Con motivo del aniversario del Concilio de Nicea, presentamos esta entrevista a Pablo Blanco Sarto.

Pablo Blanco Sarto, Premio Ratzinger de Teología 2023, nos acerca al Concilio de Nicea. Este año se celebra el 1700 aniversario del primer concilio ecuménico cristiano, que se tuvo lugar en Nicea, cerca de Constantinopla, concretamente en el año 325 después de Cristo.

 

pablo blanco Nicea

¿Qué podemos destacar de lo que se acordó en ese concilio?

 

Es efectivamente el primer concilio ecuménico. Esto quiere decir que formaron parte de él obispos de oriente y occidente, de todo el mundo. En concreto, 318 obispos. Yo creo que hay tres cosas que en definitiva proceden de Nicea, el primero es el Credo. El Credo de Nicea, que después se completa con el de Constantinopla en el 381.

Ese Credo es la confesión de fe que rezamos nosotros en las celebraciones eucarísticas del domingo. Es importante porque en aquel momento se empezaban a poner en duda las verdades centrales de cristianismo: la Trinidad y la divinidad de Jesucristo, o sea lo que repetimos en el Credo Nicea, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero, de Dios verdadero. Frente a esto estaban los famosos arrianos que hablaban de Jesucristo como un hombre divinizado.

La segunda es la fecha de la Pascua. Entonces había dos calendarios, el Juliano y el Gregoriano, por decirlo de una manera, el oriental y el occidental. Se procura unificar y curiosamente este año en 2025 coinciden los dos calendarios y por eso el papa Francisco ha pedido que se vuelva a unificar la fecha de la Pascua, es decir, que la celebremos el mismo día. El Papa con la gracia de suele tener pues dice que para unos resucita Jesús un día y para otros resucita otro y no es así exactamente, pero sí que celebramos en día distintos la resurrección de Jesucristo. 

El tercer gran tema de Nicea es la paz. No vino de modo inmediato, porque los arrianos siguieron ahí intrigando y de hecho a san Atanasio, que era el principal defensor de la divinidad de Jesucristo, pues fue desterrado a Tréveris. Él era obispo Alejandría en Egipto, imagínate, desterrado a Alemania, a Tréveris y la verdad es que esa paz tardó bastante.

Es interesante porque el arrianismo en realidad no lo vencieron ni los obispos, ni los curas, ni la jerarquía, sino que, como demuestra san John Henry Newman, que estudió la crisis arriana en el siglo IV, fueron los laicos los que defendieron que Jesucristo es verdadero Dios, que es Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero.

Ahí se ve la gran capacidad, la gran potencia que tienen los laicos y por eso, ahora que estamos un poco tras la estela del Vaticano II, y eso mismo que ocurrió en Nicea, que no hubo una paz inmediata sino que se tardó un poquito, pues también ahora después del Vaticano II, ha habido una cierta confusión, pero los frutos del Vaticano II que también tiene que ver bastante con esto que hemos dicho de los laicos, acabarán llegando, como se dice ahora, sí o sí.

 

Pablo ¿cómo podemos hacernos más ecuménicos los católicos, porque es positivo para nuestra fe entrar en esa mentalidad ecuménica?

 

Lo primero es viviendo muy bien el octavario. El octavario nace por esa necesidad de ser más creíbles ante el mundo, hay una anécdota que siempre se cuenta de la conferencia misionera de Edimburgo de 1910, donde estaban ahí reunidos distintos cristianos, ortodoxos, anglicanos, algún católico, protestantes, entonces dicen que de repente se levantó un chino y dijo:

“Vosotros nos habéis traído a Cristo y os estamos agradecidos, pero también nos habéis traído vuestras divisiones. Por favor, hablarnos de Cristo, pero no de vuestras divisiones”.

 

Entonces, por eso se instituye estos ocho días dedicados a rezar precisamente por la unidad de la Iglesia. Esto lo podemos vivir en macro o en micro, también en micro, rezando por la unidad, en la propia familia, en la sociedad, que ahora está muy polarizada, en la Iglesia, entre todos los cristianos y cristianas, y viviendo en el día a día de nuestra vida cotidiana ese ecumenismo, que se suele decir que es el ecumenismo del corazón, de las manos y de la cabeza, ¿no?

El más importante es el del corazón, el de la oración. El concilio dice que es el alma del ecumenismo, por eso hay que rezar para que, siguiendo las palabras de Jesús, en la última cena, todos seamos uno.

 

 

 

 

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CONCILIO DE NICEA

 

 

 En la Iglesia antigua, un sínodo era lo mismo que un concilio. Hoy se suele diferenciar entre el carácter deliberativo de un concilio y la índole normalmente consultiva del sínodo.

 

 

El primer sínodo o concilio general, “ecuménico”, fue el reunido en Nicea en el 325 – estamos a punto de conmemorar su 1700 aniversario-. El emperador Constantino lo convocó para solucionar la controversia originada por Arrio acerca de la divinidad de Jesucristo. Arrio era un sacerdote de la diócesis de Alejandría, en Egipto, que escandalizó a algunos de sus fieles predicando sobre el Hijo de Dios, del que decía que había sido “creado” en el tiempo.

Aunque el Hijo es muy superior a nosotros y por eso lo llamamos Dios, en realidad no es Dios, sostenía, sino que es una criatura, si bien la más excelente de todas ellas. Por otra parte, en los evangelios se habla de la pasión de Jesús, de su sufrimiento y de su muerte, algo incompatible, para Arrio, con la verdadera divinidad. El misterio trinitario – un solo Dios en tres Personas – se resuelve reintegrándolo en las categorías de la razón filosófica del helenismo: Hay un solo Dios, que es el Padre, y el Hijo y el Espíritu Santo son sus primeras criaturas.

 

Sínodo

 

En Nicea, concilio en el que también Arrio estuvo presente, se perfiló la doctrina católica añadiendo algunas glosas a un símbolo, o credo, que se profesaba en la iglesia de Cesarea: Creemos en un solo Dios… y en un solo Señor Jesucristo, Hijo de Dios, nacido unigénito del Padre, “es decir, de la sustancia del Padre”, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, “engendrado, no hecho”, “consustancial al Padre”, por quien todas las cosas fueron hechas… y en el Espíritu Santo.

Jesucristo no es una criatura, algo hecho, sino que es “consustancial” al Padre; es decir, es Dios como él, perteneciente al mismo nivel de ser. Nace así, con esta palabra – “consustancial” – el lenguaje propiamente dogmático de la Iglesia, que no sustituye la enseñanza de la Sagrada Escritura, sino que la interpreta de manera autorizada.

 

 

Queriendo adaptarse al helenismo, que no concebía que Dios interviniese en la historia, Arrio había desfigurado el testimonio bíblico. Nicea, sin embargo, se sirve de la filosofía de su época no para deformar, sino para preservar el mensaje original de la Escritura sobre el Hijo de Dios, sobre su auténtica divinidad.

La palabra bíblica “Hijo” referida a Jesús ha de interpretarse literalmente y no en un sentido figurado: “El Hijo es verdaderamente el Hijo. Por ello murieron los mártires, de ello viven los cristianos de todos los tiempos: solo esa realidad es permanente”, escribe al respecto J. Ratzinger.

Arrio quería conservar la pureza del concepto de Dios: “No quería exigirle a Dios que estuviese dispuesto a algo tan ingenuo como hacerse hombre. Estaba convencido de que en último término había que mantener el concepto de Dios, a Dios mismo, totalmente fuera de la historia humana. Estaba convencido de que a la postre el mundo tiene que arreglar sus asuntos él mismo, de que no puede tocar a Dios ni con la punta de los dedos y de que, desde luego, también Dios es demasiado grande como para que pudiese tener algún contacto con el mundo”, comenta también J. Ratzinger.

