Cuando murió San Esteban I, en 257, le sucedió San Sixto II. Gobernó la Iglesia durante un año (257-258) y, en ese tiempo, sembró la paz y la unidad dentro de la Iglesia de Cristo.
Eusebio en "Historia Eclesiástica" VII, 9 nos entrega una carta de San Dionisio, Obispo de la Iglesia de Alejandría, a San Sixto II de Roma sobre el caso de un hombre que, al parecer, había sido bautizado inválidamente por herejes, pero que durante muchos años asistió a los sacramentos de la Iglesia. En él dice que necesita el consejo de San Sixto II y ruega su decisión (gnomen), para que no caiga en el error (dedios me hara sphallomai).
Sixto II fue decapitado por la milicia durante una ceremonia clandestina que celebró en un cementerio de la Vía Apia. Al mismo tiempo, seis de los siete diáconos que lo rodeaban fueron ejecutados.
Solo el diácono san Lorenzo, su tesorero, se salvó algún tiempo, al que dejaron cuatro días para entregar los bienes de la Iglesia.
A partir de ahí el emperador Valeriano estableció la pena de muerte "sin juicio, solo con verificación de identidad" contra obispos, sacerdotes y diáconos de religión cristiana.
El Papa San Dionisio también extendió su cuidado a los fieles de tierras lejanas. Cuando los cristianos de Capadocia estaban en gran angustia por los saqueos de los godos, el Papa envió una carta de consuelo a la Iglesia de Cesarea y envió una gran suma de dinero por mensajeros para la redención de los cristianos esclavizados.
Después de la muerte de San Dionísio, San Félix I fue elegido su sucesor y también ejerció el cargo de Primado. En Antioquía, Pablo de Samosata, obispo de la Iglesia de Antioquía, había negado la personalidad del Logos, diciendo que sólo la Sabiduría divina se encarnó. En 264, los obispos de Siria, Palestina y Asia Menor se reunieron en sínodo y condenaron la herejía de Pablo. Debido a que persistió en sus errores, en un segundo y luego en un tercer sínodo se reunieron y, finalmente, fue depuesto y excomulgado. Domnus fue designado como reemplazo, pero Pablo se negó a desalojar la residencia episcopal. Los obispos apelaron al emperador Aureliano, que estaba en Antioquía en ese momento.
Habría sido sencillo para el emperador resolver el asunto en ese momento y ordenar que Domnus fuera instalado como patriarca de Antioquía. En vez de eso,le pidió a Roma que decidiera quién debería ser el patriarca. San Félix eligió a Domnus.
El incidente prueba que incluso los propios paganos sabían bien que la comunión con la sede romana era el sello distintivo de todas las iglesias cristianas.
¿Por qué Aureliano se dirigió a Roma para tomar una decisión? ¿Por qué resolvió la controversia de una manera que sería una afrenta impresionante para los obispos orientales y su autoridad? A menos que reconocieran la jurisdicción universal del Papa. Eso fue lo que hicieron. Ninguno objetó. El asunto quedó resuelto. “Roma locuta est” (Roma ha hablado).
Foto Cecill Torres
San Félix I murió, y san Eutiquiano le sucedió, y durante su pontificado, tras la muerte del emperador Aureliano en 275, la Iglesia disfrutó de una larga tregua de las persecuciones del Imperio Romano pagano.
Cuando San Eutiquiano murió en 283, San Cayo fue nombrado su sucesor, y tras su muerte en 296, San Marcelino le sucedió, y durante su pontificado, ese largo período de tranquilidad en la Iglesia terminó con una nueva y sangrienta persecución de Imperio Romano contra los cristianos por el emperador romano Diocleciano.
En 303, el emperador Diocleciano y sus colegas Maximiano, Galério (293-311) y Constancio Cloro (293-306) emitieron una serie de edictos en los que revocaron los derechos legales de los cristianos y exigieron que cumplieran con las prácticas religiosas tradicionales.
Los soldados cristianos tuvieron que dejar el ejército, se confiscaron las propiedades de la Iglesia, se destruyeron los libros sagrados y se prohibieron las funciones religiosas. Además, los cristianos se vieron obligados a renunciar a su fe, bajo pena de ser condenados a muerte. La propia esposa de Diocleciano, Prisca, y su hija Valeria, ambas cristianas, se vieron obligadas a adorar a las deidades paganas. Marcelino murió en el segundo año de la persecución, en 304.
La persecución de Diocleciano continuó con una severidad inquebrantable. Después de la abdicación de Diocleciano en 305 y la ascensión de Majencio al trono de César en Roma en octubre del año siguiente, los cristianos de la capital volvieron a disfrutar de una paz relativa.
Sin embargo, se causó un grave desorden en la Iglesia de Roma, y pasaron casi dos años antes de que se eligiera un nuevo Obispo de Roma, hasta que finalmente, en 308, San Marcelo I fue elegido para el cargo. En Roma, Marcelo encontró a la Iglesia en la mayor confusión.
Se confiscaron lugares de reunión y algunos lugares de enterramiento de los fieles y se interrumpió la vida normal y las actividades de la Iglesia, debido al gran número de miembros más débiles que habían caído durante el largo período de persecución activa. Murió en 309, después de 7 meses de pontificado, y luego fue sucedido por San Eusebio,que murió en el mismo año (309), después de 6 meses de pontificado.
Luego llegó al episcopado san Melquíades. Durante su gobierno, Melquíades sufrió la persecución de los cristianos por parte del emperador Majencio.
El emperador Constantino, también conocido como Constantino el Grande (el Grande) o Constantino I, nació en 274 y murió en 337, fue emperador durante 31 años: del 306 al 337. Era hijo de Constancio Cloro y Helena, una cristiana que se convirtió en santa Elena.
Se casó con Faustina, hija de Maximiliano Hércules. A principios del siglo IV, el cristianismo ya estaba extendido por casi todo el mundo, penetrando incluso en la clase noble y muy perseguido por los emperadores que intentaron a toda costa, con el poder de las armas, destruir el poder de la fe, pero no pudieron.
