SAN ATANASIO

(† 373)

Durante 46 años obispo de Alejandría en Egipto. En el Concilio de Nicea San Atanasio fue la única voz de la ortodoxia contra el difuso arrianismo que negaba el dogma trinitario. No obstante que su maestro fue San Antonio Abad, Atanasio no fue un teólogo. Murió en el 373.

 

Atanasio de Alejandría; prototipo de la fortaleza cristiana, su vida sintetiza la lucha heroica mantenida por la ortodoxia frente a la vigorosa reacción doctrinal del paganismo antiguo asumida por la herejía de Arrio; fortaleza inflexible y dinámica ante el error, suscitada por el Señor para librar a su Iglesia de un trance peligroso.

Durante los sesenta años que median desde la paz de Constantino hasta que Teodosio establece el cristianismo católico como religión del Imperio, el atleta alejandrino es el más visible protagonista de la historia de la Iglesia.

Arrio fue el genial intérprete de este momento: vio el fondo de la cuestión y trató de reducir a Cristo, el Verbo del Padre, a la categoría del demiurgo o semidiós, criatura elevada y perfecta, pero simple criatura.

Primero, el propio heresiarca, y después de su trágica muerte, sus secuaces, lucharon utilizando los más poderosos recursos: la filosofía griega con el prestigio de su claridad, de su belleza y de su amor a la vida: la inexperiencia o la astucia de los monarcas bizantinos, que pretendían, a base de protección, asumir la dirección de la Iglesia; el grave problema político de las relaciones entre Roma y Bizancio, entre Oriente y Occidente.

En esta coyuntura frente a Arrio, sus componendas doctrinales y sus obispos cortesanos se irguió Atanasio con su sincero realismo evangélico y su innumerable cortejo de monjes y anacoretas del desierto.

 

san atanasio

 

Al estallar el conflicto arriano, Atanasio era un joven diácono de veintitrés años, endeble, pequeño de talla y pálido rostro. Arrio tenía la madurez de sus sesenta años, de exterior imponente, de prócer estatura, gran dialéctico, maestro, acreditado en explicar las Santas Escrituras.

Nacido en Libia y adscrito al clero en Alejandría, había pretendido ocupar aquella gloriosa sede episcopal y llevaba la amargura de esta insatisfacción; era, según ocurre en tantas ocasiones, austero y soberbio, sabio, obstinado y dominador. Había sido nombrado párroco de una demarcación de la ciudad, la de Borcal.

Pretendía el sabio párroco y maestro de Escritura que el Verbo encarnado no era absolutamente igual al Padre, sino la primera y más maravillosa de las criaturas que salieron de la mente y del poder de Dios.

Entre el Ser Supremo, sin principio, sólo eterno, sólo bueno, solitario en su eternidad, y la naturaleza creada, finita y manchada, está el Verbo encarnado, Hijo de Dios, pero, aunque creador del mundo, Hijo de Dios por adopción, pues difiere en absoluto de la sustancia del Padre.

Establecidos tales principios, el misterio de la Encarnación y el de la Redención quedaban eliminados y alterada esencialmente toda la teología de la Trinidad y de Cristo, se abría otra vez el insondable abismo pagano entre el hombre débil y manchado y la divinidad inaccesible; suprimida la majestad divina de la Víctima del Calvario, los espíritus paganizantes y livianos ya no sentían la responsabilidad del pecado y el rigor de la justicia divina, pues, según la nueva doctrina, Cristo nos redimía sólo con la influencia de su doctrina y de sus ejemplos.

La familia y la infancia de Atanasio: sus padres fueron, sin duda, cristianos. Se cuenta que, siendo todavía niño, un día en que jugando remedaba las ceremonias del culto cristiano, instruyó y predicó al público infantil que jugaba con él y llevó tan adelante la imitación de los mayores y el realismo de su futura vocación que bautizó a varios niños paganos, siendo reconocida luego la validez de tal bautismo.

El patriarca San Alejandro descubrió en el adolescente condiciones extraordinarias, le hizo clérigo, dirigió su formación intelectual y le ordenó de lector en su propia catedral, y más tarde le hizo su diácono y, en consecuencia, su secretario, según las costumbres de entonces: en calidad de tal ya fue el alma, en 320, del concilio provincial de Alejandría, en que los obispos de Egipto y Libia condenaron por primera vez a Arrio.

Atanasio conoció bien el ambiente intelectual de Alejandría, frecuentó a los sabios maestros filósofos y teólogos de la famosa escuela donde acababa de apagarse la voz del gran Orígenes. El Señor, cuando asigna a sus santos una gran misión histórica, les prepara con el temperamento personal, con las condiciones oportunas y les sumerge en el ambiente apropiado para su mejor formación.

La juventud de Atanasio primero, y luego toda su vida heroica de luchador contra el neopaganismo teológico y práctico de Arrio, se movió entre dos polos: el desierto egipcio, foco de santidad heroica y de ascetismo tradicional, y la escuela alejandrina, primer centro intelectual organizado por la Iglesia, centro de doctrina ortodoxa, pero cuna asimismo de varios desvaríos heréticos.

Es seguro que la amistad de Atanasio con el gran San Antonio nació de sus largas estancias en el desierto, donde el patriarca de los anacoretas le descubrió, sin duda, el gran riesgo de las tentaciones del mundo pagano y el peligro de admitir componendas prácticas con las costumbres y las ideas paganas.

Los desiertos de Egipto eran entonces el escenario de un fenómeno singular: las almas generosas formadas en el clima del martirio, al hacerse cómoda y fácil la práctica del cristianismo, se iban al desierto para sufrir el martirio de su renuncia y de sus mortificaciones, para vivir en la contemplación de Dios, unos ideales místicos basados, no en los ensueños idealistas de los filósofos, sino en la dura ascética de los consejos evangélicos.