Pero un Dios así, lejano del mundo e indiferente a la suerte de los hombres, no es Dios en absoluto. No, desde luego, el Dios revelado en Jesucristo, en su pasión y en su cruz, que resume y vence con la luz de la pascua los sufrimientos y las pasiones, no figuradas sino dolorosamente reales, de los hombres. Por este convencimiento que se llama “fe” seguimos profesando en el credo de la Misa: “engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre”.

 

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CONCILIO DE NICEA

 

 

 

 

Guillermo Juan Morado.

 

 

El Papa León XIV ha manifestado la intención de que su primer viaje internacional como pontífice sea a Turquía, específicamente a la ciudad de Iznik (antigua Nicea), para conmemorar el 1.700 aniversario del Primer Concilio Ecuménico de Nicea, celebrado en el año 325 d.C

 

El viaje, previsto para el 20 de mayo, llegará dos días después de la misa de entronización que se celebrará en la Plaza de San Pedro.

 

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Además de su valor histórico, este viaje tiene una fuerte carga ecuménica. El Papa ha manifestado su deseo de continuar el camino del diálogo con la Iglesia Ortodoxa y ha cursado una invitación al Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, para participar en la conmemoración.

La preparación del viaje ya está en marcha, con una delegación de la Santa Sede trabajando en los aspectos logísticos y de seguridad.

 

 

Recientes exploraciones identificaron diversa evidencia que ratifica lo argumentado en el Evangelio de Juan.

¿De qué se trata?

 

Un hallazgo científico recuerda a los primeros momentos del cristianismo. Se trata de un descubrimiento que pone de nuevo sobre la mesa la relación entre la historia religiosa y el contexto físico del Santo Sepulcro, uno de los sitios más sagrados para los cristianos. Asimismo, confirma lo advertido en el Evangelio de Juan sobre el pasado de este lugar.

Según la tradición, alberga el lugar de la crucifixión, el sepulcro de Jesús y el punto de su resurrección, en la actual ciudad de Jerusalén. Estos eventos fundamentales de la fe cristiana lo convierten en un centro de peregrinación culto para millones de fieles de todo el mundo

El descubrimiento es parte de una excavación en curso desde 2022. Los hallazgos bajo la iglesia arrojan luz sobre los primeros momentos de la historia cristiana, particularmente en torno al contexto agrícola y urbano del lugar de la crucifixión de Jesús.

Durante los trabajos arqueológicos bajo el piso de la basílica, se identificaron vestigios de cultivos de olivos y vides. Lo que confirma que el terreno de la actual Iglesia del Santo Sepulcro probablemente formaba parte de un huerto en tiempos de Jesús, tal como se menciona en el Evangelio de Juan: “En el lugar donde fue crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún no había sido puesto ninguno”.

Este hallazgo no es solo un eco de las palabras bíblicas, sino una confirmación material de cómo la zona era usada antes de la construcción de la iglesia. En aquellos tiempos, durante la vida de Jesús, el área no estaba dentro de los límites urbanos de Jerusalén, por lo que era dedicada principalmente a la agricultura. Se trataba de un sitio ideal para cultivos, ya que la ciudad aún no se había expandido hasta esos límites.

La presencia de estos sembradíos, detectada mediante análisis polínicos y arqueobotánicos, también ofrece una pista de cómo se vivía en la Jerusalén del siglo I.

El área en cuestión fue una cantera activa en la Edad del Hierro, y los arqueólogos encontraron fragmentos de cerámica y otros objetos cotidianos de esa época. Con el tiempo, el terreno pasó de ser utilizado para la extracción de piedra a convertirse en un cementerio, como era habitual en esa época.

Las tumbas fueron excavadas en la roca, tal como se hacía en otros lugares cercanos. Este cambio de uso refleja la evolución del espacio, adaptado a las necesidades de cada época.

Antes de ser considerado un sitio sagrado para los cristianos, también fue utilizado como zona agrícola. Tras el abandono de la cantera, se construyeron muros bajos de piedra que delimitaban pequeñas parcelas, y el terreno fue rellenado con tierra para el cultivo; lo que lo convirtió en un huerto.

Este cambio refleja una fase de transición en la que el espacio dejó de ser industrial y pasó a tener una función más doméstica y de subsistencia. El uso agrícola, probablemente de olivos y vides, coincidió con una descripción del Evangelio de Juan, en la que se menciona un “huerto” cercano al sepulcro de Jesús.

sepulcro

La gran transformación ocurrió en el siglo IV, cuando el emperador Constantino mandó construir una iglesia sobre lo que se creía era el sitio donde fue sepultado Cristo. Así lo explica Francesca Romana Stasolla, profesora de la Universidad Sapienza de Roma e investigadora principal del proyecto, al medio The Times of Israel: “Debemos imaginar que, a medida que la cantera se abandonaba progresivamente, se excavaron tumbas a diferentes niveles. Por lo tanto, la zona albergaba varios entierros de ese período”.

Constantino seleccionó el que se veneraba como la tumba donde fue enterrado Jesús y excavó a su alrededor en la zona que corresponde a la rotonda actual, aislándolo de los demás entierros”, agregó.

El equipo de investigación descubrió una base circular de mármol bajo el edículo (la pequeña estructura que actualmente cubre el sepulcro), lo que sugiere que esta era parte de la primera monumentalización realizada por Constantino, quien fue el primero en convertir este espacio en un lugar de culto cristiano.

“Estamos realizando análisis geológicos para verificar el origen del mármol y también estamos analizando la argamasa. Ambas pruebas pueden brindarnos información importante”, expresó la especialista.

La restauración de la Iglesia

Las exploraciones recientes no solo abren una ventana al pasado, sino también permiten el trabajo arqueológico en un lugar tan importante. Durante la restauración de la iglesia, iniciada en 2019, se permitió que los arqueólogos excaven bajo el piso del edificio para estudiar las capas más antiguas, muchas de las cuales se habían superpuesto a lo largo de los siglos.

Según indicaron los expertos que trabajan en el lugar, las labores que se realizan en este sitio se están llevando a cabo con sumo cuidado, ya que sigue siendo una edificación activa de culto, donde miles de personas se reúnen a diario.

A pesar de las complejidades logísticas, los investigadores lograron documentar monedas del siglo IVrestos de alimentos de diversas épocas, y huesos de animales que nos cuentan sobre los hábitos de aquellos que visitaron y vivieron cerca del Santo Sepulcro a lo largo de los siglos.

 

Biografía de los pastorcillos de Fátima

 

LUCIA DOS SANTOS

Lucia Dos Santos nació el 22 de marzo de 1907 en el seno de una familia humilde de Aljustrel, un pequeño pueblo de pastores a 160 kilómetros de Portugal. Sus padres eran António dos Santos y María Rosa Ferreira.

Era la pequeña de siete hermanos, cinco chicas y un varón, lo que le permitía el lujo de ganarse los mimos y privilegios de su madre. Desde pequeña fue adquiriendo una gran devoción por la Virgen.

A los seis años hizo su primera Comunión, donde recibió la primera caricia de su Santísima Madre. Durante la ceremonia, una vez recibida la Comunión, se dirigió a una capilla lateral de la Iglesia dedicada a una advocación de la Virgen. Al mirarla pudo comprobar cómo la Señora le sonreía, acontecimiento que quedó fuertemente grabado es su corazón.

Lucia fue la encargada de llevar a pastorear el rebaño desde 1915, ya que así lo requerían las necesidades de la familia. A partir de 1916 sus primos Jacinta y Francisco le empezaron a acompañar en esta misión. Fue precisamente en ese año cuando empezaron a acontecer sucesos sobrenaturales; primero, las apariciones del Ángel de la Paz y, meses más tarde, las de la Virgen.

Durante el tiempo que duraban las apariciones, por ser la mayor de los tres, se encargaba de hablar con la Virgen. A pesar de significar una gran alegría, las revelaciones también supusieron un fuerte sufrimiento para la joven vidente. En primer lugar por la incomprensión por parte de su familia y la gente que le rodeaba.