Después de la muerte del emperador Galerio, el poder se dividió entre Magencio, que se hacía llamar emperador, y Constantino, aclamado como emperador por los soldados. Los dos ambicionaban por el poder absoluto, y su lucha terminó el 28 de octubre de 312, en la batalla del Puente de Milvi0.
Según los cronistas del siglo IV Eusébio de Cesarea y Lactâncio, la batalla marcó el comienzo de la conversión de Constantino al cristianismo.
Eusebio de Cesarea informa que Constantino y sus soldados tuvieron una visión del Dios cristiano prometiéndoles la victoria si mostraban el signo de Chi-Rho (☧), las dos primeras letras del nombre de Cristo en griego, en sus escudos. El Arco de Constantino, erigido para celebrar esta victoria, atribuye en sus relieves e inscripciones a la intervención divina.
Este había sido un hito para su conversión, que no sucedió de la noche a la mañana, porque no se bautizó hasta 337, al final de su vida. Para bien o para mal, su renuencia a abrazar a Cristo públicamente en el bautismo probablemente se basó en su deferencia a la agenda política romana. Fue bautizado poco antes de su muerte inminente. Sin embargo, si juzgamos a Constantino por sus acciones, parece haber sido un gran defensor del cristianismo.
Después de su victoria contra Magencio, en 313 dio libertad de culto a los cristianos con el llamado Edicto de Milán:
“Debemos anular completamente todas las retractaciones contenidas en decretos anteriores, concernientes a los cristianos (restricciones odiosas e indignas de nuestra clemencia) y dar total libertad a quienes quieran practicar la religión cristiana ”.
Era el Sumo Pontífice en ese momento, San Melquíades, Obispo de toda la Iglesia Universal, el 32 ° Papa, teniendo a Pedro como el 1 °. Entonces, no hace falta decir que Constantino es el fundador de la Iglesia de Cristo, solo dio libertad a los cristianos, poniendo fin a dos siglos y medio de persecución y martirio. Así, San Melquíades pasó de Papa de la persecución a Papa de la libertad cristiana. Cuando San Melquiades murió en 314, San Silvestre I fue elegido su sucesor apostólico.
Constantino impulsó la construcción en los lugares sagrados de Roma, construyendo la Basílica de San Pedro original, la Basílica de San Pablo extramuros y la Basílica de Cristo Salvador o San Juan de Letrán. No solo eximió a la Iglesia de impuestos, sino que incluso la subvencionó con fondos estatales.
Con la ayuda de su madre, también encargó a la Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén que albergara la tumba de Cristo. Parece que la profecía de Daniel se estaba cumpliendo. Mediante el sacrificio de Cristo y el sufrimiento de la Iglesia, la majestad de Roma se transformó en instrumento del Evangelio.
Constantino sabiamente se dio cuenta de que la fe católica emergente uniría su frágil Imperio. Sin embargo, sabía que la naturaleza de la fe solo se mantendría si esa fe seguía siendo una. Dos herejías amenazaban la unidad de la Iglesia: el donatismo y el arrianismo. En 325 Constantino convocó el Concilio Universal de Nicea. Este concilio derrocó a los arrianos y emitió el Credo de Nicea. Aunque modificado en 381, el Credo de Nicea todavía se recita todos los domingos en todas las catedrales y parroquias católicas del mundo.
Todos los Padres Conciliares, excepto los dos Obispos, autenticaron el 19 de junio de 325 este Credo, que es el Símbolo de Niceno.
by Gabriel Larrauri – www.primeroscristianos.com
Los seguidores de Jesús suponen la minoría más importante, pero,¿quiénes son los cristianos de Qatar? ¿Y cómo es vivir la fe cristiana allí? Según el informe Libertad Religiosa en el Mundo, editado por Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), los cristianos que viven en Qatar son el 13,1% de la población qatarí. La mayoría de ellos son inmigrantes trabajadores, procedentes de India, Pakistán, Bangladesh o Filipinas.
De entre los cristianos, un total de 400.000 personas, los católicos con el grupo más numeroso, con miembros procedentes de diferentes Iglesias locales con sus idiomas y ritos propios, como las Iglesias de procedencia india Siro-malabar y Siro-malankar. Según el Vicariato Apostólico de Arabia del Norte, la autoridad católica en la región, en Qatar hay unos 300.000 católicos. La vida de fe de estas personas ha ido cambiando en los últimos años.
Hasta mediados de los años 90, los católicos practicaban su fe organizados en pequeñas comunidades con celebraciones en “capillas” improvisadas en casas y más tarde en un colegio. En 1995, las autoridades modificaron las normas sobre la libertad de culto y permitieron solo a cristianos y judíos erigir lugares de celebración y oración. Los demás credos a día de hoy no pueden registrarse ni establecer lugares de culto. Esta libertad de culto restringida no consiste en plena libertad religiosa. Los ciudadanos qataríes solo pueden ser musulmanes y no se contempla el cambio de religión diferente del Islam. Pero todo esto no ha frenado la labor pastoral de la Iglesia con los inmigrantes católicos y su apoyo social, especialmente hacia los más necesitados.
Las ocho confesiones cristianas registradas (además de los católicos, están presentes ortodoxos, anglicanos y evangélicos) tienen permitido celebrar el culto colectivamente en una zona proporcionada por el Gobierno a las afueras de Doha, en un terreno donado por el propio monarca o emir. En este lugar se erige desde el año 2008 la primera iglesia católica de Qatar, “Nuestra Señora del Rosario”, con capacidad para más de 2.000 personas.
En aquellos días la colonia Augusta Emérita, que debía sus nombres a los eméritos, o soldados jubilados de la guerra contra los cántabros, y a Augusto, que para ellos la fundó el año 25 antes de Jesucristo con la categoría de capital de la Lusitania, era una de las ciudades más importantes de la Península Ibérica.