A los veinticinco años publica su Discurso contra los gentiles: en él se encuentra ya toda la lucidez, la agudeza y la profundidad de una mente superdotada, pero allí aparece también la combatividad ardiente de un hombre destinado por Dios a una lucha sin descanso. En este libro, el Santo desenmascara el paganismo en sus manifestaciones más groseras, en su esfuerzo para humanizar a los dioses para así poder divinizar las propias pasiones y los desórdenes de la aristocracia pagana, que tenía su base social en la esclavitud.

 

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Demuestra que la adoración de Júpiter, Mercurio, Neptuno o Venus es la adoración de las fuerzas viejas, brutales, coactivas, de la naturaleza o el esfuerzo para aureolar de gloria el orgullo y la voluptuosidad humanas. Pero donde dirige sus tiros el atleta es contra el neoplatonismo de las escuelas alejandrinas.

La filosofía neoplatónica reconoce a un Dios supremo. Pero ¿qué representa un demiurgo o mediador entre Dios y el mundo? ¿Qué son estos platónicos poderes colocados por los filósofos entre la naturaleza y la divinidad sino formas de la idolatría, menos groseras que las de los griegos, pero tan corruptoras y no menos irracionales?

Instado por su diácono, el obispo Alejandro, después de exhortar a Arrio para disuadirle, reúne un concilio en Alejandría que excomulga al hereje y condena sus doctrinas. Herido en su orgullo, Arrio despliega una actividad enorme viajando y escribiendo: gana para su causa a muchos obispos de Palestina y Asia, entre ellos a Eusebio de Nicomedia, cuya influencia pesaba mucho en la corte imperial, y distribuye copiosa abundancia de folletos, cartas, memoriales y versos.

Es entonces cuando el papa Silvestre y el emperador Constantino envían a Alejandría al prestigioso obispo de Córdoba, Osio, para recoger una información adecuada; Osio se da cuenta de la gravedad del movimiento herético y él mismo, según parece, insinuó a Constantino la idea de reunir un concilio.

Fue el de Nicea, el primero de los concilios ecuménicos y uno de los más importantes de la historia, en cuyas sesiones preparatorias el diácono Atanasio dio la medida de su sagacidad, de su elocuencia y sus dotes de polemista y de dialéctico.

Sus intervenciones tuvieron un peso considerable en las decisiones del concilio, que condenó a Arrio, quien tuvo que emprender el camino del destierro mientras sus cómplices y partidarios, que firmaron las conclusiones y el símbolo del Concilio, ante las perspectivas de excomunión, esperaban la oportunidad para mixtificar o anular la doctrina de Nicea.

Poco después del concilio murió Alejandro, el santo obispo de Alejandría. Antes de morir había rogado a los obispos de su provincia eclesiástica que le dieran por sucesor a Atanasio; en efecto, fue designado el enérgico y piadoso diácono, que intentó huir impulsado por su humildad, para no ser obispo, pero el pueblo cristiano de Alejandría le forzó aclamando su elección: "Ese es un hombre seguro, he aquí un asceta, un verdadero obispo".

Así Atanasio fue exaltado a la dignidad de patriarca de aquella gloriosa sede y primado de todo Egipto. Después de haber escrito su primera y emocionante carta pastoral con motivo de la Pascua de 328, quiso girar una visita a la porción más escogida de su rebaño: los anacoretas penitentes y los monjes contemplativos del desierto de Egipto y Libia; cuando regresó, hondamente edificado y consolado por la santidad de aquellos solitarios, ya había estallado la tempestad en la capital de su patriarcado.

El sector arriano había planteado la invalidez de su elección episcopal con el pretexto de haber sido realizada por la presión popular; por su parte, Eusebio de Nicomedia, el obispo palaciego, había arrancado de Constantino una carta imperativa ordenando a Atanasio que levantara la excomunión y recibiera a todos los arrianos que se le presentaran, amenazándole con el destierro.

Atanasio escribe, defendiéndose, un largo memorial que es atendido por el emperador, pero he aquí que el partido de los herejes melecianos, movilizado por Eusebio, comienza una campaña de calumnias inverosímiles, pero siempre dramáticas y extrañas: que había obligado en beneficio propio a sus fieles a pagar un impuesto sobre el lino, que el delegado y amigo de Atanasio, Macario, al reprender a un sacerdote sacrílego, había derribado un altar, roto un cáliz y quemado los libros sagrados.

Atanasio decide hacer un viaje a Constantinopla, donde habla con el emperador, que se convence de su inocencia; pero de vuelta a Alejandría ya le han preparado otra serie de extrañas y graves calumnias: que ha mandado asesinar al obispo de Hiprale Arsenio, de cuya presunta muerte exhiben una mano cortada; pero he aquí que el obispo Arsenio, que había sido recluido en un monasterio, es descubierto por Atanasio y presentado a sus propios acusadores.

Insisten los difamadores escribiendo al emperador que Atanasio ha prohibido a los fieles la entrega de trigo que, debía de ser enviada a Constantinopla y, por fin, dan dinero a una mujerzuela para que diga que el santo obispo la ha violentado. Inmediatamente, y antes que se pudiera aclarar tal alud de calumnias, se reúne un concilio en Tiro, ciudad costera de Palestina, donde llevan la voz cantante los arrianos y semiarrianos.

La asamblea depone a Atanasio y el emperador, impresionado, le destierra a Tréveris, en la Francia de entonces —año 336—, de donde volverá cuatro años más tarde cuando muere Constantino, pues su hijo y sucesor en Occidente, Constantino el joven, levanta el destierro a Atanasio.

Pero los mismos enemigos de Atanasio, que se habían reunido en Tiro, se reúnen en Antioquía, revalidan la deposición del Santo y consagran a un tal Gregorio como obispo de Alejandría. Este seudopatriarca entra en la ciudad a mano armada rodeado con gran lujo de soldados, y Atanasio tiene que desterrarse por segunda vez; entonces, se dirige a Roma.

