hizo preparar para él y su familia una basílica funeraria en la vía Ardeatina, no lejos del área donde estaban los mártires queridos. Esta capilla se presentaba a los peregrinos medievales como una etapa entre Roma y la visita de las catacumbas. Compuso tres epitafios; para su madre, su hermana y el suyo. Este es particularmente humilde y lleno de fe.

Recuerda la resurrección de Lázaro por Cristo y termina con esta hermosa frase: "De entre las cenizas hará resucitar a Dámaso, porque así lo creo".

Sus reliquias fueron llevadas posteriormente a la iglesia de San Lorenzo in Damaso y están conservadas debajo del altar mayor. Su gran amigo San Jerónimo hizo de él este hermoso elogio en su tratado De la virginidad: Vir egregius et eruditus in Scripturis, virgo virginis Ecclesiae doctor: "Varón insigne e impuesto en la ciencia de las Escrituras, doctor virgen de la Iglesia virginal".

La liturgia también le es deudora de sabias reformas. Además de su devoción acendrada a los mártires, la construcción del baptisterio vaticano y la firmeza apostólica en reprimir las herejías, le cabe la gloria de haber introducido en la misa, conforme a la costumbre palestinense, el canto del aleluya los domingos y la reforma del viejo cursus salmódico para darle un carácter más popular.

 

+ Info -

SAN DÁMASO

CATACUMBAS DE SAN CALIXTO

 

 

 

THOMAS J. SHAHAN

CASIMIRO SÁNCHEZ ALISEDA

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