Plácidamente asentada en una vega regada por el río Anas—nuestro Guadiana—, por el que subían y bajaban constantemente las naves de los mercaderes y traficantes orientales, que internaban en la Península sus mercancías a cambio de las riquezas naturales del suelo hispano, Mérida se convirtió poco a poco en una ciudad cosmopolita donde convivían y alternaban romanos y griegos, indígenas y orientales; la prosperidad y floreciente vida comercial, la grandeza y magnificencia de sus templos y edificios públicos y privados, bien le merecieron el apelativo de la Roma de España.
Pues bien: esta esclarecida ciudad romano-hispana, que debió de ser de las primeras de nuestra Península que vio brillar la luz del Evangelio, iba a inmortalizar su nombre a principios del siglo IV, al ser la patria terrena de una de las mártires más famosas del cristianismo: Eulalia.
Doce años había cumplido cuando sufrió, intrépida, su martirio. Mas ya antes había manifestado cuál era su vocación: aspirar al cielo y guardar intacta su virginidad. En efecto, contra lo que suele acontecer, desdeñó muy pronto las muñecas y otros juguetes con que suelen divertirse las niñas de poca edad: despreciaba las joyas y aderezos femeninos; era seriecita de cara, modesta en el andar, y en sus costumbres infantiles reflejaba la gravedad de los ancianos.
Pero cuando la cruel persecución conmovió a los siervos del Señor, obligando a los cristianos a ofrecer incienso y sacrificar víctimas a los dioses, se enardeció el espíritu de Eulalia, y así, con su intrépido carácter y suspirando en su corazón por la gloria de Dios, se dispuso a desafiar las armas de los hombres,
Mas he aquí que sus padres, que conocían muy bien la animosidad de Eulalia, procuraron alejarla solícitamente de la ciudad, llevándola a una casa de campo apartada, no fuera caso que la valerosa muchacha quisiera comprar a precio de sangre su amor a la muerte.
Pero una noche, cuando por nerviosa no podía conciliar el sueño, agobiada por la triste situación de aquel retiro obligado, sin que nadie la viera, protegida por la obscuridad, abrió sigilosamente las puertas de su casa, franqueó los portones de la cerca y, fugitiva, emprendió su camino a campo traviesa. Con paso diligente recorrió en aquella obscura noche las varias millas que la separaban de la ciudad, acompañada en aquellos caminos llenos de abrojos y zarzales por una luminosa comitiva angélica, no de otro modo que el pueblo de Dios guiado por una columna de luz en el desierto.
De madrugada, antes de la salida del sol, llegó a la ciudad, y, valerosa, se presentó ante el tribunal, en medio de cuyos lictores vociferó a los magistrados:
"Decidme, ¿qué furia es esa que os mueve a hacer perder las almas, a adorar a los ídolos y negar al Dios criador de todas las cosas? Si buscáis cristianos, aquí me tenéis a mí: soy enemiga de vuestros dioses y estoy dispuesta a pisotearlos; con la boca y el corazón confieso al Dios verdadero.
Isis, Apolo, Venus y aun el mismo Maximiliano son nada: aquéllos porque son obra de la mano de los hombres, éste porque adora a cosas hechas con las manos. No te detengas, pues, sayón; quema, corta, divide estos mis miembros; es cosa fácil romper un vaso frágil, pero mi alma no morirá, por más acerbo que sea el dolor".
Airado sobremanera el pretor al oír tales requerimientos, ordenó furioso: "Lictor, apresa a esta temeraria y cúbrela de suplicios para que así sepa que hay dioses patrios y que no es cosa baladí la autoridad del que manda".
Pero inmediatamente, como volviendo sobre sí, dijo el pretor a Eulalia:
"Mas, antes de que mueras, atrevida rapazuela, quiero convencerte de tu locura en lo que me es posible. Mira cuántos goces puedes disfrutar, qué honor puedes recibir de un matrimonio digno.
Tu casa, deshecha en lágrimas, te reclama: gimiendo estará la angustiada nobleza de tus padres, puesto que vas a caer, tan tiernecita, en vísperas de esponsales y de bodas. ¿O es que no te importan las pompas doradas de un lecho ni el venerable amor de tus ancianos padres, a quienes con tu obstinada temeridad vas a quitar la vida?
Mira, ahí están preparados los instrumentos del suplicio: o te cortarán la cabeza con la espada, o te despedazarán las fieras, o se te echará al fuego, y los tuyos te llorarán con grandes lamentos, mientras tú te revolverás entre tus propias cenizas. ¿Qué te cuesta, di, evitar todo esto? Con que toques tan sólo con la punta de tus dedos un poco de sal y un poquito de incienso, quedarás perdonada".
Pero Eulalia nada respondió, sino que, arrebatada de indignación, escupió al rostro del pretor, arrojó al suelo los ídolos que tenía delante de sí, y de un puntapié echó a rodar la torta sacrifical puesta sobre los incensarios.
Inmediatamente dos verdugos se aprestaron a desgarrar sus tiernos pechos y los garfios abrieron sus virginales costados hasta llegar a los huesos, mientras Eulalia tranquilamente contaba sus heridas.
Al contemplar aquella carnicería, Eulalia decía al Señor sin lágrimas ni sollozos: "He aquí que escriben tu nombre en mi cuerpo. ¡Cuán agradable es leer estas letras, que señalan, oh Cristo, tus victorias! La misma púrpura de mi sangre exprimida habla de tu santo nombre".
Y tan abstraída estaba la mártir en su oración, que el dolor atroz que debían causarle aquellos tormentos pasaba totalmente desapercibido, a pesar de que sus miembros, regados con tierna sangre, bañaban de continuo la piel con nuevos borboteos calientes.
Ante aquella intrepidez, los esbirros se dispusieron a aplicarla el último tormento; mas no se contentaron con propinarla azotes que la desgarraran fieramente la piel, que sería poco, sino que la aplicaron por todas partes, al estómago, a los flancos, hachones encendidos.