El papa Julio I recibe con gran afecto al defensor de la fe de Nicea, que llega a la Ciudad Eterna en 342, fatigado, a los cuarenta y siete años de su edad, y cuando llevaba catorce al frente de la iglesia alejandrina. Reúne el Papa en Roma un concilio que aprueba tanto la doctrina como la vida de la lumbrera de Oriente: No pudo, sin embargo, Atanasio restituirse a su sede hasta que se convocó cinco años después otro concilio en Sárdica —342—.

Allí se ordenó la restitución del patriarca a su ciudad; el emperador Constante aprobó los acuerdos de Sárdica mientras la facción arriana, en el paroxismo de su furor, reunida tumultuosamente en Filípolis, excomulgaba a los obispos de Sárdica y al propio papa Julio I por haber comunicado con San Atanasio.

Este, sin embargo, durante una corta temporada, pudo estar al frente de su diócesis una vez expulsado el usurpador Gregorio. Pero he aquí que, a la muerte de Constante, los arrianos, que habían afianzado sus posiciones y aumentado en número, pudieron apoyarse en la influencia de la corte de Bizancio, pues el nuevo emperador Constancio no recataba su adhesión a la secta.

Otros conciliábulos, los de Arlés, Aquileya y Milán, donde se condenan y, en consecuencia, son desterrados, los grandes defensores de la doctrina de Nicea; Osio, Eusebio de Vercelli, Lucífero de Callas, Dionisio de Milán y el propio papa Liberio.

Es éste el momento del apogeo del arrianismo: el mundo, según observará San Jerónimo, parece gemir bajo su yugo. Atanasio tiene que huir, pues el emperador impone al hereje Jorge de Capadocia como obispo de Alejandría; el refugio para Atanasio esta vez será el desierto y la compañía de los religiosos que tanto le admiran y le veneran: en este lapso de tiempo escribe el Santo varias de sus obras más notables.

Al morir Constancio, sube al trono imperial Juliano el Apóstata, hombre de temperamento atormentado y complejo, que se asigna en vano la misión de restablecer el paganismo en la vida social y religiosa del Imperio. Para demostrar su indiferencia ante la lucha entre católicos y arrianos, llama de su destierro a todos los condenados por su antecesor.

Vuelve a su sede Atanasio en febrero del 362 sin dificultad, pues el usurpador Jorge de Capadocia había muerto en un motín popular, y el pueblo recibe triunfalmente a su pastor legítimo. De todo el Egipto llegaron gentes a la capital: las calles por donde pasaba el ilustre perseguido, montado en un asno como el Señor en Jerusalén, eran rociadas con perfumes y toda la ciudad fue engalanada e iluminada por la noche.

De febrero a octubre, la actividad y el celo de Atanasio fueron asombrosos: sospechaba el Santo que todavía a sus sesenta y siete años le esperaba otro destierro: el más corto, pero el más terrible, porque lo que se intentaba era en esta ocasión quitarle la vida.

A los dos meses de estar en su sede ya había reunido un concilio en Alejandría: la torpe política de Juliano, que favorecía a los arrianos más exaltados y paganizantes, abrió los ojos a los semiarrianos, los cuales, aprovechando las decisiones del concilio, que facilitaba su retorno a la verdad, fueron admitidos a la comunión católica en gran número.

La simpatía despertada por la virtud y la sabiduría de Atanasio suscitaba entre los gentiles copiosas conversiones, cuya noticia irritó profundamente a Juliano: "Proscribe al miserable Atanasio —escribió al prefecto de Egipto—, que, reinando yo, se ha atrevido a bautizar a mujeres griegas de rango distinguido".

El edicto del quinto y último destierro se fijó en las calles de Alejandría el 23 de octubre del mismo año 362. Atanasio se dio cuenta que se cernía sobre la Iglesia una persecución sangrienta y que él podía ser la primera víctima.

Decidió huir para el bien de su pueblo, escapó aquella misma noche remontando en una barca las aguas del Nilo vestido de pescador, antes de que fueran a prenderle; los esbirros le siguieron por el río y, al notar el Santo que le iban a dar alcance, dio un viraje a la barca; los perseguidores le preguntan si había visto a Atanasio, y él y sus acompañantes contestan: "Por ahí mismo ha pasado".

Escondido en las afueras de la ciudad, decidió dirigirse otra vez al desierto, Los monjes a millares, con sus abades al frente, salieron a recibirle tremolando ramas de árboles y cantando himnos de gozo.

La muerte de Juliano devolvió a Alejandría su venerado obispo, pero el emperador Valente, influido por Eudoxio, patriarca intruso de Constantinopla, con el pretexto de velar por la paz pública, dio un decreto de destierro para todos los obispos depuestos por Constancio y restablecidos por Juliano. Atanasio estaba incluido en el número.

Tuvo que esconderse todavía el campeón de la fe ortodoxa, pero el pueblo, soliviantado ante la injusticia, reclamó la presencia de su obispo: las fuerzas imperiales de seguridad tuvieron que retirarse ante el temor de una temible sedición popular. Atanasio, en este año de 365, el septuagésimo de su edad, tenía ya demasiada grandeza para ser perseguido o protegido por el Imperio.

Gobernó tranquilo su iglesia durante ocho años más, los necesarios para vislumbrar la derrota casi definitiva de la herejía. Murió el 2 de mayo del 373. El martirologio romano, con su sobria elegancia, anuncia la muerte del confesor y doctor de la Iglesia, celebérrimo en santidad y doctrina, en cuya persecución se había conjurado todo el orbe.

El, sin embargo, defendió la fe católica desde el tiempo de Constantino hasta Valente contra emperadores, presidentes y un sinnúmero de obispos arrianos; acosado de los malos, insidiosamente anduvo prófugo por todo el orbe hasta no restarle en la tierra lugar seguro donde esconderse. Finalmente, vuelto a su iglesia después de tantos trabajos y tantas coronas de paciencia, muere en su lecho, a los cuarenta y seis años de sacerdocio, imperando Valentiniano (Valente) —no es de extrañar que la historia le haya reservado el título de "Grande”.

