Pablo - De Atenas a Corinto, pasando por Antioquía y Éfeso
San Pablo pasó tiempo en la mayoría de las ciudades que conformaban el mundo conocido durante su tiempo
Según está escrito en Hechos (22:21), Pablo fue el misionero designado por Dios para difundir el Evangelio a través de lo que en aquel tiempo era considerado el “mundo entero”.
Aún está por completarse el mapa que recoja todos los viajes realizados por san Pablo en su vida. Sin embargo, lo que sí sabemos con seguridad es que Pablo, que antes de convertirse al cristianismo era llamado por su nombre judío Saulo de Tarso, pasó unos 30 años navegando por la cuenca del Mediterráneo y visitando las que se consideraban las principales ciudades de su época.
Las fuentes discrepan sobre la lista exacta de lugares que Pablo visitó durante su vida, pero lo que es seguro es que, durante los tres viajes descritos en Hechos 13-14, Hechos 15-17 y Hechos 18-20, visitó muchas ciudades históricas que son consideradas la columna vertebral de la civilización occidental. De Atenas a Corinto, pasando por Antioquía y Éfeso, aquí hay un resumen de los viajes de Pablo, incluyendo indicaciones de dónde están esos lugares en el mapa de hoy.
Primer viaje
El que se considera como “primer viaje” de Pablo comenzó en el año 45 y terminó en el 49. Junto con Bernabé, un judío chipriota convertido al cristianismo, Pablo viajó a través de la isla de Chipre, la patria de Bernabé, predicando el Evangelio en varias sinagogas. Luego zarparon de Pafos, en la costa suroeste de Chipre, y llegaron al puerto de Perga, en Anatolia, la actual Turquía.
La antigua ciudad de Perge, que data de alrededor del año 1000 a. C., en lo que hoy es Turquía.
Desde Perga llegaron finalmente a Antioquía de Pisidia, donde Pablo comenzó a difundir la palabra entre la comunidad judía local. Inicialmente, su mensaje fue muy bien recibido, lo que se concretó en una invitación a hablar durante el sabbat (el día santo para los creyentes judíos), pero parte de la comunidad pronto sintió envidia de la fuerte popularidad de que gozaba un predicador extranjero y terminaron expulsando a Pablo de la ciudad.
Pablo y Bernabé partieron entonces hacia Konya, una ciudad al sur de Ankara, en la actual Turquía, pero se vieron obligados a partir de nuevo, esta vez hacia la cercana ciudad de Listra. Aquí Pablo sanó a un enfermo y la comunidad pagana local comenzó a creer que había sido enviado por Dios.
Sin embargo, muy pronto, las mismas personas que se enfrentaron a él en Konya llegaron a Listra e instigaron a un grupo de lugareños a apedrear a Pablo, obligándolo a huir. Luego llegó a la ciudad de Derbe, también en la actual Turquía, y desde allí de vuelta a Listra, Konya y finalmente Antioquía de Siria en el Orontes, una ciudad de la antigua Siria ahora en la actual Turquía, desde donde se originó su viaje. Aquí Pablo informa de que, a través de su mensaje, muchos paganos conocieron la palabra de Dios.
Segundo viaje
El segundo viaje de Pablo comenzó en el año 49 y terminó en el 52. Esta vez, Pablo se puso en camino para revisar las primeras comunidades cristianas que ayudó a fundar durante su primer viaje.
Le acompañaban Silas, un miembro destacado de la primera comunidad cristiana, y Timoteo, el hijo de un griego que era un compañero estimado de Pablo. El grupo se dirigió a Listra, luego a través de Frigia, un antiguo reino en el río Sangarios en la actual Turquía; luego a Galacia, un área en las tierras altas del centro de Anatolia, también en la actual Turquía, que fue habitada por el pueblo galo del período helenístico, y finalmente a Troad, una ciudad en el noroeste de Anatolia, en la actual Turquía.
Aquí Pablo tuvo una visión de un hombre pidiéndole que llevara el Evangelio a Macedonia, así que luego partió para llegar al continente europeo por primera vez. A través de Samotracia, una isla griega en el norte del mar Egeo, y Neápolis, conocida hoy como la ciudad griega de Kavala, llegaron a Filipos, una ciudad romana en el primer distrito de Macedonia, que hoy en día es uno de los lugares Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO en Grecia.
San Pablo llegó a la antigua ciudad de Filipos, en la provincia griega de Macedonia.
Hoy en día es Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.
Aquí Pablo disfrutó de la hospitalidad de Lidia, una mujer que trabajaba como comerciante de telas púrpuras, de la ciudad de Tiatira. No obstante, un grupo de hostiles locales no tardó en presionar a las autoridades para que arrestaran a Pablo y a sus compañeros. Sin embargo, gracias a un terremoto providencial, el grupo logró escapar de la cárcel de Filipos.
Al final, los magistrados locales se enteraron de que Pablo y sus compañeros de viaje eran ciudadanos romanos y los dejaron oficialmente libres. La comunidad de filipenses pronto creció hasta convertirse en un importante centro cristiano, al cual Pablo más tarde dirigió la Carta de Pablo a los Filipenses.
Después de Filipos, el grupo llegó a Tesalónica, en la actual Grecia septentrional, donde fueron recibidos por Jasón, un judío que se había convertido al cristianismo. Aquí Pablo realizó muchas conversiones, pero se vio rápidamente forzado a irse después de que un grupo de judíos locales denunciara sus actividades de evangelización a las autoridades paganas locales.
Entonces partieron hacia Berea, una importante ciudad portuaria de Macedonia, ahora conocida como Veria, en Macedonia, en el norte de Grecia, pero el mismo grupo que los echó de Tesalónica pronto los alcanzó y los obligó a dejar también Berea.
El grupo volvió a los caminos y llegó hasta Atenas, que había sido gravemente dañada por los ataques romanos en el año 146 a. C., pero que aún era considerada la capital de la filosofía y el conocimiento de lo que entonces era el mundo conocido. Aquí Pablo conversó con muchos intelectuales públicos tanto en sinagogas como en plazas públicas y fue invitado a dar un discurso a los ciudadanos atenienses desde el Areópago, una colina de mármol justo encima de la Acrópolis. Según Lucas (Hch 17,11-33) es aquí donde Pablo pronunció su famoso discurso sobre “un Dios Desconocido” a los pensadores paganos de Atenas.
La Acrópolis de Atenas, donde se le pidió a san Pablo que diera un discurso sobre el “Dios Desconocido”
De Atenas, Pablo se dirigió a Corinto, capital de la provincia romana de Acaya en el actual centro-sur de Grecia. Aquí se alojó con el matrimonio cristiano de Priscila y Aquila, que habían sido exiliados por el emperador romano Claudio en el 49-50.
En Corinto, Pablo participó en prolíficos discursos que originaron muchas conversiones, pero fue víctima de la hostilidad de grupos de judíos locales. No obstante, el procónsul romano Galio adoptó una postura neutral con respecto a la misión religiosa de Pablo y decidió dejarlo libre.
Junto con Priscila y Aquila, Pablo zarpó hacia Siria, llegó a Éfeso y desde aquí a Cesarea, en el actual centro-norte de Israel para, finalmente, regresar a Antioquía.
Tercer viaje
El tercer viaje de Pablo tuvo lugar entre los años 52 y 57. Primero regresó a Galacia y Frigia para echar un vistazo a las comunidades que ayudó a establecer durante sus viajes anteriores. Luego zarpó hacia Éfeso, una antigua ciudad griega en la actual Turquía, que en ese momento era la capital de la provincia romana de Asia y hogar del famoso templo de Artemisa-Diana, considerado una de las siete maravillas del mundo.
Aquí Pablo bautizó a 12 discípulos que habían recibido previamente un bautismo penitencial por Juan el Bautista y, junto con sus compañeros, ayudó a evangelizar a casi todos los habitantes locales.
Una reconstrucción del Templo de Artemisa, en Éfeso, una ciudad de la actual Turquía.
Después de un descanso invernal en Corinto, Pablo regresó a Éfeso, pero la hostilidad de los judíos locales lo obligó a partir hacia Antioquía, Siria. Desde aquí partió hacia otras ciudades griegas, incluyendo las islas de Lesbos y Samos, y llegó a Mileto, en la actual Turquía.
Aquí pronunció su famoso discurso dedicado a los “presbíteros de la Iglesia de Éfeso”, en el que recomendó que los líderes de las comunidades que él ayudó a fundar asumieran su misión y preservaran los valores de vigilancia, desinterés y caridad.
En el año 58, Pablo decidió dirigirse a Jerusalén, así que emprendió un arduo viaje por mar con paradas en un nuevo puerto casi todos los días, incluyendo las islas de Kos y Rodas en la Grecia de hoy en día. Finalmente llegó a Jerusalén, donde se quedó con Mnasón de Chipre, una de las personas a las que ayudó a convertir en uno de sus primeros viajes.
Luego Pablo visitó a Santiago, quien le aconsejó que hablara con los judíos más tradicionalistas del Templo. Aquí Pablo fue reconocido por los judíos de las provincias asiáticas y, una vez más, fue recibido con hostilidad.
Claudio Lisias, el tribuno romano local, intervino y encarceló a Pablo antes de saber que era ciudadano romano. Aquí comenzó lo que muchos llaman la “Pasión de Pablo”, en la que la dedicación de san Pablo a su misión evangelizadora lo llevó a ser arrestado, golpeado, torturado y finalmente asesinado en Roma por orden del emperador Nerón entre los años 62-64.
Las vidas paralelas de estos dos santos hermanos del siglo IX adquieren relieve de trascendente actualidad en el siglo XX. Son ellos, no sólo apóstoles de los países eslavos, sino también portaestandartes de la fidelidad a Roma en los tiempos borrascosos que preludiaron el cisma oriental. Focio, que había de ser patriarca de Constantinopla y primer promotor de la ruptura bizantina con Roma, fue profesor y jefe eclesiástico de ambos. Supieron ellos a tiempo desligarse del cismático patriarca, para seguir en unión con Roma, centro de la catolicidad. Su táctica marca un hito perenne en los actuales problemas de la unión de los cristianos.