Pero, así que la perfumada cabellera que se deslizaba ondulante por el cuello y se desparramaba suelta por los hombros para cubrir la pudibunda castidad y la gracia virginal de la mártir tocó el chisporroteo de las teas, la llama crepitante voló sobre su rostro, nutriéndose con la abundosa cabellera, y la envolvió por completo. Y la virgen, deseosa de morir, se inclinó hacia la llamarada y la sorbió con su boca,
Y, ¡oh maravilla!, he aquí que de su boca salió, rauda, una paloma más blanca que la nieve, que, hendiendo el espacio, tomó el camino de las estrellas: era el alma de Eulalia, blanca y dulce como la leche, ágil e incontaminada. Así lo vieron estupefactos y dieron de ello testimonio el verdugo y el mismo lictor al huir aterrorizados y arrepentidos. La Virgen torció delicadamente el cuello a la salida del alma; apagóse el fuego de la hoguera, y, por fin. quedaron en paz los restos exánimes de la mártir. Todo esto acaeció un día 10 de diciembre.
El cielo cuidó en seguida de velar por el tierno cuerpo de aquella virgen y rendirle las debidas honras fúnebres, porque al punto cayó una nevada que cubrió el foro, y en él el cuerpecito de Eulalia, que yacía abandonado en la helada intemperie como para protegerlo con una grácil mantilla blanca.
Tal es la primorosa descripción que nos dejó Prudencio del martirio de Eulalia de Mérida, en admirable coincidencia con las actas que sobre estas mismas hazañas escribiera un testimonio ocular. ¡Cuán distinto es el sabor y cuán lejos de la realidad histórica están otras "vidas" de la Santa emeritense!
Sigilosamente se aprestarían los cristianos de Mérida a rescatar las preciosas reliquias de aquella intrépida niña que con su muerte acababa de dar tan espléndido testimonio de la fe.
Embalsamarían delicadamente su cuerpo y le darían sepultura precisamente en aquel mismo lugar donde pasada la tremenda borrasca de la persecución, se levantó una espléndida basílica, cuyo mármol bruñido -según testimonio de Prudencio, que la vio- iluminaba con cegadores resplandores sus atrios, donde los resplandecientes techos brillaban con áureos artesonados y los pavimentos de mármol jaspeados daban al peregrino la sensación de pasear en un prado en que se entremezclaban y combinaban las rosas con las demás flores.
Y con un lirismo exultante termina el poeta su descripción:
"Fuera las lágrimas dulzonas y melindrosas... Cortad, vírgenes y donceles, purpúreas amapolas, segad los encendidos azafranes: no carece de ellos el invierno fecundo, pues el aura tépida despierta los campos para llenar de flores los canastillos.
Ofreced, ¡oh jóvenes!, estos presentes, que yo, en medio del corro también quiero llevar una corona en estrofas de poesía, vil y ajada, pero alegre y festiva. Así conviene venerar los huesos que yacen bajo el altar; ella mientras tanto, a los pies de Dios, ve todo esto e intercede, benévola, por nosotros".
ANGEL FÁBREGA GRAU.
“Las amenazas contra la libertad religiosa adoptan muchas formas. Innumerables mártires siguen muriendo por la fe en todo el mundo”, aseguró el Prefecto Emérito de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.
El Purpurado explicó que “no se trata de una amenaza abierta, ni de odio a la fe, sino que se trata de un sesgo implícito contra el cristianismo”.
En la entrevista, que se emitió en el programa Vaticano de EWTN el domingo 27 de noviembre, el Cardenal guineano dijo que el Libro del Éxodo, que narra las 10 plagas, la salida de los hebreos y la destrucción de Egipto, ocurrió “para que el pueblo de Dios pudiera tener la libertad de adorarle adecuadamente”.
Por ello, dijo que “la libertad religiosa no debe darse por sentada, ni comprometerse, ni descuidarse”.
También habló acerca de su último libro, “Catecismo de la vida espiritual”, su séptimo libro publicado que es una reflexión profunda sobre los siete sacramentos de la Iglesia Católica y sobre cómo progresar en la vida espiritual.
Uno de los temas centrales del libro es la importancia de la Misa y la Eucaristía, donde el Purpurado asegura que “debemos reunirnos para la Santa Misa y recibir al Señor en la Eucaristía”.
“No podemos olvidar esto: La Eucaristía es la fuente y la cumbre de la vida cristiana”, subrayó.
Respecto a las restricciones del coronavirus, el Cardenal defendió que “la democracia liberal requiere debate, pero nunca se puede olvidar o descuidar la importancia de nuestro culto a Dios en el curso del debate. La democracia liberal no debe olvidar a Dios”.
Asimismo, dijo que “una vida cristiana debe construirse sobre tres pilares: La cruz, la hostia y la Virgen María. Estos son los tres pilares sobre los que hay que construir una vida cristiana”.
Además, explicó que ser Prefecto de la Oficina de Culto Divino del Vaticano le hizo comprender la importancia de que la liturgia sea un momento grande y único “para encontrar a Dios cara a cara y ser transformado por él como hijo de Dios y como verdadero adorador de Dios”.
“La liturgia”, añadió, “debe ser bella, debe ser sagrada y debe ser silenciosa”.
Advirtió también del peligro de convertir la Misa en un “espectáculo” o en una mera reunión de amigos, apartando el foco de la adoración a Dios.
“Animaré a que la liturgia sea cada vez más sagrada, más santa, más silenciosa, porque Dios es silencioso, y nos encontramos con Dios en el silencio, en la adoración'', dijo.
“Creo que la formación del pueblo de Dios en la liturgia es muy importante. Podemos mostrar a la gente la belleza, ser reverentes y guardar silencio en la liturgia, en la que se profundiza nuestro encuentro con Cristo”, señaló.
El Cardenal también definió la adoración Eucarística silenciosa como una oportunidad de encontrar a Cristo de una manera que puede “cambiar realmente nuestras vidas”.
Sin embargo, al hablar de la sociedad moderna, el Cardenal lamentó que “Dios ha sido olvidado”.
“Todos vivimos como si Dios no existiera. La confusión reina en todas partes. Demasiados reducirían nuestras vidas, el sentido mismo de nuestras vidas, al individualismo absoluto y a la búsqueda del placer fugaz”, añadió.