 

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San Atanasio de Alejandría - 2 de mayo

 

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RAMÓN CUNILL

17 de abril

SAN ANICETO, PAPA Y MÁRTIR

 (†  166)

-San Aniceto, papa, era un oriental que gobernó la Iglesia a mediados del siglo II, 150-161. Tuvo que combatir el gnosticismo entonces en su apogeo, cuyos jefes, Valentín, Marción y Apeles, habían hecho de Roma el centro de su propaganda.

Recibió la visita de San Policarpo y de Hegesipo, primer historiador de la Iglesia, que le dedico su "Comentario de los Actos de los Apóstoles". Trabajó por reducir a los orientales a la celebración de la Pascua según los usos romanos, aunque ésta es una cuestión que no logró ver solucionada. Recibió la palma del martirio a raíz de la muerte de Antonino Pío.

 

¿Quién fue San Aniceto?

Pocas noticias nos ha legado la historia de este glorioso Papa. Casi podemos contentarnos con saber que fue el duodécimo sucesor de San Pedro, que gobernó la Iglesia once años, desde 155 a 166, entre San Pío I y San Sotero. Era originario de Emesa, en Siria.

En el siglo II la comunidad cristiana de Roma estaba fuertemente helenizada, su lengua oficial no era el latín, sino el griego. En griego vulgar se celebraba la liturgia, se predicaba, se hacían las inscripciones de los mártires en las catacumbas. Hasta un siglo después la lengua latina no suplantaría a la griega.

Esto explica los nombres griegos de la mayoría de los papas primitivos, nombres, por lo demás, sin ascendencia gentilicia, porque estos papas debían de ser libertos o de familias más bien humildes. Sus nombres revelan cualidades o rasgos, los que les caracterizaron antes de la manumisión: Aniceto, Sotero, Calixto.... el Invencible, el Salvador, el Hermoso...

 

Aniceto

 

Estos personajes oscuros, pero eficientes, conocían la responsabilidad de su cargo y supieron llevar a buen puerto, entre borrascas y tempestades, la barquilla de la Iglesia. Hasta comienzos del siglo IV todos los papas dieron su vida por la fe. Ascender al pontificado era sentar plaza de candidato al martirio.

En aquel entonces la situación legal del cristianismo seguía siendo enormemente precaria. Aun bajo los auspicios de buenos emperadores, como los Antoninos, que se preocuparon de la felicidad material de sus súbditos, la Iglesia continuó teniendo sus mártires. Bajo el mismo Marco Aurelio (161-180), el emperador filósofo, no hay cambios sensibles.

Ni parece verosímil que la apología de San Justino hiciera mella en el alma de este estoico frío y orgulloso, que mas que hallar puntos de contacto entre el cristianismo y su doctrina vio en aquel un rival, sin impresionarle las virtudes de los mártires, cuya paciencia tomó por fanatismo.

A la vez que el Imperio desenvainaba la espada contra la Iglesia, los escritores atacaban con la pluma. Frontón de Cirta, Luciano de Samosata y Celso recurren a las fábulas más absurdas, a la sátira y a la calumnia para combatir al cristianismo.

Y, sin embargo, la resistencia oficial del Imperio romano y la ofensiva de sus letrados no era tan peligrosa para la Iglesia como la lucha interna que tuvo que sostener contra las incipientes herejías, agrupadas bajo el nombre común del gnosticismo. Toda la literatura del siglo II nos da la impresión de que los cristianos viven en una atmósfera de batalla, ya sean apologetas o controversistas.

En efecto, la Iglesia reaccionó vigorosamente. A los escritores paganos no les faltaron objetantes cristianos. San Justino, Atenágoras, Minucio Félix, Taciano, Apolinar y Orígenes trituraron uno a uno los falaces argumentos, deshicieron las calumnias y expusieron toda la belleza de la nueva religión.

Los mismos apologistas fueron buenos controversistas; su caso nos recuerda la actuación de los judíos de Nehemías, que con una mano levantaban el edificio teológico de la fe y con la otra empuñaban la espada de la controversia.

 

san Aniceto

 

En esta atmósfera cargada se desenvolvía el pontificado de San Aniceto. Contemporáneos suyos, y en Roma, vivieron San Justino y Hegesipo, un judío converso que recorrió el Imperio para comprobar la uniformidad de su fe cristiana frente a las nacientes heterodoxias; a él debemos la anécdota que nos ha transmitido Eusebio sobre la venida de San Policarpo a la Ciudad Eterna.

También vivió en Roma en tales fechas el hereje Marción, un gnóstico peligrosísimo, que, enriquecido con negocios de empresas navieras, hacía grandes estragos entre los fieles por sus espléndidas limosnas y su austero rigorismo. Pero nunca pudo engañar a los auténticos representantes de la jerarquía. Y cuando viene a la capital del Imperio San Policarpo, para tratar con San Aniceto el problema de la fecha de la Pascua, encuentra a Marción casualmente, que con cinismo le pregunta:

—¿Me conocéis?

Y el venerable obispo, sin recato ni miramiento, le contesta:

—Te conozco, primogénito de Satanás.

Trataron ambos ilustres prelados sobre el modo de conciliar las fechas de celebración de la primera festividad cristiana; pero no lograron ponerse de acuerdo. El obispo de Esmirna, con más de ochenta y cinco años, había emprendido el penoso viaje a Roma para conferir con el cabeza de la Iglesia universal.

El seguía la tradición legada por San Juan, al que alcanzara a conocer en vida y de quien se proclamara como heredero; y en Roma se seguía la tradición de San Pedro. No se encontró solución al grave asunto, que, en realidad, no sería resuelto hasta el concilio de Nicea.

Pero ambos santos se mantuvieron unidos, y, como señal de la caridad no rota, San Aniceto invitó a San Policarpo a celebrar la eucaristía en presencia de la comunidad romana. Y así se despidieron en paz el uno del otro.