Los hermanos Cirilo y Metodio nacieron en Salónica, Tesalónica, hermosa y antigua ciudad de la Macedonia griega, a principios del siglo IX. La ciudad se distinguía por su carácter cosmopolita, y los tesalonicenses aprendían con gusto los mas extraños idiomas, gloriándose de poder entender hasta los bárbaros del Norte y mantener activo comercio con las regiones más recónditas de la Panonia, de la Misia y de la Dacia.
El valle del río Vardar, en cuya desembocadura se encuentra la ciudad, forma como un corredor de entrada a la península Balcánica y a la región danubiana. Salónica era por eso plaza fuerte tan celosamente atendida por los emperadores bizantinos, ya que, perdida ella, podía darse por terminada la dominación griega en los Balcanes.
Eslavos y búlgaros intentaron varías veces apoderarse de Salónica, pero en su fracaso llegaron a establecerse pacíficamente en los suburbios de la ciudad. Entre estas gentes sencillas aprendieron los dos hermanos el difícil e inculto idioma eslavo.
Su padre se llamaba León y ocupaba el alto cargo de lugarteniente general de la zona militar; hombre versado no sólo en asuntos militares, sino filosóficos y religiosos, en su biblioteca abundaban las obras de los Santos Padres, particularmente las de San Gregorio Nacianceno. Tanto él como su señora eran de noble abolengo y muy piadosos.
Tuvieron siete hijos, de los que Metodio era el primero y Cirilo el último. Aquél nació en 815, éste en 826. Lo mismo el nombre de Metodio que el de Cirilo son monásticos; Cirilo se llamaba Constantino, debiendo el nombre de Metodio de empezar igualmente por M, según la costumbre monacal de permutar el nombre propio por otro que empezase por la misma letra.
Muy joven aún, Metodio fue nombrado gobernador de la provincia de la Macedonia interior, en las fronteras de la actual Albania, donde ya se establecían los eslavos. Allí conoció el espíritu y las necesidades de este pueblo.
Cirilo inició sus estudios en Salónica. En ese tiempo leía y releía las obras de San Gregorio Nacianceno, aprendiendo de memoria sus maravillosas composiciones poéticas y aspirando a la sabiduría divina que brillaba en los escritos del maestro. Muerto prematuramente León, cuando Cirilo tenía sólo catorce años, fue éste acogido bajo la protección de Teoctistos, canciller imperial y primer ministro de la emperatriz Teodora, quien le llamó a Constantinopla para completar allí su formación.
Constantinopla estaba en el siglo IX en el apogeo de su esplendor: era, efectivamente, la capital del mundo civilizado y centro importantísimo de cultura cristiana. El patriarcado gozaba de muchísimos privilegios, lo que, unido a la intromisión de los poderes civiles en el terreno eclesiástico, ofrecía terreno propicio a las intrigas y a la venalidad de los altos dignatarios de la Iglesia.
Los monjes eran los que preferentemente salvaguardaban la ortodoxia y defendían la Iglesia de las injerencias civiles. El pueblo era profundamente piadoso, datando de entonces el incremento del culto a las sagradas imágenes, con la derrota de la herejía iconoclasta el 19 de febrero de 842. Gobernaba el patriarcado el santo monje Ignacio.
Teoctistos cedió a Cirilo un cuarto en su propio palacio y le inscribió en la universidad Imperial, que funcionaba en la misma corte, no lejos de Santa Sofía. Sus maestros fueron León, el sabio más ilustre de la ciudad, por sobrenombre el Filósofo o el Matemático, y Focio. Este, a despecho de haber alumbrado el cisma oriental, poseía, con todo, una ciencia prodigiosa y grandes méritos en el campo filosófico, histórico y aun teológico. Focio era entonces seglar.
Cirilo hizo notables progresos en el conocimiento de la antigüedad clásica y en las obras de los Santos Padres. No pudo, en cambio, mantener relaciones cordiales con el arrogante Focio, que odiaba al canciller, a la emperatriz, al santo patriarca Ignacio y a los monjes en general. A Cirilo le asqueaba la vida oficial y decidió retirarse a un monasterio. Ante las súplicas de Teoctistos y la influencia de la emperatriz demoró Cirilo su retiro.
El año 847 recibió la ordenación sacerdotal y fue nombrado bibliotecario patriarcal, archivero curial y secretario del Consejo Eclesiástico. Ante las injusticias de que a diario era testigo en el desempeño de su cargo, Cirilo desapareció misteriosamente. Obligado a regresar a Constantinopla, en el momento en que su maestro Focio era elevado a la dignidad de patriarca, aceptó sustituirle en la cátedra de filosofía; tanto se distinguió en ella que a los veinticinco años era ya universalmente conocido con el sobrenombre de "filósofo".
Durante los reinados de Teodora y Miguel venían del Norte y del Oriente legaciones de pueblos extranjeros a Constantinopla, buscando en Bizancio protección y luz. Los emperadores enviaban embajadores mitad religiosos mitad políticos, para poner trabas a las empresas mahometanas y germanas.
Cirilo fue escogido el año 851 para acompañar, en calidad de intérprete y consejero, una delegación imperial a la corte del califa de Bagdad.
Coincidiendo con su retorno a Constantinopla se acentúan sus ansias de soledad y sus preocupaciones por la vida monástica. Debió estar en correspondencia con su hermano Metodio, quien, tras los desengaños experimentados en su gobierno, abandonó la carrera administrativa y abrazó la vida monástica, entrando el año 853 en un monasterio del monte Olimpo.
Este monte Olimpo no tiene relación alguna con el Olimpo griego, morada de los dioses mitológicos; estaba situado en el Asia Menor, no lejos del mar de Mármara, cerca de la actual ciudad de Brus; era conocido como el Olimpo asiático o bitinio, centro monacal de contemplación y de estudio. Cirilo siguió a su hermano Metodio en las soledades del monasterio.
Fue ésta una época de paz para ambos hermanos, en la que harían grandes acopios de santidad y de ciencia sagrada. Constantinopla, en cambio, era un volcán de pasiones. Bardas, hermano de Teodora, hombre ambicioso e inmoral y tutor de Miguel, legítimo heredero del trono, acabó por encarcelar y asesinar a Teoctistos, expulsar del trono a Teodora, desterrar al patriarca Ignacio y entronizar al arribista Focio.
Este no olvidó a los dos hermanos y para captárselos a su bando les ofreció dignidades, que ellos rehusaron valientemente. Focio buscaba desde entonces un pretexto para alejarlos diplomáticamente del Imperio; en esto coincidía con los deseos de ambos hermanos, que no podían reconocer la autoridad de Focio. Pronto se presentó una ocasión oportuna para ello.
El hakán de los kázaros envió, hacia el año 861, una embajada a Constantinopla, solicitando misioneros que confutasen los errores islámicos y judíos. Cirilo y Metodio parecieron los sujetos más aptos para esta empresa; Cirilo como director, Metodio como consejero. A través del Quersoneso, al sur de la península de Crimea, se dirigen el año 861 al país de los kázaros en la costa del mar Negro, entre el Don y el Cáucaso, donde fueron recibidos con todos los honores.
Dios bendijo en forma extraordinaria esta misión, en la que los hermanos demostraron dotes excepcionales, además de la santidad de sus vidas, para adaptarse a mentalidades extrañas para aprender lenguas extranjeras y sobre todo para no mezclar en su apostolado la religión con el nacionalismo o la Política.
Su labor fue sencillamente cristianizar, a base del respeto a los usos y costumbres de los pueblos. Cirilo escribió entonces una obrita para confutar los errores judaizantes de que estaban contagiados los kázaros. Metodio la tradujo al eslavo, pero de ella no quedan sino pocos fragmentos. Más de 200 dignatarios abrazaron el cristianismo y la amistad entre Bizancio y el kan quedó firmemente cimentada.
Un suceso llenó de alegría el corazón de los hermanos a su paso por Kerson: el hallazgo del cuerpo de San Clemente Romano en unas ruinas de la islita que está frente a la ciudad, en la tarde del 23 de enero. Los sagrados despojos fueron llevados primeramente a la catedral, donde quedó una parte de ellos; la otra la conservó Cirilo, llevándola consigo a Constantinopla y más tarde a Roma.
De vuelta a Constantinopla, el emperador y el patriarca los recibieron con el honor que correspondía al éxito de su misión. Los dos hermanos volvieron a retirarse al monasterio del monte Olimpo, pero su retiro debió de durar poco tiempo.
Entran ahora en escena los pueblos eslavos. Ratislao, príncipe de Moravia, enviará una embajada a Bizancio solicitando también misioneros. Hacia el siglo IX se habían extendido ya los eslavos desde las llanuras de la Rusia meridional, por el norte, hasta el mar Blanco; por el sur, hacia el Adriático y el Egeo; por el occidente habían penetrado hondamente en Alemania y por el este llegaban al Volga. Se habían formado incluso varios Estados eslavos, tanto al norte como al centro y sur de Europa. Entre ellos se distinguía por su creciente poderío la nación morava.
Moravia había sido ya precedentemente cristianizada, al menos en parte, por misioneros alemanes, pero con escaso éxito, debido, sin duda, a la falta general de adaptación al medio ambiente. Es natural que a un pacto entre príncipes se unieran el motivo religioso y el político; el rey moravo soñaba con poner trabas a la expansión germánica, el emperador bizantino acariciaba la idea de extender su influencia entre los pueblos de Centroeuropa.
Cirilo y Metodio, ajenos a las miras políticas de ambos reyes, pensaron solamente en cristianizar. Estudiaron mejor las costumbres del país, se hicieron rápidamente cargo del sistema conducente a la evangelización de los eslavos y sacaron la conclusión de que se imponía una liturgia oriental en lengua del país, en consonancia con la doctrina de la adaptación.
La empresa debió ser ardua por muchos conceptos. Primero, por lo que parecía una innovación en metodología misional; segundo, por la oposición de los alemanes.