Ante ello, defendió que “los cristianos deben responder volviendo a los fundamentos de la fe.
Requerimos un retiro del mundo, retirarnos al desierto, donde podamos volver a aprender los fundamentos, lo básico: el monoteísmo, la revelación de Jesucristo, nosotros y Dios, su palabra, nuestro pecado, nuestra dependencia y necesidad de su misericordia”, explicó.
El Cardenal Sarah dijo que Dios, a través de su Iglesia y los sacramentos, “nos guía hacia una relación cada vez más profunda con él. Y todos tenemos la necesidad de reencontrarnos con su profundo don, que es su amor”.
Señaló que “la fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía, es una de las creencias fundamentales de la Iglesia, sin la cual pierde el sentido de su existencia”.
“La Iglesia no es una organización social para responder a los problemas de la emigración o de la pobreza”, continuó. “La Iglesia tiene un propósito divino: salvar al mundo”, aclaró.
“Si Cristo no habita dentro de la Iglesia, de forma tangible, visible, sacramental, entonces ¿qué buena noticia tenemos que ofrecer al mundo? ¿Cuál es el sentido de la evangelización?”, se preguntó a continuación.
“Cuando los cristianos se olvidan de por qué son cristianos, la comunidad entra en decadencia. Olvidan el Evangelio y pierden de vista su propósito”, señaló.
Además, el Cardenal Sarah dijo que la guerra espiritual es la misma de siempre, aunque muchos obispos y sacerdotes hayan dejado de recordar a los católicos su realidad. "Nuestra arma en esta guerra es la palabra de Dios”, explicó.
“Es necesario dirigirse a Dios cada día, no sólo para consolarse en medio de las adversidades mundanas, sino porque dependemos totalmente de él en la lucha cósmica. Todos estamos en guerra, lo reconozcamos o no. Es bueno que todos tomemos conciencia de ese hecho, y nos aseguremos cada día de luchar del lado de Dios”, dijo el Cardenal
El libro, “Catecismo de la vida espiritual”, pretende ser una respuesta a la “confusión de estos días, fuera e incluso dentro de la Iglesia”, explicó.
“Vi la necesidad de representar algunas reflexiones sobre nuestro progreso espiritual en nuestra vida espiritual: el progreso en nuestra relación personal e íntima con Jesucristo”, explicó a continuación.
Añadió que espera que su libro responda a “una profunda necesidad de nuestro tiempo”.
“Cada uno de nosotros debe esforzarse, continuamente, por acercarse a Jesucristo, por volver a su Palabra y a la sencillez de la fe en su autorrevelación. Es la sencillez del desierto, del reconocimiento de nuestra dependencia de Dios, y del encuentro con él y con el don de su amor y de su gracia, por el que nos configuró a sí mismo”, concluyó.
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La tercera temporada “The Chosen”, la serie dirigida por el estadounidense Dallas Jenkins que se ha convertido en un fenómeno en todo el mundo, se ha estrenado este fin de semana en cines de Estados Unidos certificando una vez más su éxito, alcanzando la tercera posición del Box Office.
La serie ha batido récords de estreno para un evento sobre fe, consiguiendo la mayor recaudación (más de 8 millones de dólares) y asistencia en un solo día para Fathom Events, proveedor de contenido de entretenimiento que transmite eventos en salas de cine en todo Estados Unidos.
En España, la primera temporada de esta serie se podrá ver en cines a partir del 2 de diciembre, en un estreno que se dividirá en tres partes: el 2 de diciembre, "The Chosen: Te he llamado por tu nombre" (episodios 1 y 2), el 9 de diciembre "The Chosen: La piedra sobre la que se edifica" (episodios 3, 4 y 5), y el 16 de diciembre "The Chosen: Compasión Indescriptible" (episodios 6, 7 y 8).
España será el único país en el que se podrá ver en salas la primera temporada completa, algo que no ha ocurrido en ningún lugar del mundo, ni siquiera en Estados Unidos. Además, ya está disponible en exclusiva en la plataforma acontra+, y el 29 de noviembre saldrá a la venta en DVD y Blu-ray.
La serie, que ha sido traducida a 56 idiomas, lleva más de 420 millones de visionados en 142 países distintos, se presentó en la sección Seminci Series de la pasada SEMINCI de Valladolid. Es la primera adaptación cinematográfica en varias temporadas sobre la vida de Jesús.
Una serie que se ofrecerá en 7 temporadas, con más de 50 episodios, y que está íntegramente financiada por donantes. El mayor crowdfunding en la historia de las producciones audiovisuales: para la primera temporada, más de 19.000 personas donaron 11 millones de dólares, y para la segunda y tercera temporada, se han recaudado más de 40 millones de dólares.
En el transcurso de sus dos primeras temporadas, la serie ha recibido elogios de la crítica y el público por su precisión histórica y bíblica y su espíritu lúdico, y por ser un drama conmovedor con toques de humor genuino y con un gran impacto.
Además, viene avalada por varios premios, como el de la Actuación más inspiradora en televisión en los MovieGuide Awards para Jonathan Roumie, o el premio Film & TV Impact en los K-Love Fan Awards. En España, se ha hecho con el premio a la Mejor serie sobre el hecho religioso de los XXVII Premios Alfa y Omega de este mismo año.
“Creo que The Chosen –nos decía Jenkins– da la oportunidad de acercarse a Jesús no solo como Dios, sino también como hombre, y no solo a sus discípulos, sino también a sus enemigos. A ellos también los tratamos como seres humanos. Aunque no seas creyente, puedes valorar la verdad histórica de Jesús, sus seguidores y su época.
Además, con un estilo muy europeo, rodada cámara en mano, pero ambientada en el siglo I”. Según muchos, este enfoque humanizador es una de las claves del éxito de la serie. “Eso era lo bonito de la manera de predicar de Jesús –insiste Jenkins–. No llegó a la Tierra y dijo: ‘¡Esta es la verdad!’. Hablaba de tú a tú con las personas y compartía las cosas que les importaban. Nosotros queríamos reflejar todo eso”.