¿Fue realmente mártir San Aniceto? La expresión de que se sirve el Liber Pontificalis resulta insólita. Dice obiit martyr (murió mártir), en vez de martyrio coronatus(coronado con el martirio). La tradición constante de los martirológios habla del martirio y suele señalar como fecha el 17 de abril, y en cuanto al lugar de su enterramiento, si alguno habla del Vaticano, también es fuerte la tradición de haber sido inhumado en el que después se llamaría cementerio de Calixto, panteón normal de los primeros papas.

De aquí, como se dijo, pasaron sus reliquias a la capilla del Palazzo Altemps en 1604. Sin embargo, la cabeza había sido entregada el año 1590 para su veneración al arzobispo de Munich, Minucio, quien la colocó en la iglesia de los padres jesuitas de aquella ciudad.

¿Cómo terminar la biografía de este santo Papa? Quizá con las palabras tiernas y devotas que le dedicó el duque Juan de Altemps al recibir en su casa sus preciadas reliquias:

"Si la perfecta inteligencia de la Sagrada Escritura, si la inocencia y la santidad de vida, si la gloria del martirio bastan cada una de por sí, como todos lo confiesan, para hacer a un hombre inmortal, ¿qué se deberá pensar del mérito y de la gloria de San Aniceto, en quien todas estas prendas se juntan?".

 

A San Aniceto le tienen devoción muchísimos sacerdotes españoles, todos los que han estudiado en el Pontificio Colegio Español de Roma.

Los restos de San Aniceto reposan en un riquísimo sarcófago, que probablemente perteneció al mausoleo de la familia imperial de Septimio Severo y ahora sirve de soporte al altar mayor de la capilla, que fue consagrado el año 1910 por el cardenal Merry del Val.

El Colegio Español ocupa un hermoso palacio renacentista que levantaron los duques de Altemps. Esta familia, de origen alemán, dio a la Historia gobernantes y capitanes y a la Iglesia cardenales y prelados. El fundador de la misma fue un condottiero de las tropas de Carlos V.

Un siglo más tarde el duque Juan de Altemps pidió al papa Clemente VIII, con el que estaba emparentado, que le cediese las reliquias de San Aniceto, conservadas en las catacumbas de San Calixto, lo que se llevó a cabo el año 1604, con motivo de haber tomado aquel Pontífice la decisión de trasladar desde los antiguos cementerios suburbanos a iglesias más seguras los cuerpos de los santos que todavía reposaban allí.

El piadoso duque hizo labrar una riquísima capilla, exornándola con mármoles y decorándola con pinturas alusivas al martirio del papa San Aniceto.

A finales del pasado siglo la familia de los Altemps había decaído y su palacio pasó a propiedad de la Santa Sede. Por entonces un sacerdote español, cuyo proceso de beatificación está en marcha, planeaba la fundación en Roma de un colegio donde pudieran hacer su formación eclesiástica en la Ciudad Eterna los clérigos españoles que designasen sus prelados.

Este sacerdote, don Manuel Domingo y Sol, pasó no pocas dificultades en su noble empresa. Tras unos años difíciles, en que recorrió con su grupo de colegiales varios edificios romanos, mereció que el mismísimo Papa le prestase su apoyo, y León XIII le cedió en 1894 el Palazzo Altemps.

Y aquí empieza la relación de los sacerdotes españoles con San Aniceto. En el gran fresco que decora la bóveda de la capilla el pintor diseñó la apoteosis del Santo glorioso, que, rodeado de barrocas guirnaldas de ángeles como amorcillos, extiende su capa pontifical mientras sube a lo alto. Yo siempre quise ver en este gesto un símbolo de su protección al colegio. Y también debió verlo y experimentarlo el propio Mosén Sol, quien en circunstancias apuradísimas para la reciente fundación prometió que una lucecita habría de brillar perennemente, noche y día, cabe su sepulcro.

En mis tiempos de alumno siempre la vi arder, y alguna vez yo mismo la aticé. Cuando posteriormente he estado en Roma la luz seguía luciendo, aunque ahora fuese una bombillita eléctrica. Y he pensado a veces si todos los papas, aun aquellos que figuran en el martirologio, tendrán la dicha de que ininterrumpidamente brille una lámpara de amor y gratitud bajo su tumba. San Aniceto, patrón del Colegio Español de Roma, sí la tiene.

 

CASIMIRO SÁNCHEZ ALISEDA

 

La vocación de San José

A pesar de su dolor, José decide abandonar secretamente a María para no dañar su fama; es entonces cuando el Señor, por medio del ángel, le da a conocer su vocación.
"
Siendo como era justo, y no queriendo infamarla, deliberó dejarla secretamente". (Mt1, 19)

El Sueño de José

I

san jose

 

Ha pasado muchas noches de insomnio. Y ésta ha sido de sueño difícil: le ha costado mucho dormirse. Con frecuencia se ha despertado presa de una idea que le persigue: soñaba que los hombres de la plaza se reían de él.

Ahora ha logrado conciliar el sueño sobre su humilde lecho, después de pensar y pensar.

Ocurre que José está ante una tremenda disyuntiva: sabe que María va a ser madre, no lo puede dudar; y sabe también que es pura y sin mancha, no lo puede dudar. Y José ha suspendido el juicio.

María permanece silenciosa. Heroica, prefiere sufrir la sospecha y la deshonra antes que descubrir el secreto.

Él sabe con certeza que su esposa va a ser madre, se lo dijeron las amigas al principio, cuando vinieron a felicitarlo y él quedó con una amarga espina clavada en el corazón. Se lo dice la gente del pueblo, que lo comenta. Se lo dicen sus ojos. Calla también, sufre… y no juzga mal.

Está seguro de la pureza inmaculada de la Niña Virgen, se lo dicen sus ojos limpios, su bondad, su dulzura, su recia personalidad. Hay algo en ella que se impone, tan fuerte, tan decisivo, tan sobrenatural, que detiene la conclusión de la verdad que los ojos enseñan. Para los dos es una gran prueba.