No debía ser, efectivamente, fácil introducir una liturgia en lengua nativa, dado que no existía alfabeto eslavo. Cirilo, que ya en un principio se había esforzado por transcribir algunas palabras eslavas con la ayuda del alfabeto griego, renueva ahora ahincadamente sus esfuerzos, logrando definitivamente adaptar los caracteres cursivos griegos a la lengua eslava, supliendo con media docena de signos originales los sonidos eslavos inexistentes en la fonética griega. Surge así el alfabeto llamado "glagolita" (de glagol = palabra), con el que tradujeron progresivamente los libros indispensables para el culto y el conocimiento de la Sagrada Escritura. Este milagro lingüístico produjo enorme impresión en la corte bizantina.
El alfabeto "glagolita" no debe confundirse con el "cirílico", basado en la aplicación a la fonética eslava de los signos unciales griegos. Aunque este último lleva el nombre de "cirílico" por San Cirilo, con todo, su autor parece que fue Clemente, uno de sus discípulos. Cirilo es únicamente autor del "glagolita".
Digamos de paso que las traducciones de la Sagrada Escritura a la lengua eslava llevan el sello de los mejores códices antiguos conservados por los monjes del monte Olimpo, siendo, aunque tardías, de gran importancia para la crítica textual y para la restauración del texto bíblico original.
El éxito de los dos hermanos entre los moravos fue enorme, pero chocaron con la resistencia tenaz de los misioneros germanos, que veían en ellos dos vagabundos filósofos, perturbadores de la paz religiosa en los terrenos feudos de Germania. Pero el príncipe los protegía con su apoyo, el pueblo los quería, admirando en ellos unos griegos finos, cultos y enérgicos, que hablaban la lengua de su país y les presentaban la palabra de Dios adaptada a su mentalidad. La mies fue tan copiosa que faltaban sacerdotes para tanto fruto de conversiones. Ninguno de los dos era obispo, y Metodio ni siquiera sacerdote.
Con la intención de interesar algún prelado en la empresa de convertir a los eslavos se ponen en camino, acompañados de algunos de sus discípulos; atraviesan la parte inferior de la Panonia, donde entran en relaciones con el príncipe Kocel, que la gobernaba como vasallo del Imperio germánico.
Estuvieron allí unos seis meses; Kocel aprendió la escritura eslava y puso bajo el magisterio de Cirilo 50 jóvenes de su séquito, para que les enseñase los libros eslavos y los rudimentos de la fe; él mismo acompañó a los peregrinos hasta las fronteras de su reino y más tarde se había de interesar ante Roma en que Metodio fuese nombrado obispo de Panonia.
Al llegar a Venecia encontraron, por el contrario, fría acogida por parte del patriarca y del clero, prevenido ya por los rumores adversos que sobre ellos corrían; estos rumores, en forma concreta de acusación de apostasía y de herejía, habían llegado hasta Roma, promovidos por el clero germano. De no mediar el elemento político, que encendía las pasiones nacionalistas y ofuscaba la inteligencia de la verdad católica, no se explicaría esta hostilidad contra los apóstoles hermanos.
Ellos practicaban sencillamente la adaptación, cual lo había hecho Jesucristo, los apóstoles, toda la Iglesia primitiva al evangelizar el mundo; pero, aun dado caso de que en el siglo IX o en los pueblos eslavos no conviniera ya continuar el mismo sistema, una cosa meramente metodológica no es para provocar acusaciones tan graves.
Los dos hermanos continúan viaje a Roma. El recibimiento fue apoteósico y, por ende, inesperado. Había corrido la voz de que eran portadores de las reliquias de San Clemente; el papa Adriano II, numerosos cardenales y obispos, una muchedumbre inmensa de ciudadanos les salieron al encuentro y llevaron procesionalmente el santo cuerpo del papa romano.
El Papa tuvo ocasión de conversar largamente con Cirilo, y prendado de su profunda piedad, de su intachable ortodoxia, de su celo apostólico, bendijo largamente a los hermanos y aprobó sus proyectos misioneros. Metodio y otros tres eslavos recibieron la ordenación sacerdotal y celebraron su misa en rito eslavo, los días 5 y 6 de enero, respectivamente, del año 868. Los libros eslavos, bendecidos por el Papa, recibieron como su consagración al ser colocados oficialmente sobre el altar de Santa María ad praesepe (Santa María Mayor).
Ante una reunión de cardenales, obispos y teólogos, presidida por el Papa, Cirilo expuso sus proyectos apostólicos; fue aplaudido unánimemente, excepción hecha de los que simpatizaban con el emperador de Alemania, que veían en la nueva liturgia eslava una barrera al poder expansionista de los príncipes germanos.
Se quiso nombrar obispo a Cirilo; pero, enfermo desde la misión a los kázaros, se agravó rápidamente y tras despedirse de su hermano Metodio y de todos los presentes, se durmió en la paz del Señor el 14 de febrero de 869. Antes de morir, y después de recibir los últimos sacramentos hizo la profesión monacal y cambió el nombre de Constantino por el de Cirilo. Los funerales fueron presididos por el mismo Papa, quien mandó que su cuerpo recibiera sepultura en la basílica de San Clemente, junto a las reliquias que él mismo había traído.
Metodio, que, a pesar de ser mayor que su hermano, había sido siempre su fiel ayudante, toma ahora el timón de la desolada misión morava. Si no tenía la preparación teológica y científica de su hermano Cirilo, poseía, en cambio, en alto grado el don de mando y de gobierno. Regresa al Oriente en calidad de "misionero apostólico de los eslavos" y de "legado pontificio", y portando cartas para los príncipes Ratislao, Kocel y Sviatopolk.
Llamado nuevamente a Roma, volvió a la Ciudad Eterna acompañado de nobles varones y de veinte candidatos al sacerdocio. Metodio fue consagrado obispo a fines de 869 y nombrado primer arzobispo de Sirmio (Srem), diócesis que se extendía a Moravia, Panonia, Servia y por el norte hasta la Sarmacia (desde la frontera griega hasta más allá de los Cárpatos). Esta archidiócesis debía separar el Oriente bizantino y el Occidente romano-germánico, germen de seculares luchas.
Cuando, en 870, Metodio torna a la misión para tomar posesión de su archidiócesis, encontró las cosas cambiadas. Sviatopolk, tío de Ratislao, había hecho causa común con los príncipes y obispos alemanes; Ratislao, protector fiel de Metodio, fue hecho prisionero y desapareció, sin vestigio, de la escena. Metodio fue encerrado en una torre, donde le hicieron sufrir ultrajes y humillaciones durante dos años y medio, queriéndole obligar a renunciar sus cargos y dignidades.
El año 872 tuvo noticias del secuestro el papa Juan VIII, quien mandó bajo excomunión que fuese puesto en libertad; el obispo de Ancona, "legado pontificio ad hoc", le liberó de la cárcel y Metodio prosiguió incansable su obra evangelizadora. Por todas partes era recibido como "enviado del cielo". Sus discípulos se extendieron por el norte entre los ucranianos y polacos, y por el sur entre los panonios, croatas y servios.
Los alemanes arreciaban en sus acusaciones de herejía contra Metodio, y el Papa le impone el sacrificio de abandonar la liturgia eslava. Importaba menos a Metodio el triunfo momentáneo de sus enemigos que el fracaso de una misión tan fecunda; por eso emprendió un nuevo viaje a Roma en 879, para responder de las acusaciones de herejía y de innovación en la liturgia. Juan VIII aprobó enteramente su ortodoxia y su liturgia. Metodio pudo volver justificado a su misión.
Hacia el 882 lo encontramos en Constantinopla y poco tiempo después muere entre sus fieles el 6 de abril de 884. Se le hicieron grandiosos funerales con oficios en latín, griego y eslavo: "Reunido el pueblo en masa con cirios y lágrimas, acompañó a su buen pastor. Allí estaban todos, hombres, mujeres, niños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, viudas y huérfanos, extranjeros e indígenas, enfermos y sanos, porque Metodio se había hecho todo para todos, para salvarlos a todos".
Su cuerpo fue llevado posteriormente a Roma y colocado en San Clemente, junto al de su hermano Cirilo. Un cuadro sintetiza su santidad: el alma de Cirilo es presentada al supremo juez por sus dos santos protectores, Miguel y Gabriel, príncipes de las milicias celestiales; San Andrés y San Clemente asisten al trono divino y el hermano Metodio levanta suplicante el cáliz eucarístico en sufragio del difunto. Ambos juntos suelen ser pintados por los iconógrafos bizantinos leyendo y bautizando en Moravia, con un hombre arrodillado a sus pies, que les ofrece pan y sal, según el rito de los eslavos, en signo de amistad.
Los sepulcros de Cirilo y Metodio en Roma son lazo de unión, profesión de ecumenicidad, garantía de esperanza en una no muy lejana recuperación del Oriente cristiano a la obediencia del Papa.
Cirilo y Metodio esperan en Roma la hermosa hora del encuentro y del abrazo. Son como el Oriente hincado en el corazón de Roma. Son como los testigos de una caridad unitiva que traspasa pueblos y coliga siglos.
Además de las fiestas en el día de su muerte (14 de febrero y 6 de abril), se les honra con una fiesta común, lo mismo en la Iglesia oriental que en la latina. León XIII puso sus nombres en el Misal Romano el 25 de octubre de 1880, fijando su fiesta para el 5 de julio, que luego, en diciembre de 1887, fue trasladada al 7 del mismo mes; en el rito, oriental se celebra el 11 de mayo, tanto por los católicos como por los disidentes.
Considerado el Santo protector de los enamorados, San Valentín se encuentra entre los santos más populares. Patrono de Terni, su fiesta se celebra el 14 de febrero.
¿Quién era Valentín?
En el Martirologio Romano, el 14 de febrero encontramos no a uno, sino a dos Valentines. Del primero se dice: "14 de febrero, en Roma, en la Via Flaminia, día de San Valentín, sacerdote y mártir, que después de haber realizado varias curaciones significativas, fue asesinado y degollado bajo la orden del emperador Claudio César".
Del segundo se dice: "14 de febrero, en Terni, festividad de San Valentín, obispo que después de haber sido golpeado durante un largo período fue encarcelado y, al no poder vencer su resistencia, fue arrastrado secretamente a medianoche y degollado por el prefecto de Roma, llamado Plácido".