 

fatima

 

Tachada de mentirosa y embustera, su madre le golpeaba  e intentaba corregirla. Ante esta situación, Lucia, angustiada, llegó a plantearse la posibilidad de que las apariciones fueran obra del diablo. No obstante, atravesados los momentos de duda, y gracias al apoyo de sus primos, siguió fiel a los mandatos de la Virgen.

Por otro lado, la Virgen le reveló que Jacinta y Francisco morirían pronto, pero que ella debía quedarse en la tierra. Pensar en que podría quedarse sola le supuso gran miedo y tristeza, pero la Señora le consoló prometiendo que siempre estaría junto a ella.

Una vez terminadas las apariciones, Lucia quiso cumplir el mandato de la Virgen y empezó a asistir a la escuela para poder aprender a leer. Gracias a su ingenio y gran memoria, pronto aprendió las primeras letras.

Pero pasadas las apariciones, la situación de Lucia no dejaba de ser la de una vidente, y así era vista por todo el mundo. El recién nombrado obispo de Leiria estaba preocupado por su situación y buscó que dispusiera de una buena educación. Así pues, el 17 de mayo de 1921 Lucia entró como educanda en el Colegio de las Hermanas de Santa Dorotea.

 

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En el Colegio, la vida intensa de piedad le llevó a plantearse su vocación. En 24 de octubre de 1925, con 18 años, inició el Noviciado como Carmelita en Tuy. Allí pasa dos años del Noviciado, para profesar el día 3 de octubre de 1928.

A fines de mayo de 1946, se le ordena volver a Portugal. Después de estar unos días, visitando y reconociendo los lugares de las Apariciones, en la Cova da Iría y en Aljustrel, es destinada a la Casa de Sardão, en Vila Nova de Gaia, cerca de Oporto.

Y, finalmente, renovando antiguos deseos de retiro y soledad, alcanza del Papa Pío Xll, la gracia de pasar al Carmelo de Santa Teresa en Coimbra, y a él llega el 25 de marzo de 1948, para llevar una vida de oración y penitencia.

Tan sólo volvió a Fátima para ocasiones especiales, como la visita del Papa Pablo VI o las de Juan Pablo II años más tarde. El 13 de febrero de 2005, poco antes de cumplir los 98 años, fallece en Coímbra con fama de santidad. A lo largo de toda su vida siguió recibiendo apariciones de la Virgen.

 

 

FRANCISCO MARTO

Francisco Marto nace en Aljustrel, Fátima, el 11 de junio de 1908 y 9 días más tarde, el 20 de junio, es bautizado. Al igual que su prima, pertenece a una humilde familia de pastores y a partir de 1916 acompaña a Lucia y a su hermana Jacinta a pastorear a las ovejas.

Recibió la primera comunión en 1916 de mano del Ángel de la Paz, junto a su hermana pequeña.

Desde pequeño fue un joven de pocas palabras, tímido y reservado. Tal vez por este motivo, y a diferencia de Jacinta, no fue gran inconveniente para él tener que ocultar a sus padres las apariciones.

 

pastorcillos Fatima

 

Durante las apariciones, Francisco no podía escuchar lo que la Virgen decía, tan sólo podía verla. A pesar de ello, llamaba la atención la devoción y el recogimiento que presentaba. Se tomó muy en serio el mandato de la Virgen de mortificarse y rezar por la conversión de los pecadores; pero su principal preocupación era la de consolar a Jesús por los pecados de los hombres.

Muy a menudo se retiraba discretamente de sus amigos para irse a rezar frente el Sagrario, donde podía pasar largas horas. La noticia de la Virgen de que iba a morir pronto le produjo gran serenidad y alegría, ya que “pronto podría estar en el Cielo”.

En diciembre de 1918 cayó víctima de una neumonía, lo que le obligó a guardar cama durante meses. Vivió su enfermedad de forma heroica, siendo un gran ejemplo para su familia, quienes admiraban la profunda devoción y el espíritu contemplativo de un niño de apenas diez años. Un día le reveló a su hermana que ofrecía todos sus sufrimientos, que no eran escasos, para consolar a Jesús.

Finalmente el 4 de abril de 1919, tras meses de larga y dolorosa enfermedad, habiendo recibido los últimos sacramentos, falleció santamente en su casa de Aljustrel, acompañado de su familia.

Su cuerpo reposa en el interior de la basílica de Fátima, junto a su hermana y su prima. San Juan Pablo II lo beatificó el 13 de mayo del año 2000 en Fátima, frente a centenares de millares de fieles. El Papa Francisco lo proclamará santo el 13 de mayo de 2017, en el centenario de la primera aparición de la Virgen.

 

 

 

JACINTA MARTO

Jacinta Marto nace en Aljustrel, Fátima, el 11 de marzo de 1910 y fue bautizada el 19 del mismo mes. Era la más pequeña de una humilde familia de pastores.

 

Alegre y jovial, Jacinta adoraba encargarse de sus labores de cuidar al ganado junto a su hermano Francisco y su prima Lucia.

Recibió la primera comunión en 1916, de mano del Ángel de la Paz. Y un año más tarde, tras la primera aparición de la Virgen fue ella quien comunicó a su madre lo sucedido, a pesar de haber prometido repetidas veces a Lucia que no contaría nada.

Jacinta FatimaLe gustaba cantar y jugar. Era de constitución débil y poseía una gran sensibilidad que le permitió desarrollar gran admiración por la naturaleza y la creación. Adoraba a su familia. Cuando fue detenida por negarse a revelar el secreto, su mayor preocupación era la de morir sin haberse podido despedir de su familia.

Las apariciones de la Virgen provocaron en ella una gran felicidad y quedó cautivada por la belleza la Santísima Virgen. Más adelante, tomando el mandato divino que le había sido revelado, desarrolló una gran preocupación por la salvación de los pecadores  y el desagravio al Corazón Inmaculado de María, que le llevaron a rezar insistentemente y realizar una la mortificación heroica. También amaba la figura del Santo Padre y rezaba por él a diario.

Amante del baile, en abundantes ocasiones después de las apariciones se negaba a realizar esta actividad para ofrecer al Señor ese sacrificio.

En diciembre de 1918 cayó enferma víctima de una neumonía. Sufría mucha sed, pero decidió no quejarse y beber para ofrecer el sacrifico por la salvación de los pecadores. Su madre familia preocupada por la salud de su hija, ya que negaba cualquier cosa que le ofrecían para comer. Dándose Jacinta cuenta del disgusto, lloró, pidió perdón a su madre y aceptó gustosamente el alimento que le ofrecía, intentando así que quedara más tranquila.

Estando en cama recibió una visita de la Virgen, que le anunció que pronto se llevaría a Francisco al Cielo. Jacinta pidió permanecer un tiempo más para poder continuar rezando por los pecadores. La Virgen le dijo que sería trasladada a un hospital, donde iba a sufrir mucho, ya que quedaría sola. La niña sufrió mucho con aquella noticia, ya que su mayor miedo era morir sin compañía, pero aceptó gustosamente.

Cuando falleció Francisco lloró mucho y no hacía otra cosa que pensar en él. Jacinta contó a su prima que en una segunda aparición la Virgen le había revelado que moriría en Lisboa sin la compañía de su familia, pero que la Virgen iría a buscarle. Las primas se abrazaron conscientes de que tal vez era la última vez que podían hacerlo. Lucia le preguntó qué iba a hacer en el Cielo, a lo que Jacinta respondió: “Voy a amar mucho a Jesús, al Inmaculado Corazón de María; pediré mucho por ti, por los pecadores, por el Santo Padre, por mis padres y hermanos, y por todas esas personas que me han dicho que pida por ellas”.

Al poco tiempo, el 21 de enero de 1920, fue trasladada efectivamente a Lisboa, donde falleció el 20 de febrero a las diez y media de la noche, sin la compañía de ninguno de sus familiares.