Pavorosa lucha interior que las gentes no advierten. Angustiosas tormentas que los hombres vulgares no comprenden. Pelea por mantenerse fiel cuando todas las razones empujan a lo contrario. La santidad exige la prueba.

Todos creen que él es el padre. Y él sabe que no. Sufre ante el misterio, y respeta la situación.

La ley manda apedrear a las mujeres adúlteras. ¡Es tan grande el pecado! Pero ella no puede estar en ese caso. Sin embargo, José no se lo explica. Y su espíritu lucha entre esos dos extremos que lo ahogan: la pureza de María que se impone, y el hecho de que va a ser madre. Y José suspende el juicio.

II

 

san jose

 

Lo hace así porque es justo, aunque él sólo tenga razones para sentirse gravemente ofendido. Y no aplica el recurso legal de darle el acta del divorcio, que traería consigo la reprobación pública de la repudiada, sino que sigue la insinuación de la caridad, prefiriendo dejarla secretamente, para no dañar su fama.

Y nosotros, tan veloces en concluir… condenando. Preferimos pensar mal
para no engañarnos; pero es mejor engañarse muchas veces pensando bien de hombres malos, que equivocarse alguna vez teniendo mal concepto de una persona buena, pues en este caso hay injuria, cosa que no ocurre en el primero.

Es preciso saber detener el juicio, y más aún la lengua, aunque sea su conclusión lo más lógico, lo más natural. Muchas veces son inocentes aquellos contra los que se dirigen nuestras pruebas, pues en todo caso ignoraremos motivos personales de su actuación, que pueden justificarles plenamente.

Pensar bien trae consigo, además, una gran paz del alma y nos ahorra muchas amarguras.

José detiene el juicio respecto a María, aunque le asaltan clarísimas razones, aunque esa situación le produce honda herida.

 

III

 

Decide hacer lo que cree que es mejor. Es el juicio que formula respecto a su personal conducta ante aquella situación. Ya tiene su propio criterio, después de pensar y pensar. Y su juicio es un juicio santo.

Un ángel del Señor se le aparece:

-José, hijo de David, no tengas recelo en recibir a María, tu esposa, porque lo que se ha engendrado en su vientre es obra del Espíritu Santo…

Le ordena el nombre que le ha de poner, y le comunica su misión. José cae en la cuenta de que esos hechos cumplen la profecía.

A veces se nos pide, además, el rendimiento del propio juicio, aunque haya sido formulado con toda rectitud.

José había amasado su decisión con lágrimas, caridad y justicia. Llegó a esa conclusión por un camino penoso y Santo. Ahora le piden que rinda su criterio, que lo someta. Su juicio es lo mejor que se puede hacer humanamente, pero no es lo mejor para los planes de Dios.

Rendir el juicio, hazaña propia de los mejores. ¡Es que mi idea está elaborada con toda rectitud y cuidado! ¡Es que no es ni vulgar ni imprudente! Te contesto: Tampoco lo era la de José.

¡Es que a él le avisó un ángel! El ángel también es una criatura, y Dios tiene muchos medios de avisar, para enseñarnos que nuestras razones no tienen razón. José rindió su juicio sin dilación, y, al despertarse, hizo lo que le mandó el ángel del Señor.

 

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SAN JOSÉ

 

J.A. González Lobato

“Caminando con Jesús”

 

carta sobre san José, Patris corde (8-XII-2020)

Asegura Benedicto XVI al presentar la figura de san Isidoro de Sevilla

"Amar al prójimo en la acción como se debe amar a Dios con la contemplación"

San Isidoro de Sevilla (560-636), fue arzobispo de dicha ciudad, sucediendo a su hermano San Leandro. Luchó contra la herejía arriana, todavía muy extendida entre los visigodos. Escritor insigne, convocó y presidió numerosos concilios, contribuyendo decisivamente alflorecimiento de la vida religiosa en España.Fue definido por el Concilio de Toledo en el año 653 como "Gloria de la Iglesia Católica".

CIUDAD DEL VATICANO

El Papa Benedicto XVI dedicó la catequesis de la Audiencia General del miércoles 18 junio 2008 a San Isidoro de Sevilla, doctor de la Iglesia, y a la luz de sus enseñanzas, señaló que "como se debe amar a Dios con la contemplación, se debe amar al prójimo con la acción".

Con su "realismo de pastor verdadero" Isidoro de Sevilla propone una síntesis entre la vida contemplativa y activa inspirada en el ejemplo de Cristo, que "durante el día ofrecía signos y hacía milagros en la ciudad, pero mostró la vida contemplativa cuando se retiraba a la montaña y pernoctaba en oración", indicó el Papa en la Plaza de San Pedro antes unas once mil personas.

"Creo que esta síntesis de una vida que busca la contemplación y el diálogo con Dios en la oración y la lectura de la Sagrada Escritura y la acción al servicio de la comunidad, del prójimo, es la lección que el gran obispo de Sevilla nos deja a los cristianos de hoy, llamados a dar testimonio de Cristo al inicio de un nuevo milenio", indicó.

Vida

San Isidoro de Sevllia (560-636), fue definido por el Concilio de Toledo en el año 653 como "Gloria de la Iglesia Católica".

Isidoro, amigo del Papa Gregorio Magno, era el hermano menor de San Leandro, Obispo de Sevilla, al que sucedió en esa sede episcopal, explicó el Papa, recordando que en aquella época "los visigodos, bárbaros y arrianos, invadiendo la península ibérica se habían apropiado de los territorios pertenecientes al Imperio romano" que "era necesario conquistar al catolicismo".

 

San Isidoro

 

Bajo la guía de su hermano, el Santo se educó en la disciplina y el estudio. Su casa contaba con una nutrida biblioteca repleta de textos clásicos, paganos y cristianos. Por eso, sus obras "abarcan un conocimiento enciclopédico de la cultura clásica pagana y un profundo conocimiento de la cultura cristiana".