El Presbítero romano
La historia del presbítero romano se desarrolló alrededor del año 270 después de Cristo mientras que asolaba la persecución del emperador Claudio “El Gótico”, que, intrigado por la fama de santidad que acompañaba a Valentín, lo llevó al palacio y le pidió que fueran amigos para adorar juntos a los dioses. Sin embargo, Valentín con valor y firmeza declaró que el culto a los dioses era inútil y que sólo Cristo había traído al mundo la esperanza de un mundo mejor.
El emperador, impresionado por su devoción, le encargó a un noble romano llamado Asterio la tarea de disuadirlo mediante discursos suaves y amables. Asterio tenía una hija ciega de dos años. Sucedió que en una ocasión, Valentín se arrodilló ante ella y se puso a rezar y la pequeña recuperó la vista. Ante este milagro, Asterio se convirtió al cristianismo junto con toda su familia. Cuando el emperador Claudio se enteró de esta conversión, condenó a Valentín a ser decapitado en la vía Flaminia donde fue enterrado y donde se construyó una iglesia dedicada a él.
El Obispo de Terni
La historia del obispo de Terni tuvo lugar unos setenta años después: Valentín fue invitado a Roma por el retórico y filósofo Cratón, un maestro de lengua griega y latina; que tenía un hijo llamado Queremón, que sufría de una deformidad física que lo obligaba a mantener la cabeza entre las rodillas y ningún médico había logrado curarlo. Cratón le prometió a Valentín la mitad de sus posesiones si sanaba a su hijo, pero Valentín, en una larga charla nocturna, le explicó que no serían sus inútiles riquezas las que salvarían al jóven, sino la fe en el único Dios verdadero.
A continuación se puso a orar y el niño recuperó su salud. Ante el milagro, Cratón y toda la familia pidieron ser bautizados por el obispo, junto con tres estudiantes griegos: Próculus, Efebo y Apolonio.
Con ellos también abrazó al cristianismo Abondio, otro estudiante, hijo del prefecto de Roma, Furioso Plácido, del cual sabemos que ocupó este cargo entre los años 346-347: esta fue posteriormente la fecha histórica atribuída al martirio de Valentín.
Plácido, dolido por la conversión de su hijo, hizo detener a Valentín y lo decapitó en la Vía Flaminia, pero en secreto, durante la noche, para evitar la reacción de la ahora numerosa comunidad cristiana de la ciudad. Después de llevarse a cabo una primera sepultura en el lugar del martirio, Próculus, Efebo y Apolonio llevaron el cuerpo del mártir a Terni y lo enterraron a las afueras de la ciudad.
Pero en Terni, el cónsul Lucenzio, informado del hecho, hizo capturar a los tres y, también durante la noche por miedo a que el pueblo los liberara, los mandó a decapitar. Mientras tanto, el pueblo, instigado por Abondio, enterró a los nuevos mártires en la tumba de Valentín.
El Patrono de los enamorados
Demasiadas similitudes, en especial el lugar de la tortura y el entierro, unen la historia del Valentín romano con la del Valentín terniano, como para no sospechar que en realidad se trata de un solo mártir: en ambos casos se cuenta un valiente testimonio de fe, una curación milagrosa que causa conversiones, y un martirio por decapitación en la vía Flaminia.
Sin duda alguna, es gracias a los monjes benedictinos, que en la Edad Media custodiaban la basílica de Terni, que se produjo la difusión del culto de San Valentín en sus monasterios en Francia e Inglaterra, donde se originó su patronato sobre los novios, basado en un antiguo escrito del inglés Geoffrey Chaucer, quien contaba cómo en el día de San Valentín, los pájaros comenzaban sus danzas de amor.
A mediados de febrero, de hecho, la naturaleza comienza a despertar de la hibernación del invierno, por lo que San Valentín se convirtió en el santo que anunciaba la inminente primavera, y no por casualidad a veces se representa con el sol en la mano.
Benedicto XVI presenta a Cirilo y Metodio, apóstoles de los eslavos
Eran el menor y mayor, respectivamente, de una familia de siete hermanos, hijos de un alto funcionario de la Administración bizantina en Tesalónica. San Cirilo y San Metodio dedicaron su vida a la evangelización de los pueblos eslavos. Cirilo murió varios años antes que su hermano (el 869). Metodio fue nombrado más tarde obispo de Panonia y falleció en el 885. Juan Pablo II los nombró, junto con San Benito, patronos de Europa occidental y oriental.
Patronos de Europa
Subraya la exigencia de Inculturar el mensaje de la salvación. Cada pueblo debe expresar el Evangelio con su propio lenguaje
CIUDAD DEL VATICANO
Benedicto XVI confirmó la necesidad de que el mensaje de la salvación sea inculturado en los diferentes pueblos para que lo puedan expresar y vivir con su propio lenguaje.
A esta conclusión llegó el miércoles,miércoles 17 de junio de 2009, durante su intervención en la audiencia general, en la que habló de los hermanos santos Cirilo y Metodio, apóstoles de los pueblos eslavos en el siglo IX, inventores del alfabeto glagolítico, y traductores al eslavo de la Biblia, los Santos Padres y libros litúrgicos.
Al continuar con la serie de intervenciones semanales sobre los grandes personajes de la historia de la Iglesia, el Papa constató la contribución ofrecida por los dos copatronos de Europa al comprender el valor del idioma en la transmisión de la Revelación.
Fueron enviados por el emperador de Constantinopla a Moravia donde los pueblos eslavos habían rechazado el paganismo para convertirse al cristianismo,pero no tenían maestros que pudieran explicarles la fe en su idioma.
El Papa resumió la gran misión de estos dos santos con una oración que uno de ellos dirigió a Cristo: "hablar en eslavo por Él".
Debe hacer que penetre en su propia cultura el mensaje revelado
Y dado que el idioma hablado por los eslavos difícilmente se adaptaba al alfabeto latino, los santos en su labor de traducción bíblica y litúrgica dieron origen al desarrollo del alfabeto glagolítico, que luego sería llamado precisamente "cirílico", utilizado en numerosos idiomas, como el ruso, búlgaro, macedonio, o mongol.
"Cirilo y Metodio estaban convencidos de que los diferentes pueblos no podían considerar que habían recibido plenamente la Revelación hasta que no la hubieran escuchado en su propio idioma y leído en los caracteres propios de su alfabeto", explicó el Papa.
Por eso, aclaró, "Cirilo y Metodio constituyen un ejemplo clásico de lo que hoy se indica con eltérmino 'inculturación': cada pueblo debe hacer que penetre en la propia cultura el mensaje revelado y expresar la verdad salvífica con su propio lenguaje".
"Esto supone un trabajo de 'traducción' muy empeñativo --reconoció el Papa--, pues exige encontrar términos adecuados para volver a proponer, sin traicionarla, la riqueza de la Palabra revelada".
"Los dos santos hermanos han dejado en este sentido un testimonio particularmente significativo que la Iglesia sigue mirando hoy para inspirarse y orientarse", concluyó el Papa.
“Sin reunirnos el domingo para celebrar la Eucaristía no podemos vivir
“Sine dominico non possumus”
En Abitina, pequeña localidad cercana a Cartago de la actual Túnez, 49 cristianos fueron sorprendidos un domingo mientras, reunidos en la casa de Octavio Félix, celebraban la Eucaristía desafiando así las prohibiciones imperiales.
Tras ser arrestados fueron llevados a Cartago para ser interrogados por el procónsul Anulino. Fue significativa, entre otras, la respuesta que un cierto Emérito dio al procónsul que le preguntaba por qué habían transgredido la severa orden del emperador?
Respondió: “Sine dominico non possumus”; es decir, sin reunirnos en asamblea el domingo para celebrar la Eucaristía no podemos vivir. Nos faltarían las fuerzas para afrontar las dificultades diarias y no sucumbir.
Después de atroces torturas, estos 49 mártires de Abitina fueron asesinados. Así, con la efusión de la sangre, confirmaron su fe. Murieron, pero vencieron; ahora los recordamos en la gloria de Cristo resucitado.
(Benedicto XVI Homilía, Bari, 29-V-05)
También recoge este pasaje histórico en:
A principios del s. IV, el culto cristiano estaba todavía prohibido por las autoridades imperiales. Algunos cristianos del Norte de África, que se sentían en la obligación de celebrar el día del Señor, desafiaron la prohibición.
Fueron martirizados mientras declaraban que no les era posible vivir sin la Eucaristía, alimento del Señor: sine dominico non possumus (Acta SS. Saturnini, Dativi el aliorum plurimorum martyrum in Africa. 7.9.10) Que estos mártires de Abitinia, junto con muchos santos y beatos que han hecho de la Eucaristía el centro de su vida, intercedan por nosotros y nos enseñen la fidelidad al encuentro con Cristo resucitado.
Nosotrostampoco podemos vivir sin participar en el Sacramento de nuestra salvación y deseamos ser iuxta dominicam viventes, es decir, llevar a la vida lo que celebramos en el día del Señor. En efecto, este es el día de nuestra liberación definitiva. ¿Qué tiene de extraño que deseemos vivir cada día según la novedad introducida por Cristo con el misterio de la Eucaristía?
(BENEDICTO XVI, Sacramentum Caritatis, 95)
Mártires de Abitinia
En Cartago, ciudad de África, conmemoración de los santos mártires de Abitinia (en Túnez), que durante la persecución bajo el emperador Diocleciano, por haberse reunido para celebrar la eucaristía dominical en contra de lo establecido por la autoridad, fueron apresados por los magistrados de la colonia y los soldados de guardia. Conducidos a Cartago e interrogados por el procónsul Anulino, a pesar de los tormentos confesaron su fe cristiana y la imposibilidad de renunciar a la celebración del sacrificio del Señor, derramando su sangre en lugares y momentos distintos (304)
Nombres de los mártires: Santos Saturnino, presbítero, con cuatro hijos: Saturnino hijo y Félix, lectores, y María e Hilarión, aún niño; Dativo o Sanator, Félix, otro Félix, Emerito y Ampelio, lectores; Rogaciano, Quinto, Maximiano o Máximo, Telica o Tacelita, otro Rogaciano, Rogato, Januario, Casiano, Victoriano, Vicente, Ceciliano, Restituta, Prima, Eva, otro Rogaciano, Givalio, Rogato, Pomponia, Januaria, Saturnina, Martín, Clautos, Félix junior, Margarita, Mayor, Honorata, Victorino, Pelusio, Fausto, Daciano, Matrona, Cecilia, Victoria, Berectina, virgen cartaginesa, Secunda, Matrona y Januaria
Sobre la vida del rey David ya tiene fecha de lanzamiento en este mes de febrero
Amazon Prime Video ha lanzado el primer tráilerde la esperadísima serie épica bíblica "Casa de David" que presenta la icónica batalla entre David, el joven pastor, y el gigante Goliat.