El director Dallas Jenkins durante el rodaje de la segunda temporada de “The Chosen”
Otro punto de atracción para el público es el papel tan relevante que la serie otorga a muchas mujeres: la Virgen María, María Magdalena, la esposa de Pedro, Tamar, la mujer samaritana… “Sabemos que Jesús se reveló públicamente como el Mesías a una mujer, la samaritana del pozo.
Y sabemos que otra mujer, María Magdalena, fue la primera persona a la que se apareció tras resucitar. Nos parece auténtico, verdadero y fiel mostrar el gran papel de las mujeres en su ministerio. También trató a las mujeres de otra manera, no como las trataba la cultura de esa época”.
El peculiar enfoque de The Chosen se completa con sus eficaces gags cómicos.
“El sentido del humor tiene un papel importante en la serie y en mi vida –aclara Jenkins–. Creo que el humor hace a la gente más humana. Cuando ves a Jesús, a los discípulos o los fariseos hacer algo gracioso, la relación entre ellos es más real.Si te provoco, es porque me fio de ti, porque sé que nuestra relación lo puede soportar. Cuando Jesús vacila a alguien, o bromea con él, o le guiña un ojo, el público piensa: ‘Anda, si eran humanos.
Me gusta ver estas cosas. Yo también interactúo así con la gente’. Y eso hace automáticamente que quien ve The Chosen piense: ‘Sí, son historias bíblicas, pero esta gente era humana’. Creo que saber que era humano y tenía amigos con los que se relacionaba como nosotros ayuda a amar todavía más a Jesús”.
La vida de Silverio está señalada por diversas controversias, empezando por el lugar de su nacimiento, disputado -según las distintas fuentes- entre Frosinone, de la que es actualmente patrón, y la vecina localidad de Ceccano, donde no hay rastro de un culto dedicado a él.
Nombrado 58º Papa de la Iglesia de Roma por voluntad del rey Ostrogodo Teodato, su pontificado duró sólo un año debido al estallido de la guerra greco-gótica entre Constantinopla y los Ostrogodos, que duró por 18 largos años.
El 22 de abril de 536 el Papa Agapito I murió en Constantinopla, abriendo, de hecho, las disputas en Oriente y Occidente por la elección del sucesor. En medio del descontento generalizado y, según la primera parte de la biografía del Liber pontificalis, el rey Ostrogodo Teodato impuso como Papa a Silverio, que en ese momento sólo era subdiácono, un ministerio eclesial considerado "demasiado bajo" para acceder directamente al ministerio del sucesor de san Pedro.
Junto a la designación del diácono Silverio como Papa, el rey Teodato, amenazaba con sofocar por la fuerza cualquier oposición proveniente de la nobleza o del clero. Por tales motivos, todos debieron callar y obedecer, poniendo buena cara ante tan violenta imposición.
En medio a este triste cuadro de la Iglesia de Roma, apareció también Teodora, que era la esposa de Justiniano, el emperador romano de Oriente, y que defendía la herejía monofisita y que se oponía a la designación de Silverio como Papa, pues ella ya había dispuesto que el sucesor de Agapito habría sido Vigilio, su fiel servidor.
El monofisismo fue una doctrina teológica desarrollada alrededor del año 400 por el archimandrita Eutico, el abad de un monasterio de Constantinopla que, en práctica, reconocía sólo la naturaleza divina de Jesucristo.
Según esta doctrina teológica la naturaleza humana de Jesús se "con-fundió" con la divina cuando "fue absorbida" por el Verbo divino y como resultado "se disolvió" en la naturaleza divina. El monofisismo perdió así el auténtico significado de la unión hipostática consustancial, sin con-fusion, de la persona divina del Verbo con la naturaleza humana real del hombre Jesús.
La afirmación de que la naturaleza divina de Jesús fuera su única naturaleza (mono-physis), desconoció de hecho su doble naturaleza divina y humana y, por ello, fue calificada como herética en el Concilio de Calcedonia en el año 451. Aún así, esta doctrina consiguió reunir muchos prosélitos en torno a los siglos V y VI, provocando el cisma de las iglesias copta, armenia y jacobita de Siria; separación doctrinal que perdura hasta el día de hoy.
Además de los problemas doctrinales asociados al monofisismo en Oriente y Occidente, la situación se complicó aún más desde el punto de vista político en la península itálica: disputada en ese entonces entre las fuerzas de Constantinopla y las de los Godos invasores. Obviamente, las consecuencias de tales conflictos recayeron también en el ámbito religioso durante el pontificado de Silverio.
El emperador Justiniano declaró la guerra a los Ostrogodos enviando a su mejor general, Belisario, que consiguió llegar a Roma, y en su camino hizo que Vitiges, el nuevo rey Ostrogodo que había sucedido a Teodato, se refugiara en Rávena.
En este contexto, Teodora siguió librando su batalla personal contra Silverio, intentando que este suavizara su posición a favor del monofisismo, pero al no conseguirlo, urdió un complot: hizo circular una carta falsa donde Silverio prometía abrir las puertas de Roma para que el rey de los Godos Vitiges, entrara para liberarla de los bizantinos.
Silverio puso en claro tales falsedades y dejó el Laterano para recluirse en la Basílica de santa Sabina. Pero tiempo después Belisario, su esposa Antonina y Vigilio, inventaron nuevas acusaciones contra Silverio, que esta vez no se defendió. De ese modo, Silverio fue despojado de sus hábitos pontificios, fue revestido como monje y exiliado a Constantinopla.
Ni siquiera el emperador Justiniano pudo hacer nada por él y sufrió el exilio en Patara, en Licia. En su lugar Vigilio tomó su lugar como el nuevo Papa que sí fue complaciente con el monofisismo.
Cuando el obispo de Patara aportó al emperador pruebas irrefutables de la inocencia de Silverio, Justiniano se vio obligado a liberarlo y a hacerlo regresar a Roma. Allí, sin embargo, Vigilio, contratacó y obligó al general Belisario a capturar a Silverio y a deportarlo esta vez a la isla pontina de Palmarola.