"En su vida personal Isidoro experimentó un conflicto interior permanente entre el deseo de soledad, para dedicarse únicamente a la meditación de la Palabra de Dios y las exigencias de la caridad hacia los hermanos, de cuya salvación se sentía encargado como obispo", agregó.

En su juventud conoció el exilio, "poseía un gran entusiasmo apostólico y experimentaba la emoción de contribuir a la formación de un pueblo que reencontraba por fin su unidad, tanto en ámbito político como religioso, con la conversión providencial del arrianismo al catolicismo del príncipe heredero, Hermenegildo".

"No hay que minusvalorar -aclaró Benedicto XVI- la enorme dificultad de hacer frente de forma adecuada a problemas muy graves, como las relaciones con los herejes y con los judíos. Toda una serie de problemas que resultan también hoy muy concretos, si pensamos en lo que sucede en algunas regiones donde parecen replantearse situaciones muy parecidas a las de la península ibérica en el siglo VI".

En San Isidoro hay que admirar "su preocupación por no dejar de lado nada de lo que la experiencia humana produjo en la historia de su patria y del mundo. No hubiera querido perder nada de lo que el ser humano aprendió en la antigüedad, pagano, hebreo o cristiano que fuera".

Por otra parte, el santo "percibe la complejidad en la discusión de los problemas teológicos y propone a menudo, con agudeza, soluciones que recogen y expresan la verdad cristiana completa".

 

 

"Papa Francisco. El sucesor"

Entrevistamos a Javier Martínez-Brocal, corresponsal en Roma para ABC y La Sexta, que acaba de publicar en la editorial Planeta el libro: "Papa Francisco. El sucesor" mis recuerdos de Benedicto XVI.

 

Un relato en primera persona de un escenario vaticano insólito: la convivencia, durante casi una década, de dos papas, Benedicto XVI y Francisco. En "El sucesor"; se cuenta con naturalidad, y por primera vez, cómo fueron esos tiempos, sin esquivar las polémicas y dificultades que los marcaron.

«Benedicto y yo mantuvimos una relación muy profunda y quiero que se sepa, quiero que se conozca sin intermediarios. Él fue un hombre que tuvo el coraje de renunciar y, a partir de entonces, siguió acompañando a la Iglesia y a su sucesor», papa Francisco.

papa Francisco y Benedicto XVI

 

¿Cómo surge la iniciativa de escribir este libro-entrevista?

- Creo que era necesario que el Papa hablara de un tema delicado como su relación con Benedicto XVI. Era un tema del que había hablado muy marginalmente y creo que era necesario que él lo afrontase. Así que se lo propuse y aceptó. Estaba interesado en dar su propia versión y que no se hablara de la versión de otros.

 

¿Cuál es tu objetivo con este texto?

- Es una entrevista y, si el entrevistado es el Papa, es difícil ir con un objetivo. Entonces, lo que yo quiero con el libro es conocer de primera mano cómo era la relación entre los dos Papas. Esto va a ayudar a hablar de cuestiones que son muy difíciles: ¿Qué significa  la continuidad en el magisterio papal? ¿Qué significa ser Papa? ¿Cuáles son las nuevas posibilidades que ha abierto la existencia de un Papa emérito?

Y al final, uno va para ver cómo era su relación con Benedicto XVI y sale con muchas más cosas: la presión sobre Benedicto XVI para que apretara a Francisco, el error generalizado de considerar que Benedicto XVI era indigno del pontificado cuando dijo que dejaba de ser Papa de un modo muy pacífico. Había muchas personas que pensaban que de alguna forma seguía ejerciendo el pontificado.

 

benediccto XVI

Con Javier Martínez-Brocal

 

¿En qué se parecen y en qué tienen formas distintas de actuar?

- Primero que no es un problema que sean diferentes porque lo importante no es que sean iguales sino que hablen del Evangelio. Cada época tiene una sensibilidad distinta y, por tanto, necesita alguien distinto. No se trata de que sean iguales sino de que tengan la misma misión.

Entonces, tienen muchos elementos en común y tienen muchas diferencias pero no es lo importante. Cada uno, a su modo, consigue hablar de Dios a la gente del tiempo que le ha tocado. Benedicto lo hizo de un modo magistral, y Francisco, también. Benedicto XVI era el intelectual más importante del siglo XX, y si no, de los más importantes. Y tenía la capacidad de razonar la fe haciendo saber que son complementarias.

Y al mismo tiempo, el Papa Francisco tiene una empatía fuera de lo normal. En un momento en el que hay mucha soledad y hace falta cariño, pues llega un Papa que se da cuenta de dónde está el sufrimiento, entra en las heridas, se mete en el barro para ayudar a las personas…

 

¿Qué nos dices de nuestro paralelismo con los primeros cristianos?

- Al Papa una vez le preguntaron para que dijera algo a unos jóvenes: “Que vivan la fe con entusiasmo”. Me quedo con la palabra entusiasmo, que significa estar lleno de Dios y manifestarlo con alegría.

Yo creo que los primeros cristianos conseguían eso: manifestar esa alegría. Creo que el Papa nos está enseñando a vivir la fe con entusiasmo. A veces, la gente percibe que la fe supone estar muy serios, muy solemnes… Y si efectivamente toca, pues así será pero sabiendo que la fe nos hace muy humanos. Vivir la humanidad de la fe.

 

by primeroscristianos

Alex López Blanco, Rafa Peña y Juan Bareiro

 

 

Su fiesta se celebra el 25 de abril

San Marcos era pariente de Bernabé. Con él acompañó a San Pablo en su primer viaje apostólico, y estuvo a su lado posteriormente en Roma. En Roma pasó también mucho tiempo junto a San Pedro. En su evangelio expuso con fidelidad, inspirado por el Espíritu Santo, la doctrina del Príncipe de los Apóstoles. La Iglesia de Alejandría reconoce a San Marcos  como su evangelizador y primer obispo. Desde Alejandría fueron trasladadas sus reliquias a Venecia, donde se le venera como Patrono.