El tráiler destaca la enorme estatura de Goliat y la gran valentía de David(Michael Iskander) cuando avanza para enfrentarse al formidable gigante (Martyn Ford).
Goliat, que se eleva sobre los soldados, lanza un desafío atronador para que un campeón lo enfrente. Luego, la historia se adentra en los humildes comienzos de David como pastorcillo y forastero, preparando el escenario para su viaje transformador. El tráiler llega a su clímax con un momento poderoso: David prepara su honda, alistándose para el acto decisivo que dará forma a su destino y marcará el comienzo de su ascenso a la realeza, como se describe en 1 Samuel 17.
“No se trata de la grandeza del gigante. Se trata de la grandeza de Dios”, dice el rey David en el tráiler de la serie"
“‘House of David’ cuenta la historia del ascenso de la figura bíblica, David, quien eventualmente se convierte en el rey más famoso y celebrado de Israel. La serie sigue al otrora poderoso rey Saúl mientras cae víctima de su propio orgullo. Bajo la dirección de Dios, el profeta Samuel unge a un adolescente improbable y marginado como el nuevo rey.
Mientras Saúl pierde su poder sobre su reino, David se encuentra en un viaje para descubrir y cumplir su destino, navegando por el amor, la pérdida y la violencia en la corte del mismo hombre al que está destinado a reemplazar. Cuando un líder cae, otro debe levantarse”, se lee en la sinopsis del programa.
En todo caso, tal y como muestra el adelanto, el enfrentamiento con Goliat es solo una parte del viaje de David, que comienza como un humilde pastor eclipsado por sus hermanos mayores al que Dios elige como siguiente rey por medio del profeta Samuel. "Dios no ve lo que el hombre ve. Él mira en el corazón. Y tú, tú tienes el corazón de un león", dice el anciano.
"¿Puede cambiar una piedra el curso de la historia?", comienza preguntando una voz en off en el inicio del trailer, que paralelamente muestra a David cogiendo un canto del río. Acto seguido, aparece Goliat, un gigantesco y terrible guerrero que llama "cobardes" al ejército de Israel, pidiendo que envíen a su "campeón" para enfrentarse a él en singular combate.
“House of David” lanzará sus primeros tres episodios exclusivamente en Prime Video el 27 de febrero, con nuevos episodios a continuación cada semana. La serie es producida por Nomadic Pictures y Argonauts, junto con Kingdom Story Company y Lionsgate Television.
“The Chosen”, que ha atraído a 200 millones de espectadores únicos en todas sus plataformas desde su debut en 2017, es ampliamente reconocido por despertar un renovado entusiasmo por los dramas bíblicos en los últimos años.Jenkins le dijo recientemente a The Christian Post que tanto él como Erwin “aman la Biblia”, y agregó: “Amamos la Palabra de Dios. Creemos que es perfecta. Simplemente la tomamos y la traemos al mundo de una manera nueva mientras seguimos honrando el texto”. Erwin y el ex ejecutivo de Netflix y YouTube Kelly Merryman Hoogstraten cofundaron Wonder Project.
“Con 'House of David' siendo el primer proyecto bajo este nuevo acuerdo, estamos preparando el escenario para una serie de películas y programas de televisión atractivos e impulsados por valores”, dijo anteriormente Erwin. "Este es un hito para The Wonder Project y estamos encantados de trabajar con una empresa que entiende y apoya nuestra misión y a nuestra audiencia de una manera tan innovadora".
En el Palacio de la Cancillería, la exposición «Jordania: Alba del cristianismo»
Valiosos objetos dan testimonio de las raíces de la fe cristiana en el país, que ha arraigado de forma duradera a lo largo de los siglos.
El Año Santo se enriquece con un nuevo itinerario jubilar: una peregrinación ideal, hoy diríamos «virtual», que atraviesa el tiempo y el espacio para llevar a Roma uno de los lugares que fueron el corazón de Tierra Santa, Jordania. A partir del 1 de febrero, será posible realizar este viaje por las salas del Palacio de la Cancillería y admirar así la exposición «Jordania: Alba del cristianismo / Jordan: Dawn of Christianity», abierta hasta el 28 de febrero.
Noventa piezas, procedentes de 34 sitios arqueológicos, dan testimonio de la historia de las raíces del cristianismo en esta tierra, desde su nacimiento hasta nuestros días, cuyas huellas se conservan vívidamente. No se trata simplemente de una exposición de objetos artísticos, sino del testimonio de un legado espiritual secular en la Tierra Santa de Jordania, destinado a celebrar la unidad y la paz.
La mostra, organizzata dal Ministero del Turismo e delle Antichità della Giordania, in collaborazione con la Santa Sede, è stata inaugurata ieri venerdì 31 gennaio alla presenza della ministra del Turismo e delle Antichità del Regno Hashemita di Giordania, Lina Annab, e altre autorità: Kais Abu Dayyeh, ambasciatore di Giordania in Italia; Fadi Balawi, segretario generale del MOTA (Ministry of Tourism and Antiquities of Jordan); Abed Alrazzq Arabiyat, direttore generale del Jordan Tourism Board Director; Rustom Mkhjian, curatore del sito del Battesimo.
El evento, además del Año Jubilar, celebra otras felices coincidencias: treinta años de relaciones diplomáticas entre Jordania y la Santa Sede y el 60 aniversario de la visita del Papa Pablo VI al país el 11 de mayo de 1964.
Pero más allá de los aniversarios, el vínculo con la Santa Sede es fuerte, hecho de amistad, respeto mutuo, armonía interreligiosa y compromiso común para proteger los lugares sagrados y abordar los retos globales enraizados en valores morales y humanitarios compartidos. Después de Pablo VI, los sucesivos Papas han visitado esta tierra: Juan Pablo II el 22 de marzo de 2000; Benedicto XVI el 8 de mayo de 2009; el Papa Francisco el 24 de mayo de 2014.
Un viaje a través de la historia y la fe
Jordania alberga varios lugares significativos de la fe cristiana, escenarios de la historia antigua que con el tiempo se han convertido en importantes lugares de peregrinación: Tel Mar Elias, lugar de nacimiento del profeta Elías, que atrae a fieles de las tres religiones abrahámicas; la cueva de Anjara, en las colinas al este del valle del río Jordán, donde descansaron Jesús, la Virgen y los discípulos, y la iglesia de Nuestra Señora de la Montaña o «Sayyidat al-Jabal», construida en la década de 1950; el monte Nebo, último lugar de reposo del profeta Moisés.
Macheronte, al este del Mar Muerto, donde Josefo Flavio relata en las Guerras Judías el lugar del encarcelamiento y martirio de Juan el Bautista, descubierto recientemente por los arqueólogos; al-Maghtas, en la orilla oriental del río Jordán, el lugar donde Juan el Bautista bautizó a Jesús, marcando el inicio mismo del cristianismo.
Un recorrido multimedia
El recorrido de la exposición hace uso de la tecnología moderna, recreando un verdadero viaje sensorial, una inmersión que pasa primero por un túnel-caverna, para evocar la paz y el silencio, pero también para recordar las características geomorfológicas de Jordania que acogieron a los cristianos que se refugiaron allí y los lugares del Bautista o incluso la cueva sagrada de Anjara. El itinerario serpentea por senderos penumbrosos que ponen de relieve brillantes fragmentos arquitectónicos, inscripciones, mosaicos, objetos de uso común o ceremonial.
Donde nació el cristianismo
La ministra Lina Annab explica las razones de la exposición y su importancia para los medios de comunicación vaticanos: «Esta exposición -dice- ha sido transportada a Roma con mucho cariño y es muy importante para nosotros porque su historia es la historia misma del cristianismo». Su título, «Alba del cristianismo», quiere explicar que el cristianismo comenzó en Jordania con el bautismo de Jesucristo por Juan el Bautista, y que fue entonces cuando el cristianismo comenzó en el mundo».
El símbolo del pez
«Se ilustran unos 30 lugares de Jordania -continúa Lina Annab- que son muy importantes para el cristianismo y algunos son también Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Ciertamente, la mayoría de las iglesias o, en todo caso, de las piezas datan del siglo VI, de la época bizantina, una época de especial florecimiento, aunque la presencia del cristianismo comenzó ya en los primeros siglos». El logotipo de la exposición lleva el símbolo del pez y no el de la cruz, precisamente para aludir a esta primera época», añade la ministra.
Un lugar de paz
«Los primeros cristianos vinieron a Jordania huyendo de la persecución y aquí encontraron la paz, vivían seguros. Vinieron a encontrar la armonía». Las distintas exposiciones ilustran la vida cotidiana de los primeros cristianos, cómo vivían. La gruta, en la primera sección de la exposición, es un recuerdo de los lugares donde se escondían y vivían. Todo el recorrido por las salas del Palacio de la Cancillería alude a una tierra que ha sido lugar de paz desde la Antigüedad hasta nuestros días».
La ministra concluye: «En un momento como éste, en el que se celebra en Roma el Jubileo de la Esperanza, Jordania: Alba del Cristianismo trae aquí un país de paz. Y un país de paz es un lugar feliz. Es una invitación a venir a Jordania y visitar sus tesoros históricos y artísticos creados por musulmanes y cristianos que viven juntos en armonía. Creo, una vez más, que es muy importante mostrar el cristianismo primitivo, nacido en la Tierra Santa que se extiende desde Jordania hasta Palestina. Y en Jordania, los cristianos son parte integrante de la sociedad, no simples 'visitantes'».