Fue allí donde Silverio, en un intento de poner fin al cisma entre las Iglesias, decidió abdicar y después de aproximadamente un mes, el 2 de diciembre, murió. La Iglesia universal lo recuerda en ese día. Sus restos mortales, en contra de la costumbre de sepultar a los Papas en Roma, permanecieron en Palmarola, donde es venerado el 20 de junio, día de su llegada a la isla.
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En los primeros siglos, como se dice en la Carta a Diogneto (de mediados del s.II), los cristianos "se casan como todos" (V,6), por lo judío, por lo griego, por lo romano. Aceptan las leyes imperiales, mientras no vayan en contra del Evangelio. El matrimonio se celebra "en el Señor" (1Cor 7, 39), dentro de la comunidad, sin una ceremonia especial.
En el mundo judío, la boda se celebra según las costumbres y ritos tradicionales (cf Gén 24 y Tob 7,9,10). Cierto tiempo después de los esponsales, se celebra la boda. En el mundo judío la boda era un asunto familiar y privado. No se celebra en la sinagoga, sino en casa. No obstante, como todo en Israel, tiene una dimensión religiosa. La celebración incluye oración y bendición.
En el mundo romano se dieron, sucesivamente, tres formas de celebrar el matrimonio. La "confarreactio" (con pastel nupcial), la forma más antigua, incluía ceremonias de carácter jurídico y religioso. En la época imperial apenas se daba este tipo de unión. El modo corriente de contraer matrimonio era la "coemptio", rito que simbolizaba la compra de la esposa, y el "usus" (uso), simple cohabitación tras el mutuo consentimiento matrimonial.
El "consensus" (consentimiento) vino a constituir en la práctica lo esencial de la unión matrimonial. Dice el Digesta: "No es la unión sexual lo que hace el matrimonio, sino el consentimiento" (35,I,15). Como tal, no se requería ningún rito particular ni la presencia del magistrado. El poder civil no hacía más que reconocer la existencia del matrimonio y, en cierto modo, proteger la unión conyugal poniendo ciertas condiciones.
Los cristianos se casan como todo el mundo, pero "dan muestras de un tenor de peculiar conducta, admirable, y, por confesión de todos, sorprendente" (Carta a Diogneto,V,4). Acogen la vida que nace y respetan el lecho conyugal: "Como todos engendran hijos, pero no exponen los que les nacen. Ponen mesa común, pero no lecho" (V,6 y 7).
Ignacio de Antioquía (hacia el año 107) que invita a los cristianos a casarse "con conocimiento del obispo, a fin de que el casamiento sea conforme al Señor y no por solo deseo" (A Policarpo,5,2).
Tertuliano (hacia 160-220) comenta la ventaja de casarse en el Señor: "¿Cómo podemos ser capaces de ensalzar la felicidad tan grande que tiene un matrimonio así; un matrimonio que une la Iglesia, que la oblación confirma, que la bendición marca, que los ángeles anuncian, que el Padre ratifica?" (Ad uxorem II 8,6.7.9).
Desde los siglos IV al IX se subraya el carácter eclesial de la celebración del matrimonio entre cristianos y se establece bien claro que las ceremonias (oración y bendición) no son obligatorias para la validez de la unión. El primer testimonio que habla de una bendición nupcial verdaderamente litúrgica data de la época del papa Dámaso (366-384) y se encuentra en las obras del Pseudo-Ambrosio (Ambrosiaster). La bendición sólo se confiere en el primer matrimonio.
Se constata el profundo influjo del derecho romano, según el cual sólo el consentimiento es estrictamente necesario para el matrimonio, cualquiera que fuese su forma. Dice el papa Nicolás I el año 866, en su respuesta a los búlgaros, que le consultaron acerca de la importancia de las ceremonias eclesiásticas (oración y bendición) que algunos habían declarado ser los elementos constitutivos del matrimonio:
"Baste según las leyes el solo consentimiento de aquellos de cuya unión se tratare. En las nupcias, si acaso ese solo consentimiento faltare, todo lo demás, aun celebrado con coito, carece de valor" (D 334).
Es en los siglos sucesivos cuando la iglesia reivindica competencia jurídica sobre el matrimonio y dispone que el consentimiento y la consiguiente entrega de la prenda nupcial se haga expresamente en presencia del sacerdote (ss.IX-XI), en la iglesia o, más a menudo, ante las puertas de la iglesia, como indican varios rituales de los ss. XI-XIV; a este acto le seguirá luego la celebración de la misa con la bendición de la esposa.
Para darle la mayor publicidad posible, se convino que el acto tendría lugar no ya en casa de la novia, sino a la puerta de la iglesia. Con ello, lo que antes era realizado por el padre o tutor, ahora viene a realizarlo el sacerdote, con palabras como estas: "Yo te entrego a N. como esposa" (Ritual de Meaux). Entre los siglos XV y XVI se extiende la fórmula: "Y yo os uno...", que algunos considerarán como la forma sacramental del matrimonio.
Respecto a la fidelidad el cristianismo marcó una clara diferencia con las costumbres de la época: Aquí encontramos un punto de divergencia entre los postulados de la moral cristiana y la concepción pagana del matrimonio, que lo consideraba como simple hecho social, que podía formarse y romperse por simple decisión de una de las dos partes. Desde los primeros cristianos la infidelidad del esposo se iguala a la de la esposa, considerándose en ambos casos la comisión de una falta grave.
Para San Agustín el matrimonio es un bien, y no un bien relativo en comparación con la fornicación, sino un bien en su género, en sí mismo. La primera alianza natural de la sociedad humana nos la dan, pues, el hombre y la mujer enmaridados. Los hijos vienen inmediatamente a consolidar la eficacia de esta sociedad conyugal como el único fruto honesto, resultante no sólo de la mera unión del hombre y la mujer, sino de la amistad y trato conyugal de los mismos.