El cuerpo de Jacinta reposa en el interior de la basílica de Fátima, junto al de los otros dos videntes. El 13 de mayo del año 2000 fue beatificada por san Juan Pablo II; y el 13 de mayo, centenario de la primera aparición de la Virgen, será canonizada por el Papa Francisco en el lugar de las apariciones.

 

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Las apariciones de Fátima

 

Ver en Wikipedia

Santuario de Nuestra Señora de Fátima – Sitio oficial

 

 

El papado de León XIV tiene el potencial de dejar una huella imborrable en la historia de la Iglesia y del mundo

 

Con la elección de León XIV, la Iglesia Católica inicia un nuevo capítulo en su rica historia universal, esta vez en el marco un mundo globalizado y fragmentado, armado hasta los tuétanos y que pide a gritos reconciliación y paz.

A León XIV, de formación matemática, espiritualidad agustiniana y corazón social como León XIII, de quien toma el nombre, se le brinda desde ahora la oportunidad de seguir los pasos de sus predecesores y dejar una huella indeleble en la humanidad. Si Francisco, puede ser llamado el Papa de la misericordia; Benedicto XVI, el Papa de la razón; Juan Pablo II, el Papa de la solidaridad; León XIV podría pasar a la historia como el papa de la Unidad.

Su liderazgo mundial pondría un renovado compromiso hacia un cristianismo más unido y una humanidad más pacífica, que nos guíe hacia un futuro «desarmado por el amor de Dios», como nos ha dicho en su emocionante saludo inicial.

La realidad actual nos presenta desafíos que requieren un fuerte espíritu de unidad. Y León XIV es un verdadero experto en ello. Su lema episcopal, «en Él somos uno» (In Illo uno unum»), invitándonos a la unión espiritual en Cristo, lo confirma. La polarización política, la intolerancia y persecución religiosas y las injusticias sociales reclaman un papa como León XIV, quien de seguro fomentará un diálogo social constructivo en el mundo que promueva la unidad.

La voz de León XIV resonará con firmeza en toda la Tierra, llamando a los líderes políticos a la reconciliación y al entendimiento mutuo, recordando a los católicos que la fe cristiana es un vínculo amoroso con Cristo que trasciende las diferencias. León XIV tiene muy claro que una humanidad no construida desde la unidad y la paz corre el riesgo de autodestruirse. Así lo vio también su antecesor León XIII.

El pontificado misionero de León XIV inspira a todos los católicos a mirar más allá de las divisiones internas y a enfocarse en lo que realmente une a la Iglesia: el amor de un Dios encarnado que nos ha amado en extremo hasta la muerte en la cruz. La unidad no significa homogeneidad; al contrario, debe celebrarse la riqueza de la diversidad dentro de la Iglesia católica.

La búsqueda de la unidad, no solo entre los católicos, sino entre los cristianos, es otra tarea primordial y pendiente para León XIV. La división entre las diferentes denominaciones ha sido una de las realidades más persistentes en la historia de la Iglesia. Sin embargo, León XIV nos ha dejado claro que continuará la construcción de ese gran puente iniciado por sus predecesores que conecte a católicos, ortodoxos y protestantes, y trabajará sin descanso en la labor misionera compartida de encarnar el Evangelio. Estoy convencido de que este esfuerzo ecuménico será una práctica diaria del papa León XIV.

Pero la unidad no se limita a la comunidad cristiana. En un mundo donde la intolerancia y el extremismo parecen crecer, León XIV ha de erigirse, y lo conseguirá, en un gran defensor del diálogo interreligioso. Siguiendo a sus predecesores, su liderazgo alentará encuentros con líderes de otras tradiciones religiosas, creando un espacio donde se compartan valores fundamentales como la paz, la compasión, la misericordia, la apertura a la trascendencia, el respeto y la búsqueda de la verdad.

El diálogo interreligioso no solo ha de promover la unidad entre las religiones, sino que también ha de permitir abordar conjuntamente problemas globales que requieren una respuesta colectiva. La colaboración interreligiosa es clave para enfrentar desafíos como la erradicación de la pobreza extrema, el desarme, las crisis migratorias y la degradación ambiental.

Leon XIV

León XIV nos ha dejado también claro que será un defensor incansable de la paz. Promover el desarme, la resolución pacífica de conflictos y la justicia social serán pilares fundamentales de su papado, como ha insinuado en sus primeras palabras al mundo.

Al abogar por un mundo sin guerras y donde la pobreza y la desigualdad sean erradicadas, el nuevo Papa puede convertirse en un símbolo de esperanza para millones de hombres de buena voluntad, creyentes y no creyentes. Su primer mensaje nos ha inspirado a trabajar juntos por un mundo más justo y equitativo en el que los principios sociales cristianos juegan un papel importante.

En plena continuidad con Francisco, y con un toque agustiniano que nos recuerda la importancia de la ciudad de Dios, el papado de León XIV tiene el potencial de dejar una huella imborrable en la historia de la Iglesia y del mundo. Como papa de la unidad, León XIV trabajará sin descanso por un futuro donde la paz, la justicia y el amor prevalezcan.

La humanidad espera ansiosa su respuesta a este desafío monumental de su pontificado, y beneficiarse profundamente de su liderazgo en la búsqueda de una sociedad más unida y en paz. Sin duda, los cardenales han acertado en la elección de este cardenal culto y misionero, tímido y cercano, a quien a partir de ahora llamamos León XIV. Una vez más, el Espíritu Santo ha hecho una de las suyas. Y no solo porque nos haya puesto a un matemático al frente de la Iglesia en la era de la inteligencia artificial.

Rafael Domingo Oslé es catedrático de Derecho Romano de la Universidad de Navarra y acaba de publicar El sentido del cristianismo

 

"Fátima" - La película completa

Fátima, la película, (2020) de Marco Pontecorvo, vuelve a relatarnos la historia de aquellos niños pastores, Lucía dos Santos y sus primos, que durante la Gran Guerra gozaron de particulares visiones de la Virgen, con mensajes de conversión en un ambiente de creciente laicismo.

Dicho relato viene acompañado de una trama situada en 1989, y que consiste en unas conversaciones entre sor Lucía y el profesor Nichols en el carmelo de Santa Teresa de Coimbra. Estas conversaciones actualizan los milagros de Fátima, poniendo en diálogo la fe de sor Lucía (Sonia Braga) con el positivismo escéptico del profesor (Harvey Keitel).

 

En realidad, esta confrontación atraviesa toda la película, al mostrar cómo los poderosos de la comarca se oponen con todas sus fuerzas al movimiento de fe que se ha generado en el pueblo con motivo de las apariciones.

A la negación del milagro se unen aquellos que consideran que la Virgen no ha escuchado sus peticiones, y que dan más importancia a sus propias ideas que a la imponencia de los hechos sobrenaturales.

La película describe las principales características de un proceso de conversión personal, pero también comunitario, con sus noches oscuras incluidas.

La película está rodada con mucha sensibilidad y no carece de cierto lirismo. La recreación de los ambientes de época está muy cuidada y es convincente.

De la interpretación de actores cabe destacar la de la joven Stephanie Gil, española de 15 años, en el papel de la pastora Lucía, y que es sorprendentemente brillante, dada su edad. Una película notable, y que dados los tiempos que corren es un auténtico milagro. Estupendo cine familiar.

Fátima, la película

fatima peliculaDirector:      Marco Pontecorvo

País:      Estados Unidos

Año:      2020

Género:    Drama

Público:     Todos

 

Aquí puedes ver la película competa:

 

 

 

 

 

 

 

EL PAPADO EN LA IGLESIA PRIMITIVA

 

Consideramos que el papado en el cristianismo primitivo fue un período de la historia de la Iglesia entre el año 30 d.C., en el que San Pedro asumió efectivamente su papel pastoral como cabeza visible de la Iglesia, hasta el pontificado del Papa San Melquíades en 313, cuando terminó la persecución del Imperio Romano.