En 1858 Lourdes era un pueblecito desconocido, de unas cuatro mil almas. Simple capital de partido judicial, tenía su juzgado de paz, su tribunal correccional y hasta un pequeño destacamento de gendarmería. Esto y un mercado bastante concurrido era lo único que le daba un poco de superioridad sobre los demás pueblecillos de los alrededores, perdidos, como él, en las estribaciones de los Pirineos.
Poco tiempo antes, un célebre escritor, Taine, garabateó en su cuaderno de viaje esta apresurada nota:
"Cerca de Lourdes, las colinas se vuelven rasas y el paisaje se entristece. Lourdes no es más que un amasijo de tejados sucios, de una melancolía plúmbea, amontonados junto al camino".
Si el paisaje no ha cambiado, la población en cambio se ha transformado por completo. El pueblecillo, entonces ignorado, es hoy conocido en todo el mundo. El flujo y reflujo de Lourdes durante la época de las peregrinaciones no conoce descanso y es algo único e impresionante. De aquí el nacimiento de una nueva ciudad, la de los hoteles y las tiendas de recuerdos, que han venido a erigirse y casi a eclipsar a la antigua.
¿Qué ha ocurrido?
La historia la conoce todo el mundo. Había en Lourdes una pobre niña, analfabeta, que por su rudeza no había podido aprender el catecismo ni estaba aún en condiciones de hacer su primera comunión. Ni siquiera sabia hablar francés, y tenía que expresarse en el dialecto de la región. Era hija de padres pobrísimos, que atravesaban por aquellos días una situación de auténtica miseria.
Pero, aunque pobre en las cosas materiales, era riquísima en las del espíritu, buena, humilde, caritativa, pura y, sobre todo, sincera. El testimonio de cuantos convivieron con ella a lo largo de su existencia es terminante sobre este punto: antes y después de las apariciones María Bernarda Soubirous, que así se llamaba la niña, había dicho siempre la verdad con la sinceridad más plena.
Un 11 de febrero, cuando ella llevaba escasamente quince días en Lourdes, a su regreso de Bartres, donde había estado haciendo de pastorcita, salió en busca de leña y de huesos, en compañía de una hermana suya y de una amiguita. Estaba en una pequeña isla, formada Por el Gave y el canal que en él desembocaba. Sus compañeras la habían dejado sola.
Era el mediodía. Oyó un fragor como de tempestad, dirigió su vista hacia una concavidad que había en la roca por encima de ella, y la encontró ocupada por una jovencita de su misma estatura, de rostro angelical, vestida de blanco, ceñida por una banda azul, cubierta con un velo, que tenia un hermoso rosario entre las manos.
Había comenzado una serie de dieciocho apariciones que se sucederían durante los días siguientes, con algunos intervalos, hasta terminar el 16 de julio. Durante esa temporada, las autoridades estarían alerta, el pueblo dividido, el clero en un silencio total y más bien reticente. Sospechas, que humanamente podían considerarse fundadas, habrían de envolver a la niña. Era mucha la miseria que había en casa de los Soubirous para que se pudiera excluir la hipótesis de que acaso se estuviese buscando una solución a tan trágica coyuntura económica.
María Bernarda sufrió con paz celestial y sin inmutarse toda clase de pruebas. Ya sea el procurador imperial, ya el comisario de policía, ya el párroco, ya los visitantes..., a todos contestará con absoluta serenidad y paz, repitiendo exactamente las mismas expresiones. En vano los visitantes buscarán con habilidad la manera de sorprender su buena fe.
Ella se mantendrá firme, dando testimonio de la verdad de lo que ha visto. Cuando los alrededores de la gruta estén rebosantes de público y la aparición no se produzca, ella dirá con toda sinceridad que nada ha visto. Cuando le amenacen para que calle, ella continuará diciendo siempre que ha sido verdad la aparición. Será testigo de la verdad, sin conocer un instante de vacilación, ni un desfallecimiento.
El párroco ha pedido una señal del cielo: quisiera que floreciese el rosal que está junto a la gruta. La aparición no ha querido que fuese así. Pero se va a producir un acontecimiento con el que nadie contaba. A lo largo de una aparición extraña, que decepciona al público, mientras Bernardita prueba unas hierbas no comestibles y araña la tierra, ésta se abre bajo sus dedos y brota una fuente. El público se marcha decepcionado. Hay críticas. Más de uno siente vacilar sus anteriores convicciones, favorables a la aparición.
Y, sin embargo, aquel jueves, 25 de febrero, será decisivo en la historia de Lourdes. La fuente continuará brotando, para no secarse ya jamás. Muy pronto ese agua comienza a ser instrumento de maravillosas curaciones. Y el rumor de esas curaciones empezará a atraer las muchedumbres a Lourdes, que tampoco faltarán ya jamás.
La aparición ha dado a la niña un encargo concreto: decir al clero que han de edificar una capilla, y que se ha de ir allí en procesión. El cura de Lourdes se ha mostrado severo. No puede creer en semejante encargo, sin más ni más. Por otra parte, la aparición no ha dicho todavía su nombre. Es lo menos que puede exigírsele.
Y un día, el de la Anunciación, lo dice: "Yo soy la Inmaculada Concepción". La niña no sabe lo que significa aquello. Es más, las primeras veces que cuenta lo que ha ocurrido, pronuncia mal la palabra "Concepción", hasta que las hermanas del hospicio de Lourdes la corrigen y la enseñan a decirlo bien. No importa. Esta misma ignorancia suya será una de las pruebas de que no se trata de nada que haya sido fingido. Ahora ya se sabe quién se aparece: la Santísima Virgen, a quien poco tiempo antes el Papa ha declarado solemnemente libre del pecado original desde el mismo instante de su concepción.
La serie de apariciones se va a cerrar rápidamente. El 7 de abril, doce días después de la Anunciación, tiene lugar la decimoséptima aparición, y el 16 de julio, fiesta de la Virgen del Carmen, la decimoctava. Bernardita no volverá a ver a la Santísima Virgen mientras esté en la tierra.
El demonio no podía contemplar lo que estaba sucediendo sin intentar algo por desacreditarlo. Ya en una de las primeras apariciones, exactamente en la cuarta, unos diabólicos aullidos fueron apagados instantáneamente por una mirada severa de la Santísima Virgen. Era sólo el comienzo. Poco tiempo después, una epidemia de visionarios se produce en la pequeña ciudad pirenáica. Ahora son unas mujeres que dicen haber visto extrañas apariciones; luego unos niños momentáneamente delirantes y posesos; más tarde extravagantes hombres, que aparecen como portadores de extraños mensajes, y tienen que ser retirados por alucinados.
Es cierto que nunca tan sacrílegas mascaradas llegan a poder utilizar la misma gruta. Pero sus alrededores son manchados con esta clase de manifestaciones. Es notable: el contraste con la serena majestad, con la humildad y dulzura de Bernardita es tal, que puede decirse que esta clase de manifestaciones, lejos de servir para oscurecer su gloria, sirvió, por contraste, para enaltecerla más y más. La diferencia entre la única vidente verdadera y las burdas falsificaciones diabólicas, apareció siempre manifiesta y clara.
Con todo, no iba a ser fácil la realización de lo que la Virgen había pedido. Durante no poco tiempo la gruta misma iba a estar cerrada, y el acceso a la misma prohibido. Se conserva todavía el cuaderno en el que el guarda jurado fue apuntando, con pintoresca ortografía, los nombres de los contraventores. Un día fue la señora del almirante Bruat, aya de los hijos del emperador. El mismo día, Luis Veuillot, el temible polemista. Estas visitas producen una cierta emoción en la ciudad. Hasta que, por orden del emperador Napoleón III, desaparecen las barreras y se decreta de nuevo que el acceso a la gruta es enteramente libre. Fue un día de inmensa alegría en Lourdes.
Pero ¿hasta qué punto se podía hablar de apariciones verdaderas?
El obispo de Tarbes había mantenido hasta entonces una actitud sumamente prudente. Casi al mismo tiempo que se decretaba la libertad para ir a la gruta, monseñor Laurence daba, por su parte, otro decreto constituyendo una comisión de información sobre los hechos ocurridos en Massabielle. Y la comisión comenzaba inmediatamente, de manera concienzuda, sus informaciones. Estas habrían de tardar más de dos años. Por fin, entregaba sus conclusiones al señor obispo. Este quiso presidir personalmente la sesión final, que tuvo lugar en la sacristía de Lourdes.
La asamblea era impresionante. En torno al señor obispo, todas las personalidades que formaban parte de la comisión. En medio, Bernardita, tocada con su capuchón, calzada con zuecos, hablaba con absoluta sencillez, pero con una autoridad sorprendente. Sobre todo, como siempre solía ocurrir, cuando llegó el momento en que reprodujo el gesto de la Virgen, juntó sus manos, alzó su mirada y dijo: "Yo soy la Inmaculada Concepción", y pareció envuelta de una gracia tan celestial, que un escalofrío circuló por toda la reunión.
El anciano obispo sintió cómo se le humedecían las mejillas, y dos gruesas lágrimas resbalaron por su rostro. Apenas salió la niña, exclamó movido por la emoción: "¿Han visto ustedes esta niña?"
Sólo faltaba proclamar la verdad. El sábado 18 de enero de 1862 el obispo firmaba la "Carta pastoral con el juicio sobre la aparición que tuvo lugar en la gruta de Lourdes". Después de haber expuesto los antecedentes, declaraba con toda solemnidad: 'Juzgamos que la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, se apareció realmente a Bernardetta Soubirous el 11 de febrero de 1858 y días siguientes, en número de dieciocho veces, en la gruta de Massabielle, cerca de la ciudad de Lourdes; que tal aparición contiene todas las características de la verdad y que los fieles pueden creerla por cierto... Para conformarnos con la voluntad de la Santísima Virgen, repetidas veces manifestada en su aparición, nos proponemos levantar un santuario en los terrenos de la gruta".
El 14 de octubre de 1862 se dio el primer golpe de pico para poner los cimientos de la futura capilla. Entre los sesenta obreros que trabajaban, se contaba Francisco Soubirous, padre de Bernardita, orgulloso de cooperar, desde puesto tan humilde, a tan grandiosa obra. El 4 de abril de 1864 se colocaba la estatua que todos los peregrinos conocen, en la gruta.