San Agustín se asombra de la eficacia del matrimonio y concluye en que hay algo grande y divino en ese sacramento:
“Yo no puedo creer, en ningún modo, que haya podido el matrimonio tener tanta eficacia y cohesión si, dado el estado de fragilidad y de mortalidad a que estamos sometidos, no se diera en él el signo misterioso de una realidad más grande aún, es decir, de un sacramento cuya huella imborrable no puede ser desfigurada, sin castigo, por los hombres que desertan el deber o que tratan de desvincularse del sagrado lazo”.
Así pues la igualdad del hombre y la mujer en el matrimonio cristiano fue otra novedad en la sociedad de la época: En el matrimonio entre cristianos la posición de la mujer es la de compañera en paridad de derechos con el otro cónyuge. En consecuencia, el cristianismo otorga a la mujer una más alta consideración si lo comparamos con la mayoría de las religiones paganas de aquellos tiempos.
https://www.primeroscristianos.com/bodas-tiempos-jesus/
ANTÓN M. PAZOS
Consejo Superior de Investigaciones Científicas (España)
Había desaparecido, por decirlo así, desde hacía tres siglos, al parecer cuando los ingleses invaden España, después de la llamada 'Armada Invencible', invaden España entrando por A Coruña y pretenden -se pensaba- llegar a Santiago y destruirlo, con lo cual, según la tradición más o menos acertada, el arzobispo de entonces ocultó los restos del Apóstol Santiago en un lugar secreto.
Fue ya en el S.XIX cuando otro arzobispo de Santiago impulsó la búsqueda de los restos y los encontró. Informó a la antigua Congregación de Ritos de Roma a través de un expediente canónico. Sin embargo eso no fue suficiente para certificar que los huesos encontrados eran del apóstol Santiago.
ANTÓN M. PAZOS
Consejo Superior de Investigaciones Científicas (España)
La congregación, en principio, encontró que había algunas dificultades en lo que se había enviado y el Papa León XIII decidió mandar a un enviado especial a España.
Se entera de aquello que le parecía que era menos claro en lo que habían explicado y después hace un documento, que se llama una Positio.
El enviado del Papa conluyó en que los restos eran de Santiago. Esto se confimó con la bula Deus Omnipotens, emitida en 1885 por León XIII. A partir de este momento, se relanzaron las peregrinaciones a Santiago.
ANTÓN M. PAZOS
Consejo Superior de Investigaciones Científicas (España)
A partir de ahí, la Catedral de Santiago se renueva, es decir, se hace una cripta que no existía hasta entonces, y es la cripta que hay actualmente, y los fieles, los peregrinos, pueden visitar la tumba del Apóstol.
Es decir, de una peregrinación en donde el peregrino, cuando llegaba no sabía dónde estaba la tumba, a una peregrinación donde ya hay un punto bien determinado en donde el peregrino puede ir y encontrar lo que ha ido a buscar, es decir, los restos del Apóstol Santiago.
El tema del redescubrimiento de las reliquias de Santiago formó parte de un congreso que se realizó en Roma en el que se trató la relación entre Roma y Santiago de Compostela a través de los Años Santos, ya que el Año Xacobeo, tal y como lo explica Antón Pazos, es heredero de los Años Santos Romanos.
La campana, que fue mantenida oculta gracias a una familia musulmana durante la ocupación de Mosul, repicó el domingo 13 de noviembre sobre la Catedral Católica Caldea de San Pablo, por primera vez en ocho años.
Cristianos de toda la Llanura de Nínive en Irak llegaron a la catedral para participar en la ceremonia de toque de campana y la Liturgia Divina.
Mons. Najeeb Michaeel, Arzobispo Caldeo de Mosul y Akra, encabezó una procesión a la gruta de la Virgen María, la patrona de Mosul, en el patio de la iglesia antes de tocar la campana.
El Arzobispo dijo que:
“los tonos de la campana son una invitación a unir los corazones para denunciar la violencia y las guerras”.
Dijo el Prelado:
“Esperamos que todos los residentes originales regresen a sus hogares y recuperen sus derechos materiales y morales, para probar el sabor de la seguridad y la estabilidad y vivir en el seno de su ciudad”.
La Catedral de San Pablo reabrió en 2019, después de sufrir daños durante la ocupación de Mosul por parte del Estado Islámico entre 2014 a 2017.
En el histórico viaje del Papa Francisco a Irak el año pasado, el Santo Padre oró en Mosul rodeado de los escombros de iglesias dañadas o destruidas, después de que el Estado Islámico proclamara su califato en la ciudad.
El Estado Islámico gobernó Mosul durante casi tres años, antes de que las fuerzas iraquíes e internacionales recuperaran la ciudad calle por calle.
El Papa Francisco también hizo historia como el primer Pontífice en celebrar la Misa en el rito caldeo durante su visita al país del Medio Oriente.
Los caldeos son una de varias comunidades católicas orientales que se encuentran en Irak. Su historia se remonta hasta los primeros cristianos a través de su conexión con la Iglesia de Oriente.
Antes de que la violencia del Estado Islámico disminuyera la población, los caldeos constituían dos tercios de los cristianos iraquíes.
El Papa Francisco ha seguido hablando por los cristianos en el Medio Oriente. La semana pasada, el Santo Padre habló sobre la “necesidad de preservar y alentar la presencia cristiana en la región”, en una reunión del 10 de noviembre con el rey Abdullah II de Jordania.
Este año la elección del árbol viene envuelta en polémica. El abeto de 30 metros que ocupa el centro de la Plaza de San Pedro no es exactamente el que se designó para ello hace dos años y ha sido instalado allí a última hora.
Previamente se había elegido un abeto blanco proveniente de la reserva del bosque de Monte Castel Barone. Era una especie protegida y el alcalde que se lo ofreció al Vaticano pensaba que estaba en el territorio de su pueblo, Rosello. No era así. Finalmente el árbol se salvó de la tala y fue sustituido por el que están viendo.
El próximo 3 de diciembre el cardenal Fernando Vérgez, presidente de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, presidirá la tradicional inauguración navideña de este árbol y de un Pesebre tallado a mano proveniente de Sutrio, uno de los pueblos más emblemáticos de Venecia.