 

Los papas del siglo I

San Pedro murió en el año 67, en la ciudad de Roma, y fue sucedido por San Lino, luego por San Anacleto (como lo documenta San Ireneo en el siglo II), y luego por San Clemente I, en el siglo primero.

Los Padres de la Iglesia nunca negaron la primacía de Roma. Además de la Iglesia Romana, las Iglesias de Alejandría y Antioquía también eran centros importantes para el cristianismo y sus obispos tenían jurisdicción sobre ciertos territorios, pero ellos, como todas las demás Iglesias, estaban subordinados a la Iglesia de Roma.

Como informa San Ireneo, después de la muerte de Pedro, el episcopado de Pedro pasó a San Lino, cuando murió, fue a Santo Anacleto, y cuando murió, a San Clemente.

San Clemente I fue posteriormente considerado el primer Padre de la Iglesia por haber defendido públicamente a la Iglesia, la jerarquía sacerdotal y los rituales.

 

Papado - papas siglo I

historia del Papado

 

 

Hacia el año 95  San Clemente, cuarto obispo de Roma, escribió una carta a la Iglesia de Corinto para poner fin a una discordia que había estallado y que había dado lugar a la destitución de los ancianos (capítulo 47). El prestigio de la iglesia romana en este caso está implícito en el tono decidido y, en algunos casos, incluso amenazador de la carta de advertencia de Clemente, que espera la obediencia a lo que Dios dijo a través de la Iglesia de Roma (según los capítulos 47, 59 y 63):

 

“Lee la epístola del bendito apóstol Pablo. ¿Qué le escribió en el momento en que comenzó a predicarse el evangelio? De hecho, bajo la inspiración del Espíritu, les escribió sobre sí mismo, Cefas y Apolo, porque hasta entonces se habían formado grupos entre vosotros. Pero esta inclinación hacia uno por encima del otro le causó menos preocupación, ya que vuestras parcialidades fueron entonces mostradas a los apóstoles, ya de gran reputación, y a un hombre que habían aprobado.

Pero ahora reflexiona quiénes son los que te han pervertido y reducido la fama de tu famoso amor fraternal. Es vergonzoso,  sí, sumamente vergonzoso e indigno de tu profesión cristiana, que se deba escuchar que la iglesia más firme y antigua de los corintios debe, debido a una o dos personas, involucrarse en la sedición contra sus presbíteros.

Y ese rumor no solo nos llegó a nosotros, sino también a aquellos que no están conectados con nosotros; de modo que el nombre del Señor es blasfemado, mientras que el peligro también te sobreviene ”.
- Carta de Clemente a los Corintios, capítulo 47

 

La Iglesia de Roma le habla a la Iglesia de Corinto como un superior le habla a un subordinado. En el primer capítulo, el autor se disculpa de inmediato por no haber podido dedicar su atención antes a las irregularidades existentes en la lejana Iglesia de Corinto. Esto demuestra claramente que la vigilancia cristiana primitiva y la preocupación de la comunidad por la comunidad no fueron los únicos que inspiraron la redacción de la carta. Si ese fuera el caso, una disculpa por entrometerse en la controversia estaría en orden.

Pero el obispo de Roma considera que es un deber tratar el asunto y considera pecado de su parte si no le obedecen:

 

“Sin embargo, si alguien desobedece las palabras pronunciadas por Él a través de nosotros (Iglesia de Roma), hágale saber que estará involucrado en transgresión y grave peligro; pero seremos inocentes de este pecado y desearemos que el Creador de todo conserve sin interrupción el número calculado de Sus elegidos en todo el mundo...”.
- Carta de Clemente a los Corintios, capítulo 59

 

Este tono no puede explicarse adecuadamente sobre la base de las estrechas relaciones culturales que existen entre Corinto y Roma, sino sobre la base de la relación de autoridad de la Iglesia de Roma sobre Corinto.

“Nos darás alegría y placer si te sometes a lo que hemos escrito por el Espíritu Santo, cortando la ira que nace de los celos, en línea con el pedido de paz y armonía que te hacemos para esta carta. Enviamos hombres fieles y discretos, cuya conversación desde la juventud hasta la vejez ha sido impecable entre nosotros, serán testigos entre vosotros y nosotros. Esto lo hicimos para que pueda saber cuál era toda nuestra preocupación y que pueda estar en paz rápidamente ".
- Carta de Clemente a los Corintios, capítulo 63

 

En resumen sobre este incidente, San Ireneo (130-202), obispo de Lyon, describe los acontecimientos del siglo I en su obra del siglo II:

“En el pontificado de Clemente surgieron serias divergencias entre los hermanos de Corinto. Por eso la Iglesia de Roma envió a los Corintios una carta muy importante para reunirlos en paz, reavivar su fe y reconfirmar la tradición que habían recibido recientemente de los apóstoles, es decir, la fe en el único Dios omnipotente, el Creador de la el cielo y la tierra, el Creador del hombre, que trajo el diluvio y llamó a Abraham, que dirigió al pueblo de la tierra de Egipto, habló con Moisés, estableció la ley, envió a los profetas y preparó fuego para el diablo y sus ángeles. . "
- Contra las herejías, libro 3, capítulo 3, versículo 3. [4]

 

Roma era consciente de su autoridad y de la responsabilidad que esto implicaba; Corinto también lo reconoció y se inclinó ante ella. El hecho de que la carta fuera muy respetada y leída con regularidad no solo en Corinto, sino también en otras iglesias, tanto que llegó a ser considerada por algunos como inspirada, implica la existencia en la conciencia de los cristianos no romanos de una estima por Iglesia romana como tal, que reconoce una posición superior.

La autoridad de Clemente como obispo de Roma acaba corroborando la auténtica afirmación de la Iglesia católica de que estas acciones revelan que, desde temprana edad, la Sede de Roma (y su obispo, que es el Papa) tenía primacía sobre los cristianos.

 

Como narra el historiador Eusébio de Cesarea, Clemente, después de nueve años de pontificado (88-97) “pasó el sagrado ministerio a Evaristo”, y cuando murió, se lo pasó a Alejandro I. Y en el año 107, durante el pontificado de Alejandro, una carta había sido escrita a la Iglesia de Roma por San Ignacio, tercer obispo de Antioquía, quien envió otras cinco cartas a cinco iglesias antes de ser martirizado y devorado por bestias.

San Ignacio de Antioquía, en su Carta a los Romanos, también atribuye a la Iglesia de Roma epítetos insólitos, honorables. Mientras Ignacio amonesta y advierte a los miembros en sus Epístolas a las otras Iglesias, en su Carta a los Romanos solo expresa peticiones respetuosas: En su prólogo, Ignacio describe la iglesia de Roma como “digna de Dios, digna de honor, digna de felicitaciones, digno de alabanza, digno de éxito, dignamente puro y preeminente en amor ”.

El tratamiento que le da a la Iglesia en Roma es: “a la Iglesia que preside en la Región de los Romanos”. La Iglesia de Roma presidió las demás Iglesias, es decir, que su Obispo era el jefe de la Iglesia Católica diseminada por todo el mundo:

“Ignacio, también llamado Teóforo, a la Iglesia que recibió misericordia por la grandeza del Padre Altísimo y de Jesucristo su único Hijo, Iglesia amada e iluminada por la voluntad de Aquel que eligió a todos los seres, es decir, según la fe y la caridad de Jesucristo nuestro Dios, ella que también preside en la región de los romanos, digna de Dios, digna de honra, digna de ser llamada bienaventurada, digna de alabanza, digna de éxito, digna de pureza, y que preside con caridad en observancia de ley de Cristo y que lleva el nombre del Padre. Yo también os saludo en el nombre de Jesucristo, hijo del Padre ".
- Carta de Ignacio a los Romanos, prólogo

 

Estas declaraciones prueban que Ignacio, obispo de una de las iglesias más grandes que existieron, a principios del siglo II, al menos atribuyó a la Iglesia de Roma la precedencia universal en prestigio y honor.