Rápidamente Lourdes fue tomando el aspecto que hoy presenta. El 19 de mayo de 1866, vigilia de Pentecostés, quedaba consagrada la cripta, que había de ser el cimiento de la futura capilla. Su inauguración quedó señalada para dos días después, lunes de Pentecostés, en presencia de una inmensa multitud. Todavía pudo asistir a ella Bernardita. Pero le costaba reconocer el terreno. Estaba todo muy cambiado.
En 1873 se inician las grandes peregrinaciones francesas
En 1876 es solemnemente consagrada la basílica y coronada la estatua de la Virgen. Los veinticinco años de las apariciones se celebran con afluencia de una inmensa multitud, y colocando la primera piedra de la iglesia del Rosario, para suplir la insuficiencia, de la primitiva basílica. Seis años más tarde era inaugurada esta iglesia, que fue solemnemente consagrada en 1901. Todavía con la marcha del tiempo habría de resultar insuficiente, y el 25 de marzo de 1958, el cardenal Roncalli, futuro papa Juan XXIII, consagraba una nueva y más inmensa basílica subterránea, dedicada a San Pío X.
Hay un algo maravilloso que flota en el ambiente, que penetra hasta lo más profundo del alma y que hace que Lourdes sea un sitio único para saciar la devoción cristiana. Y en primer lugar, como lugar de oración. La ciudad, con sus tiendas de recuerdos, sus hoteles y fondas, suele causar una impresión desagradable al peregrino.
Una multitud tan inmensa exige todo eso. Pero desilusiona un poco ese contraste entre la finalidad espiritual del viaje y estas exigencias de la naturaleza humana. Todo cesa, sin embargo, desde el momento en que se entra en el dominio de la gruta. Hay un ambiente sobrenatural de oración, de silencio, de recogimiento. Los hombres descubiertos, las mujeres como en la iglesia, y dominando todo el rumor de los cánticos que brotan de las iglesias o de la gruta.
Al llegar a ésta, se olvida todo. No cabe más que dejarse envolver por el silencio, apenas turbado por el rumor del río y el paso de los trenes que ponen como una nota lejana de recuerdo, de que todavía existe un mundo que se afana y corre. Allí todo es calma. La muchedumbre, de rodillas, en silencio, ora sin cansarse.
Sin embargo, no todo es paz y calma. Las peregrinaciones se suceden, ateniéndose todas a un mismo reglamento. Entran en la ciudad, se dirigen a la gruta, se lee allí la sencilla narración de las apariciones. Se realizan una serie de actos piadosos, misas cantadas, de comunión, vía crucis, etcétera, para partir después y dejar su sitio a otras que le seguirán. Todo en medio de un orden admirable.
Hay, sin embargo, todos los días dos actos cumbres, a los que concurren todas las peregrinaciones presentes en la ciudad: la procesión con el Santísimo y la de las antorchas.
Exactamente a las cuatro de la tarde se pone en marcha la procesión con el Santísimo. Avanza triunfal la Custodia, entre las filas de los peregrinos. Llega a la explanada y allí es esperada por la multitud de los enfermos. Es necesario haber contemplado aquel espectáculo para captar toda su significación.
El Señor ha entrado en la plaza y, oculto bajo las especies eucarísticas, comienza a recorrer las filas de camillas y carritos en que se encuentran los enfermos. Y una voz se alza penetrante, llena de vibración y energía: "¡Señor, creemos en ti!" La muchedumbre contesta al unísono: "¡Señor, creemos en ti!"
Son miles y miles de gargantas, Toda una generación trabajada por la escuela laica, acosada por unas costumbres corruptoras, influenciada por un ambiente de escepticismo... hace el acto de fe más emocionante, más lleno de sentido que puede imaginarse. Las lágrimas pugnan por salir, mientras las invocaciones, de evangélicas resonancias, se van sucediendo. Hace más de mil novecientos años que salieron de otros labios. Ahora, el mismo Señor, oculto bajo las especies eucarísticas, vuelve a escucharlas: "¡Señor, si quieres, puedes curarme!" "¡Señor, que vea "¡Señor, aquel que Tú amas, está enfermo!"
Por la noche, en cambio, el espectáculo es diferente
Los treinta, cuarenta o cincuenta mil peregrinos presentes en la ciudad, cantan acompasadamente la melodía sencilla, monótona, sin especial valor, pero devotísima del Ave, recorriendo un largo trayecto por todo el dominio de la gruta. Al final van agrupándose, ordenadamente, en la gran plaza, que se transforma en ascua de oro y de fuego, ante la confluencia de tantos miles de antorchas. Y entonces surge potente, arrollador, el canto del Credo. Venidos de los puntos más diversos del orbe, cantan, sin embargo, al unísono todos los peregrinos, proclamando a una voz su única fe. Espectáculo maravilloso y conmovedor.
Hay que decir algo, sin embargo; otro espectáculo, también consustancial con Lourdes: el de los enfermos. Sacudidos por un viaje interminable, heridos de muerte por sus enfermedades, incómodamente instalados en sus carritos..., son ellos los sembradores de una suavísima sensación de paz y consuelo. La tienen ellos, y la van derramando por doquier a su paso. Cada uno de ellos, cada mirada enfebrecida, cada llaga purulenta, cada mano retorcida, inflamada y monstruosa, va dejando en el alma del peregrino una gota de la más sobrehumana y deleitosa paz. Es ésta una de las grandes paradojas de Lourdes. Uno de sus milagros permanentes.
De vez en cuando, sin someterse a ley alguna, se produce el milagro. Unas veces ante la gruta, otras durante la procesión del Santísimo, otras en el viaje de vuelta. No hay ley alguna, lo repetimos. En medio de la multitud o lejos de ella, en Lourdes, o a muchos kilómetros de allí, la Santísima Virgen viene operando maravillas a centenares, a millares. Algunas de ellas llegan a comprobarse científicamente, con un rigor que no deja nada que desear. Otras, no.
El alivio que ha recibido el enfermo, o su curación, no podrán comprobarse, porque no había lesión orgánica, o por falta de datos previos, pero eso no importará nada: quien recibió el beneficio disfrutará de él. De vez en cuando, en una prosa helada, que en su misma frialdad es el mejor argumento de la veracidad del hecho, Le Journal de la Grotte dará la noticia de que en esta o aquella diócesis se ha reconocido canónicamente la realidad de un milagro.
Pero el más colosal milagro es el que todos los días se realiza en Lourdes: el de que una inmensa multitud de enfermos que ha peregrinado allí pidiendo su salud, se retire consolada, alegre, con dulce resignación. Y el de que la multitud que le rodea, en contacto permanente con el dolor, viendo con sus propios ojos aquel espectáculo de sufrimiento que presentan los enfermos, no haga de Lourdes una ciudad triste, sino todo lo contrario. Todos los peregrinos os dirán que Lourdes es una ciudad en la que ellos han pasado días de paz, de bienestar, de profunda e íntima alegría.
Las catacumbas de Malta muestran el rápido crecimiento de una comunidad cristiana fundada por San Pablo
En la isla del Mediterráneo, se encuentra un importante sistema de catacumbas de los primeros siglos del cristianismo
El archipiélago, estratégicamente situado en el centro del Mediterráneo, es famoso por sus monumentos prehistóricos extraordinariamente bien conservados. Pero sus numerosas estructuras paleocristianas están entre las más importantes de todo el mundo, y ofrecen un testimonio único de la vida de las primeras comunidades cristianas de la zona.
Malta, dicen algunos, es una gran iglesia. En cierto modo tienen razón. Lo es, en más de un sentido. Para empezar, el archipiélago alberga más de 365 iglesias. Naturalmente, los malteses suelen bromear diciendo que podrían asistir a misa en una iglesia diferente cada día del año si quisieran.
Lo que podría parecer una exageración tiene sentido si se tiene en cuenta no sólo que Malta es el país europeo con mayor densidad de población (algo menos de 1.300 personas por kilómetro cuadrado), sino también el país con el mayor porcentaje de católicos de todo el continente: casi el 98% de los malteses son católicos.
Además, el paisaje del archipiélago se presta a la contemplación. Si es cierto, como afirmaban Agustín y otros filósofos cristianos, que se puede vislumbrar la perfección de Dios contemplando las múltiples bellezas de la creación, Malta podría ser una especie de parque de atracciones para los contemplativos: el archipiélago ofrece excepcionales playas de arena, acantilados que se elevan bruscamente desde sus aguas prístinas, impresionantes grutas naturales y también exuberantes valles verdes.
Pero una mirada literal bajo la superficie revela aún más: un intrincado sistema de catacumbas deja claro que el cristianismo maltés es tan antiguo como el propio cristianismo. De hecho, la comunidad cristiana maltesa es tan antigua como las de Éfeso, Jerusalén, Corinto y Roma, gracias al naufragio de Pablo, relatado en el Libro de los Hechos.
Imagínese esta escena: Es el año 60 d.C. Pablo navega por las agitadas aguas del Mediterráneo, en un barco perteneciente a la flota del emperador romano. Su destino es la propia Roma, donde el Apóstol va a ser juzgado tras ser acusado de predicar el cristianismo en Jerusalén.
Pero, tras ser azotado por una tormenta, el barco romano zozobra. Lo que parece un suceso desafortunado, casi trágico, resultó ser el nacimiento de la tradición cristiana maltesa de dos mil años de duración y sin interrupción.
Fue en una de las pequeñas islas del noroeste, hoy conocidas como Islas de San Pablo, donde Pablo pudo tocar tierra. El texto de los Hechos de los Apóstoles (27:27-28:5) dice lo siguiente
"Una vez a salvo en tierra, descubrimos que la isla se llamaba Malta. Los isleños nos mostraron una amabilidad inusual. Encendieron una hoguera y nos acogieron a todos porque llovía y hacía frío. Pablo recogió un montón de leña y, al ponerla en el fuego, una víbora, expulsada por el calor, se le pegó a la mano.Cuando los isleños vieron la víbora colgando de su mano, se dijeron: "Este hombre debe ser un asesino, pues, aunque haya escapado del mar, la diosa Justicia no le ha permitido vivir". Pero Pablo se sacudió la serpiente en el fuego y no sufrió ningún efecto negativo".