Según la lista de San Ireneo del siglo II, cuando el Papa Alejandro I murió después de 8 años de pontificado (107-115, como narra Eusébio de Cesarea en Historia Eclesiástica IV, 1) fue sucedido por Sixto I (115-126), y éste por San Telésforo (126-137), y luego San Higinio.

 

by Gabriel Larrauri - www.primeroscristianos.com

 

+ INFO –

Historia del Papado – El primado de san Pedro en la Iglesia primitiva

Ver San Pedro en Wikipedia 

 

León XIV: «El mal no prevalecerá»

 

El sucesor de Francisco ha sido elegido en la cuarta votación del cónclave. Robert Prevost, el primer Pontífice estadounidense de la historia, ha mandado un mensaje de unidad desde la Plaza de San Pedro

 

Los 133 cardenales electores han elegido al cardenal Robert Francis Prevost, el primer papa norteamericano y agustino de la historia: El Papa 267º de la Iglesia Católica ha elegido el nombre de León XIV. Tiene 69 años.  Se le conoce como una persona pragmática, carismática y esquiva.

Puentes de diálogo 

Robert Prévost, el Papa León XIV, ha salido al balcón del Vaticano a las 19.22 horas. Se ha dirigido en italiano por primera vez a las 45.000 personas congregadas en la Plaza de San Pedro y a los 1.600 millones de católicos en el mundo dando las gracias al Papa Francisco y rezando por la paz. "Queremos ser una Iglesia sinodal", ha anunciado desde el balcón central de San Pedro, informa Europa Press.

En su primer discurso y bendición "Urbi et orbi" ha reclamado también una Iglesia misionera y acogedora que construya "puentes de diálogo para ser un sólo pueblo, siempre en paz". De ascendencia española y nacionalidad también peruana, ha utilizado el español para recordar a los fieles de la diócesis de Chiclayo, en Perú.

En varias ocasiones expresó su agradecimiento al Papa Francisco. 

 

"Queridísimos hermanos y hermanas. Este es el primer saludo del Cristo resucitado, el buen pastor que dio la vida por la gracia de Dios. Me gustaría que este saludo de paz entrase en su corazón y a todas las familias, en toda la Tierra", comenzó Prevost. "La paz esté con ustedes".

 

"Esta es la paz de Cristo resucitado, una paz desarmada y desarmante. También perseverante. Viene de Dios, que nos ama a todos incondicionalmente. Todavía conservamos en nuestros oídos esa voz débil pero siempre valiente del papa Francisco, que bendecía a Roma", siguió León XIV.

A los 22 años ingresó en los agustinos 

El Cardenal Robert Francis Prevost, O.S.A., Prefecto del Dicasterio para los Obispos, Arzobispo-Obispo Emérito de Chiclayo, nació el 14 de septiembre de 1955 en Chicago, Illinois, Estados Unidos. En 1977 ingresó en el noviciado de la Orden de San Agustín (O.S.A.), en la provincia de Nuestra Señora del Buen Consejo, en San Luis. El 29 de agosto de 1981 profesó sus votos solemnes. Estudió en la Unión Teológica Católica de Chicago, graduándose con una licenciatura en Teología.

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Licenciado en Derecho Canónico y misionero en Perú 

A la edad de 27 años fue enviado por la Orden a Roma para estudiar Derecho Canónico en la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino (el Angelicum). Recibió la ordenación sacerdotal el 19 de junio de 1982. Obtuvo la Licenciatura en 1984, luego fue enviado a trabajar en la misión de Chulucanas, en Piura, Perú (1985-1986). En 1987 obtuvo el Doctorado con la tesis: “El papel del prior local de la Orden de San Agustín”.

En el mismo año fue elegido director de vocaciones y director de misiones de la Provincia Agustiniana de “Mother of Good Counsel” en Olympia Fields, Illinois (EE.UU.). En 1988 fue enviado a la misión de Trujillo como director del proyecto de formación conjunta de los aspirantes agustinos de los Vicariatos de Chulucanas, Iquitos y Apurímac. Allí fue prior de la comunidad (1988-1992), director de formación (1988-1998) y maestro de los profesos (1992-1998). En la Arquidiócesis de Trujillo fue vicario judicial (1989-1998), profesor de Derecho Canónico, Patrística y Moral en el Seminario Mayor “San Carlos y San Marcelo”.

En 1999 fue elegido prior provincial de la Provincia “Madre del Buen Consejo” (Chicago). Después de dos años y medio, el Capítulo General Ordinario lo eligió Prior General, ministerio que la Orden le confió de nuevo en el Capítulo General Ordinario de 2007.

Administrador apostólico de la Diócesis de Chiclayo

En octubre de 2013 regresó a su Provincia (Chicago) para ser maestro de los profesos y vicario provincial; cargos que ocupó hasta que el Papa Francisco lo nombró, el 3 de noviembre de 2014, administrador apostólico de la Diócesis de Chiclayo (Perú), elevándolo a la dignidad episcopal de obispo titular de la Diócesis de Sufar. El 7 de noviembre tomó posesión canónica de la Diócesis en presencia del Nuncio Apostólico James Patrick Green;

Fue ordenado obispo el 12 de diciembre, festividad de Nuestra Señora de Guadalupe, en la Catedral de su diócesis. Es obispo de Chiclayo desde el 26 de septiembre de 2015. Desde marzo de 2018 es segundo vicepresidente de la Conferencia Episcopal Peruana. El Papa Francisco lo nombró miembro de la Congregación para el Clero en 2019 y miembro de la Congregación para los Obispos en 2020. El 15 de abril de 2020, el Papa lo nombró Administrador Apostólico de la diócesis del Callao.

Prefecto del Dicasterio para los Obispos

Desde el 30 de enero de 2023 es Prefecto del Dicasterio para los Obispos y Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina. El 6 de febrero de 2025, el Santo Padre Francisco lo promovió a la Orden de Obispos, asignándole el Título de Iglesia Suburbicaria de Albano. Creado y proclamado Cardenal por el Papa Francisco en el Consistorio del 30 de septiembre de 2023 de la Diaconía de Santa Mónica.

Es miembro: de los Dicasterios: para la Evangelización, Sección para la primera evangelización y las nuevas Iglesias particulares; para la Doctrina de la Fe; para las Iglesias Orientales; para el clero; para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica; para la Cultura y la Educación; para textos legislativos. de la Comisión Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano.

 

Proviene de una familia con raíces europeas 

El papa León XIV proviene de una familia con raíces europeas. Su padre, Louis Marius Prevost, tenía ascendencia francesa e italiana y se desempeñaba como catequista, lo que influyó en la vocación religiosa de su hijo. Su madre, Mildred Martínez, era de origen español y conocida por su hospitalidad, especialmente al recibir a sacerdotes en su hogar durante la infancia de Robert

Mildred Agnes Martínez, madre del Papa León XIV (Robert Francis Prevost), fue una figura fundamental en su vida y formación religiosa. Nacida en Chicago, era hija de padres originarios de Luisiana y una de seis hermanas, dos de las cuales se convirtieron en religiosas. Mildred estudió Biblioteconomía en la Universidad DePaul, obteniendo su licenciatura en 1947 y una maestría en Educación dos años después.

Unos padres de profundas raíces católicas 

Su compromiso con la Iglesia Católica fue notable. En la parroquia de St. Mary of the Assumption, en el sur de Chicago, Mildred fue una presencia constante: cantaba en el coro, presidía la Sociedad del Altar y del Rosario, y ayudaba a establecer la biblioteca parroquial junto a su esposo, Louis Marius Prevost. También trabajó como bibliotecaria en instituciones católicas como la Catedral del Santo Nombre y la escuela secundaria Mendel Catholic.

Además de su labor profesional, Mildred era conocida por su hospitalidad. Durante la infancia de Robert, su hogar era frecuentado por sacerdotes atraídos por sus deliciosos platillos, lo que contribuyó a crear un ambiente profundamente católico que influyó en la vocación de su hijo .

Mildred falleció en 1990, pero su legado perdura en la vida y obra de su hijo, quien ha destacado su influencia en su camino espiritual y pastoral.

El padre de Robert Francis Prevost, actual Papa León XIV, fue Louis Marius Prevost. De ascendencia francesa e italiana, Louis Marius desempeñó un papel significativo en la formación religiosa de su hijo. Se dedicó como catequista, contribuyendo activamente a la vida parroquial en Chicago. Su compromiso con la fe y la comunidad católica influyó profundamente en la vocación sacerdotal de Robert Prevost .

Louis Marius Prevost y Mildred Martínez formaron una familia profundamente católica, criando a sus hijos en un entorno donde la fe y el servicio a la Iglesia eran valores fundamentales.

León XIII fue el Papa de la Doctrina Social de la Iglesia

El último Papa que eligió el nombre de León, Leon XIII es un detalle significativo. Fue el 256.º papa de la Iglesia Católico.  Su pontificado, de veinticinco años de duración, se desarrolló entre los años 1878 y 1903. Fue el Papa que impulsó la Doctrina Social de la Iglesia.

 

 

 

 

 

10 de noviembre

SAN LEÓN MAGNO, PAPA Y DOCTOR

  († 461)

 

La soberana personalidad de San León Magno es, en realidad, tan grandiosa, que apenas sabemos de él más datos —olvidados los de su infancia, educación y juventud— que los gigantes de su pontificado.Debió nacer en los primeros años del siglo V o finales del anterior, época crucial y erizada de problemas, donde habían de brillar sus dotes excepcionales.

 

Parece que fue romano, (tusco le llama el Liber Pontificalis), y bien lo manifiesta el fervor con el que habla en sus discursos de aquella Roma imperial sublimada por el cristianismo, que llama su patria:

"La que era maestra del error se hizo discípula de la verdad... Y aunque, acumulando victorias, extendió por mar y tierra los derechos de su imperio, menos es lo que las bélicas empresas le conquistaron, que cuanto la paz cristiana le sometió. Y cuanto más tenazmente el demonio la tenía esclavizada, tanto es más admirable la libertad que le donó Jesucristo."

 

En el año 430 era ya arcediano de la iglesia papal, cargo que solía llevar la sucesión en el Pontificado. Y ya para entonces eran admiradas su sabiduría teológica, su elocuencia magnificente y su diplomacia habilísima.

En una legación a las Galias donde se preparaba la infecunda victoria de los Campos Cataláunicos sobre las hordas de Atila, le sorprendió la muerte del papa San Sixto III y su elevación al trono pontificio, acogida con grandes aclamaciones por el pueblo romano. Era el 29 de septiembre del 440.

Puso mano inmediatamente a la restauración de la disciplina eclesiástica, al fomento del culto católico y la liturgia, y a la enseñanza de los dogmas y su defensa, con tanta elocuencia y sabiduría como nos lo demuestran los discursos y cartas que de él conservamos.

La carta XV fue escrita a Santo Toribio de Astorga, que le consultó el modo de obrar con los herejes priscilianistas.

Aquellos días de San León Magno eran tan agitados y trágicos en la cristiandad, con violentas polémicas y herejías internas, como en el exterior, combatidos ambos imperios de Oriente y Occidente por las terribles invasiones de los bárbaros del Norte. En ambas situaciones la figura del Pontífice es soberana, grandiosa y eficaz.

 

 

 

Ecos de las herejías que desembocaron en Nestorio y fueron condenadas en Efeso, eran las de Eutiques, que sucumbían al error contrario. Si Nestorio afirmaba que en Cristo había dos personas distintas, la humana y la del Verbo divino, que habitaba en el hombre como en un templo, y la unidad divina y humana no era mayor, según él, que la del esposo y la esposa unidos en una carne, Eutiques ponía en Jesucristo tal unidad que la persona humana estaba absorbida, fundida, convertida en la divina, quedando después de la unión solamente una naturaleza: es lo que se llamaba el monofisitismo.

Agriando polémicas y rivalidades de Alejandría y Constantinopla, la disputa se envenenó, y por añadidura se hizo intervenir en ella a las potestades civiles de los emperadores, entonces ya no poco entremetidos en los asuntos eclesiásticos.

Estalló violenta la cuestión en un sínodo celebrado en Efeso el año 449. Ya el año anterior, en un sínodo regional convocado por Dióscoro, patriarca de Alejandría, hizo una razonada acusación contra Eutiques el docto y bravo obispo Eusebio de Dorilea. Un poco rezagado se presentó al fin Eutiques. Era archimandrita o superior de un gran monasterio cercano a la metrópoli: vino rodeado de muchos de sus 300 monjes y de soldados de la corte imperial.

Fue condenado, pero no se sometió: promovieron algaradas, llenaron la ciudad de pasquines y apelaron al Papa, primero Eutiques con Dióscoro, sucesor de San Cirilo de Alejandría, que con su ciencia y prestigio pudiera haber zanjado la cuestión. Luego se les une el eunuco Crisafio, favorito del emperador, y destierran al patriarca Flaviano, que a duras penas logró enviar también su informe al Papa, que hábilmente demoraba la respuesta para ganar tiempo e informarse.

Escribió muy hábiles cartas a Eutiques, al mismo emperador, prometiendo un dictamen, que al fin fue la famosa Carta dogmática a Flaviano, de 13 de junio de 449, Magnífico y definitivo estudio teológico, que dejaba definida la cuestión y condenado el monofisitismo y afirmada la unión hipostática de las dos naturalezas en una sola persona divina.

No se aquietan los herejes ni los políticos. Convocan un nuevo sínodo en Efeso a los dos meses. El emperador impone la presidencia de Dióscoro y tiene como guardias armados a los monjes que acaudilla el fanático Bársumas. No se deja intervenir a los legados pontificios ni se lee la Epístola dogmática; son excluidos Flaviano y Eusebio, y, aterrados, votan la absolución de Eutiques 135 Padres conciliares.

Y aún no les basta: convocan nuevo Sínodo con mayores violencias: deponen al patriarca Flaviano y a Teodoreto de Ciro y Eusebio de Dorilea, defensores de la ortodoxia. Los ánimos se exaltan: alborotan los monjes, dan alaridos los herejes, arrastran los soldados al patriarca, llévanlo al destierro: a duras penas pueden huir los legados pontificios. Uno de ellos corre a San León Magno y le informa. También, antes de morir, Flaviano protesta ante el Pontífice.

León Magno escribe su epístola 93, en la que condena lo ocurrido y califica al sínodo de latrocinio efesiano, frase enérgica con la que pasó a la historia el inválido conciliábulo.

Intenta el Papa sosegar los ánimos; escribe a Teodosio II y a Pulqueria, emperadores de Oriente; procura la intervención de Valentiniano III, emperador de Occidente.

Pero con valor declara nulo cuanto se hiciera en los pasados sínodos, defiende a Flaviano y condena nuevamente las violencias de Dióscoro, que se apoyaba en Crisafio, favorito dominante del emperador.

La Providencia quiso remediar la situación y se vio clara la tragedia de los perseguidores de la recta doctrina. Crisafio, el eunuco, cayó en desgracia y fue ajusticiado, el emperador tuvo una caída mortal de su caballo. La emperatriz se casó con Marciano, hombre de paz que reprimió la audacia y violencias de los heresiarcas y llamó del destierro a los obispos perseguidos.

Inmediatamente escriben a San León Magno, haciéndole homenaje de admiración y obediencia, y le piden la convocación de un concilio ecuménico.

Realmente no hacía falta, respondió el Papa, puesto que ya la fe estaba definida en su Epístola dogmática. Pero accedió para mayor esplendor de la fe y solemne ratificación de sus definiciones: designó a sus legados, dos obispos y dos presbíteros, Lucencio, Pascasio, Basilio y Bonifacio. No admitió la legitimidad del patriarca Anatolio, entronizado en Constantinopla a la muerte de Flaviano, si antes no firmaba la sumisión a las decisiones papales; y dejó una presidencia subsidiaria a los emperadores para mantener el orden y prevenir los alborotos de los herejes. Se sometió el patriarca nuevo y asistió en la presidencia a los legados pontificios.