Esta escena ha inspirado a los artistas a lo largo de los siglos, convirtiéndose en uno de los temas favoritos de la iconografía paulina. Pero, lo que es más importante, es el mismo acontecimiento que llevó a estos hospitalarios lugareños a comprender que había algo especial en su invitado.
Muchos empezaron a escuchar su predicación (incluido Publio, el entonces gobernador romano de la isla, que pronto se convirtió en su primer obispo y santo), y así nació la primera comunidad cristiana de Malta.
Aunque el nacimiento de esta comunidad cristiana fue sin duda auspicioso, durante los dos o casi tres siglos siguientes, el cristianismo fue considerado ilegal por los emperadores romanos gobernantes. Al igual que en el continente, los primeros cristianos que vivían en el archipiélago tenían que practicar su fe en secreto, a escondidas. Enterrar a los fieles difuntos no era la excepción. Como los entierros en la ciudad sólo estaban permitidos para los cultos legalmente autorizados (incluido el judaísmo), los cristianos enterraban a los suyos en catacumbas, fuera de las murallas de la entonces capital romana, Melite (hoy Mdina).
En la actualidad, las intrincadas y extensas catacumbas de Malta son la mayor evidencia arqueológica del cristianismo primitivo en Malta. De hecho, estos sistemas de catacumbas se encuentran entre los más grandes de todas las tradiciones cristianas, sólo superados por los de Roma.
Construidas entre los siglos III y VIII, sólo las catacumbas de San Pablo se extienden por una superficie de más de 22.000 metros cuadrados. Y, según la tradición local, en su día incluso estuvieron conectadas con la gruta de San Pablo, lugar en el que el Apóstol se refugió nada más llegar a la isla.
Sin embargo, hay que señalar que las de San Pablo no son las únicas catacumbas de Malta: Las de Santa Águeda, por ejemplo, constan de más de 500 sepulturas, tanto de cristianos como de judíos y paganos; y las de Ta' Bistra son las mayores catacumbas fuera de Rabat (donde se encuentran tanto las de San Pablo como las de Santa Águeda). San Pablo y Ta' Bistra (y otras catacumbas) son gestionadas por Heritage Malta, mientras que Santa Águeda está bajo la responsabilidad de la Sociedad Misionera de San Pablo (M.S.S.P).
Heritage Malta también gestiona las catacumbas de San Agustín, Ta' Mintna, Salina y Abbatija tad-Dejr. Heritage Malta es la agencia nacional que se encarga de los museos, las prácticas de conservación y el vasto patrimonio cultural del archipiélago.
En los primeros tiempos, los enterramientos cristianos en Malta se componían principalmente de una profunda abertura rectangular y una o dos cámaras en sus lados, donde se colocaban los cuerpos de forma adecuada y ceremoniosa. Algunas de estas estructuras relativamente sencillas aún pueden apreciarse en estas catacumbas.
Pero a lo largo de los siglos, a medida que estas comunidades crecían, los cristianos necesitaban obviamente construir cámaras más grandes, incluyendo elementos litúrgicos y devocionales (y no exclusivamente ornamentales) como parte de estas construcciones.
Catacumbas de san Pablo (Malta)
Con el tiempo hubo tantas de estas cámaras que acabaron uniéndose, convirtiéndose en catacumbas completas con paredes llenas de elementos iconográficos profundamente simbólicos, y así se mantiene hasta el día de hoy un intrincado sistema de túneles subterráneos que conducen de una tumba a la siguiente, y que están totalmente abiertos al público.
Tras una extensa obra de restauración que Heritage Malta inició en 2015 (con un presupuesto de unos 4 millones de euros, aportados en parte por el Fondo Europeo de Desarrollo Regional), estas catacumbas pueden ser visitadas por todos aquellos interesados en explorar más esta fascinante tradición mediterránea. Las de Santa Águeda se sometieron a una restauración en 2017, y también están abiertas a los visitantes.
La habilidad con la que los primeros cristianos malteses fueron capaces de excavar estos pasillos y cámaras esculpiendo directamente sobre la roca caliza en bruto es, cuanto menos, impresionante. Los visitantes que pongan el pie en el complejo principal de San Pablo observarán dos salas inscritas por pilares de estilo dórico, y una repetición constante de grabados de estilo iónico que marcan la entrada y la salida de casi todos los pasillos.
Cada una de estas dos salas contiene mesas redondas de piedra caliza bien conservadas, colocadas en una plataforma baja con lados inclinados que se asemejan al clásico triclinium (diván reclinable) de la mayoría de las casas romanas. Estas mesas se utilizaban probablemente para los entierros litúrgicos, y quizás para las primeras celebraciones eucarísticas.
Estos impresionantes tesoros del cristianismo primitivo pueden visitarse como sigue:
Las catacumbas de San Pablo están abiertas de jueves a domingo entre las 10:00 y las 16:30, pero a partir del 1 de junio estarán abiertas toda la semana de 10:00 a 17:00, y las entradas se pueden reservar con antelación en el sitio web de Heritage Malta . Las visitas a Bistra, Abbatija tad-Dejr, Salina y las catacumbas de San Agustín se realizan únicamente con cita previa. Santa Águeda debería estar abierta a partir del 15 de junio, pero para poder visitarla hay que ponerse en contacto con la agencia nacional maltesa.
La historia de Santa Águeda constituye uno de los más hermosos testimonios de fe del siglo III. La Iglesia celebra su Memoria el 5 de febrero, día en el que murió mártir en Catania (Italia). La impávida joven siciliana, sometida a horribles torturas, demostró una valiente fidelidad a Cristo.
En la Sicilia del siglo III, la historia de Santa Águedase desarrolla entre Catania y Palermo, las dos ciudades que se disputan el ser el lugar del nacimiento de la mártir. Leyendo su “Passio”, se puede afirmar que nació en el año 235 en las laderas del Etna, de una familia rica y noble.
Era aún una adolescente cuando manifestó su voluntad de consagrarse a Dios y recibió de su obispo el “flammeum”, un velo rojo que llevaban las vírgenes consagradas. La tradición la describe también como una diaconisa dedicada al servicio de la comunidad cristiana.
En el año 250, el edicto del emperador Decio contra los cristianos desencadenó una dura persecución. El encargado de aplicarlo en Catania fue el despiadado procónsul Quinciano, quien se encaprichó de Águeda.
La fuga a Palermo y el martirio
La joven huyó a Palermo, pero fue encontrada y llevada de nuevo a Catania. Conducida ante Quinciano, no quiso abjurar de su fe. El procónsul, entonces, decidido a atentar contra la virtud de la doncella, la confió a una cortesana, Afrodisia, para que le enseñase las artes amatorias. Sin embargo, Águeda permaneció fiel a Cristo, por lo que fue entregada de nuevo a Quinciano, que decidió procesarla.
Las “Actas del martirio de Santa Águeda” recogen los siguientes diálogos:
“¿De qué condición eres tú?”, pregunta Quinciano a Águeda, que responde: “Nací libre y de familia noble”. Y Quinciano: “Si dices que eres libre y noble, ¿por qué vives y te vistes como una esclava?” “Porque soy sierva de Cristo”, explica Águeda. Y de nuevo Quinciano pregunta: “Pero si verdaderamente eres libre y noble, ¿por qué quieres hacerte esclava?” Águeda responde: “La máxima libertad y nobleza consiste en demostrar que se es siervo de Cristo”.
Quinciano rebate: “¿Y qué? ¿Los que despreciamos la servitud de Cristo y veneramos a los dioses no tenemos libertad?. “Vuestra libertad os arrastra a tanta esclavitud que os hace siervos del
pecado”, afirma Águeda.
Ante estas palabras, Quinciano ordena una vez más a Águeda que reniegue de Cristo, y para inducirla a reflexionar la encarcela. Pero al día siguiente, ante el nuevo rechazo de la joven, establece que sea sometida a la tortura. Al verla aprontar los suplicios con valor, Quinciano ordena que le sean arrancados los pechos. En un estado terrible, Águeda es llevada de nuevo a la cárcel; pero esa noche se le aparece San Pedro que la sana.
Conducida de nuevo ante el tribunal, Águeda se niega una vez más a adorar a los dioses y declara que ha sido curada mediante el poder de Jesucristo. Furioso por el valor de la joven a pesar de las torturas, Quinciano decreta que sea arrojada sobre carbones ardientes, envuelta en su velo rojo de esposa de Cristo.
La muerte de Águeda sacude Catania
Mientras la orden era ejecutada, el lugar donde el santo cuerpo fue arrojado y toda la ciudad de Catania fueron sacudidos por un fuerte terremoto. Todos corrieron al tribunal y comenzaron a armar tumulto porque se atormentaba a una santa sierva de Dios, y por este motivo todos se encontraban en grave peligro.
Águeda, cuyo velo había quedado íntegro, fue sacada de las brasas, y, “habiendo entrado de nuevo en la cárcel, tendió sus brazos al Señor y dijo:
‘Señor que me has creado y custodiado desde mi infancia y que en la juventud me has hecho actuar con valor, que alejaste de mí el amor las cosas terrenas, que preservaste mi cuerpo de la contaminación, que me hiciste vencer los tormentos del verdugo, el hierro, el fuego y las cadenas, que me diste la virtud de la paciencia en medio de los tormentos; te ruego que acojas ahora mi espíritu, porque ya es tiempo de que yo deje este mundo por tu mandato, y llegue a tu misericordia’.
Dichas estas palabras en presencia de muchas personas, entregó el espíritu. Era el 5 de febrero del año 251.
El milagro de la lava
Cuentan también los “Actos del Martirio” que un año después hubo una gran erupción del monte Etna y la corriente de lava, como un río ardiente, se dirigía hacia la ciudad de Catania. Muchas personas se encaminaron entonces al sepulcro de Águeda para pedir su intercesión, y su velo fue colocado ante el río de lava. Milagrosamente, la lava se detuvo.
La fama del prodigio hizo de Águeda la patrona de Catania. Su culto nació así un año después de su martirio, y se difundió rápidamente por todas partes. Sus reliquias se conservan en Catania, en la catedral dedicada a ella.