El concilio, IV de los ecuménicos, se congregó en Calcedonia en octubre del 451. Asistieron 630 padres conciliares, de ellos cinco occidentales, dos africanos y los demás orientales. Más los representantes del Pontífice.

Ya en la primera sesión se presentó altanero Dióscoro con quince egipcios de su herejía, y tuvo la audacia de acusar al Papa: latravit, dicen expresivamente las actas, ladró contra San León Magno, pidiendo su excomunión. Se levanta Eusebio de Dorilea y con enérgica y documentada elocuencia venera al Papa, acusa a Dióscoro, que, viéndose en evidencia y rechazado por la inmensa mayoría, prorrumpe con los suyos en denuestos e injurias y acusa de nestorianos a los mejores paladines de la fe. Y al momento la asamblea propone el enjuiciamiento de Dióscoro y sus adeptos.

Magnífica la segunda sesión, confesó la fe de Nicea, ratificó los doce anatemas de San Cirilo y, al terminar la lectura aclamada de la Epístola dogmática de San León Magno, prorrumpió en la famosa profesión de fe todo el Concilio.

 

—Esta es la fe católica. Pedro habló por boca de León: Petrus per Leonem locutus est.

 

Frase lapidaria que ha quedado como aclamación de la infalibilidad pontificia y acatamiento a su autoridad apostólica.

En las siguientes sesiones se condenó la herejía y la violencia de Dióscoro: el emperador le condenó al destierro, lo mismo que a Eutiques y los suyos.

Solemnísima fue la sesión sexta, con la presencia de los emperadores Marciano y Pulqueria. Se hizo solemne profesión de fe y de acatamiento al Papa. Marciano pronunció un discurso que había de emular al del emperador Constantino en el primer concilio universal, que fue el de Nicea: con elocuencia habló de la paz y de poner término a las discusiones y polémicas doctrinales.

Con ello se daba por terminado el concilio y los legados papales se retiraban, Pero quiso Marciano que se aclararan algunos puntos personales y de disciplina. En mal hora, pues subrepticiamente se incluyó entre los 28 cánones uno que, indudablemente, parecía igualar las sedes de Roma y de Constantinopla. Llegadas las actas a Roma, protestaron los legados, y San León Magno solamente aprobó las decisiones dogmáticas y doctrinales.

Había salvado la fe ortodoxa con su autoridad, ciencia y prestigio San León Magno. Ahora le tocaba salvar a Roma.

Mientras acaba con sus aclamaciones el concilio de Calcedonia, ya por el norte de Italia avanzaban, entre incendios, matanzas y desolación, los bárbaros hunos acaudillados por el feroz Atila; las frases consabidas de que "donde pisaba su caballo no renacía la hierba" y de que era "el azote de Dios" vengador de la disolución y pecados del imperio lascivo y decadente, encierran una realidad absoluta.

Vencida la barrera del Rhin, atravesados los Alpes, cruzando el Po, ya acampaban junto a Mantua las hordas bárbaras. En Roma todo era confusión, terrores y gritos de pánico. Sólo había una esperanza: la elocuencia y valor del Papa.

Se puso en camino hacia el Norte: algún senador y cónsul le acompañaban, tímidos, a retaguardia.

 

San León Magno - 10 de noviembre

 

 

Y el Pontífice intrépido, revestido de pontifical y llevando el cruzado báculo en sus manos, se presenta en el campamento mismo de Atila: le pide piedad y, más, le intima la paz. Estupefacto el bárbaro caudillo le escucha y le atiende y hasta ordena la retirada, ante el pasmo de bárbaros y romanos.

Apoteósico fue el recibimiento del liberador en Roma. Grandes solemnidades y pompas triunfales lo celebraron.

Y para memoria perenne hizo San León fundir la broncínea estatua de Júpiter que señoreaba el Capitolio y labrar con sus metales una estatua de San Pedro, que es la que hoy se venera con ósculos en su pie a la entrada de la basílica principal del Vaticano.

Pero Roma no había escarmentado: seguía la corrupción, los juegos lúbricos, los espectáculos indecorosos, los desmanes de lujo y de procacidad hasta en las mismas aulas imperiales.

San León se quejaba y auguraba nuevos castigos vindicadores de la divinal justicia.

En un sermón del día de San Pedro, que siempre lo predicaba con un imponente estilo, noble y elegante, se quejaba de que, aun en aquella romana solemnidad, asistían más gentes a las termas y anfiteatros que a la basílica pontifical. Y les aplicaba la execración amenazadora del profeta: "Señor, le habéis herido y no quiso enterarse; le habéis triturado a tribulaciones, y no entiende la advertencia del castigo".

Y no se hizo esperar la nueva y más tremenda catástrofe.

Ahora venía del Sur: eran los vándalos terribles, cuyo nombre aún se repite como expresión de bárbaras mortandades y humeantes ruinas. Devastada el Africa de San Agustín, ocupadas las islas periféricas, desembarcados en la misma Italia, avanzaban sembrando la desolación y la muerte.

Pánico en Roma: desbandadas fugitivas encabezadas por el emperador Patronio Máximo, que asesinó a Valentiniano III y forzó a su viuda Eudoxia a unirse con él en apresurado matrimonio. Nada extraño que ella, desesperada, llamara al vándalo Genserico, ofreciéndole a Roma con sus puertas desguarnecidas.

 

 

No dio tiempo al Pontífice a salirle al encuentro como a Atila; pero aún pudo presentarse al invasor y rogarle que, al menos, respetara las vidas y no incendiara la urbe. Así lo concedió; pero en quince días que duró la invasión es incalculable el número de atropellos, saqueos, depredaciones y desmanes que saciaron la voracidad y fiereza de aquellos vándalos. Era la primavera del 455: en su retirada se llevó cautivas a la emperatriz y sus hijas.

Los seis años que aún le quedaban de vida y pontificado los empleó el gran Papa en restaurar las ruinas y continuar su obra de disciplina y apostolado. Primeramente aún tuvo el rasgo de enviar sus presbíteros y limosnas al Africa desolada. Y en Roma predicó la caridad, más aún con sus crecidas limosnas que con sus sermones apremiantes.

Luego su labor de restauración de las tres grandes basílicas romanas y la erección de nuevos templos, dotándolos de vasos y ornamentos sagrados, y puso guardas fijos en los sepulcros de San Pedro y de San Pablo, que la ferocidad de los tiempos profanaba y saqueaba.

Celebraba con mayestática devoción las funciones litúrgicas y dejó su impronta en la misa, según recuerda el Liber Pontificalis, añadiendo palabras venerandas, como el Hostiam sanctam... rationabile sacrificium, y, sobre todo, no pocas oraciones, que, aun hoy, revelan en grandes festividades su intervención, estilo y sapiencia teológica.

Predicaba en las solemnes festividades, y aún se recuerdan, intercalados en el Breviario que diariamente rezan los sacerdotes, fragmentos de sus homilías y panegíricos, que admiran por el cursus o ritmo cadencioso y sonoro de su retórica prosa, siempre densa de majestad y doctrina. Sus 96 sermones y 143 cartas que nos han quedado son el broncíneo monumento que se erigió como Pontífice máximo.

El 10 de noviembre del 461 murió santamente. Había amplificado el culto, definido la fe, exaltado el primado pontificio en la universal Iglesia, hasta reconocido en las más famosas del Oriente, salvado a Roma incólume una vez, sin sangre y llamas otra. Subía el gran doctor a la Iglesia celestial, mientras la terrena iba a sufrir los desgarramientos e incursiones que abrían los tiempos de la más fervorosa cristiandad del Medievo.

JOSÉ ARTERO

 

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