En los escritos del Nuevo Testamento aparece un personaje, importante en la Iglesia apostólica, que unas veces es llamado Juan, otras Juan Marcos y otras Marcos solamente. Por la simple lectura del Evangelio se ve que se trata de la misma persona.

Nada tiene de extraño que un judío usase dos nombres: uno hebreo Juan y otro latino helenizado Juan Marcos, máxime si procedía de provincias del Imperio romano. En San Marcos, como en San Pablo, el nombre romano terminó por imponerse sobre el hebreo.

 

Vida

San Marcos era hijo de María, viuda al parecer, de alta posición, en cuya casa se reunía la primitiva iglesia de Jerusalén. Una antigua tradición nos atestigua que es la misma casa en la que el Señor celebró la Última Cena e instituyó la Eucaristía, y que el hombre que llevaba el cántaro era el propio Marcos, detalle conservado por el evangelista y usado también por San Lucas.

 

San Marcos

 

También parece que “el muchacho que seguía (al grupo del prendimiento) cubierto con una sábana” era el propio Marcos que guarda este dato como íntimo recuerdo personal. De ser así, Getsemaní debió pertenecer al patrimonio de la familia.

Era primo de Bernabé, una de las grandes figuras de la primitiva Iglesia y, al ser Bernabé levita y de Chipre, es natural que Marcos perteneciese a la colonia chipriota de Jerusalén y que fuese levita, como su primo. Así lo cree el Prólogo de Prisciliano.

La actividad evangélica de San Marcos la inicia con Bernabé y Pablo, quienes cumplido su ministerio de llevar subsidios a la iglesia de Jerusalén, se volvieron a Antioquía llevándose consigo a Marcos.

Enviados de nuevo Bernabé y Saulo a la misión, para la que les había llamado el Espíritu Santo, embarcaron rumbo a Chipre donde predicaron en las sinagogas, teniendo a Marcos como auxiliar o diácono y una vez evangelizada la isla, al zarpar Pablo y los que con él estaban de Pafos a Perge de Pamfilia, Marcos se separó de ellos y se volvió a Jerusalén.

 

San Marcos

 

Cuando más tarde Pablo y Bernabé visitaron las comunidades evangelizadas, Bernabé quiso llevar consigo a Marcos pero Pablo se opuso, pues no olvidaba que no les había acompañado a Pamfilia. Como la divergencia de criterios fue irreductible, ambos se separaron en la tarea misional y “Bernabé tomando consigo a Marcos se embarcó para Chipre”. Los acontecimientos posteriores indican una plena reconciliación de San Pablo con Marcos.

Unos diez años más tarde encontramos a Marcos en Roma como intérprete de San Pedro y, un poco después, como escritor de su evangelio, según lo presenta la tradición. Su relación debía de ser muy antigua. Sabemos que liberado Pedro por el ángel, se dirigió a la casa de María, la madre de Marcos, donde era muy familiar.

Tal testimonio, junto con los datos de la tradición, hace suponer que Marcos se hallaba en Roma como intérprete de Pedro antes de que llegara San Pablo, con el que, olvidadas las diferencias de la primera separación, ahora le sirve como auxiliar, de consuelo y de gran utilidad para el ministerio. En Roma, hacia el año 60, debió de escribir el Evangelio conocido en la tradición como Evangelio según San Marcos.

Consta que tuvo que visitar la Iglesia de Colosas y que San Pablo le recomendó a los colosenses: “hacedle buena acogida”. No sabemos si realizó tal visita; pero sí que estaba en Oriente y por aquellas tierras, pues Timoteo al parecer en Éfeso, recibe este encargo de San Pablo: “procura venir pronto… y a Marcos, tráele, que me va a ser útil para el ministerio”.

 

Alejandría y Venecia

Probablemente murió en el año 68 d.C., de muerte natural, según una relación, y según otra, como mártir, en Alejandría de Egipto. Los Hechos de San Marcos, un escrito de mitad del siglo IV, refieren que San Marcos fue arrastrado por las calles de Alejandría, atado con cuerdas al cuello.

 

San Marcos Venecia

 

Después lo llevaron a la cárcel y al día siguiente le volvieron a aplicar el mismo martirio hasta que falleció. Luego echaron su cuerpo a las llamas, pero los fieles lograron sacarlo y evitar su destrucción.

De Alejandría fueron trasladadas sus reliquias a Venecia el año 825, cuya República lo adoptó como celestial patrono, erigiendo en su honor la maravillosa Basílica de San Marcos, y tomando el símbolo del evangelista (el león alado con el libro del Evangelio) como su escudo, que esculpió en todos sus monumentos y posesiones.

 

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SAN MARCOS

 

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Narra la vida de San Jorge

Se espera que la película "Jorge de Capadocia", una figura religiosa que se cree que nació en Capadocia , aumente el interés en Capadocia de países especialmente latinoamericanos.

 

Algunas escenas de la película muestran la tortura que enfrentaron los primeros cristianos por orden del emperador romano Diocleciano en el siglo III y la lucha de un heroico soldado, Jorge. La película se rodó en varias zonas de Capadocia.

 

 

La película se estrenó el fin de semana en los distritos de Göreme, Nevşehir y se proyectará en muchos países de América Latina, incluidos Uruguay, Argentina, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Panamá y Perú, con inglés, turco, portugués y español. traducciones y después de su estreno en Brasil.

El brasileño Alexandre Machafer Machado Ferreira, director y actor principal de la película, que asistió al estreno en Nevşehir, habló con el corresponsal de la Agencia Anadolu (AA), destacando las escenas importantes de la película, que tardó cerca de un año en rodarse en Brasil. registrado en Capadocia.

 

Escenas de 'George of Cappadocia', desplegando la vida de St. George, Cappadocia, Türkiye, 24 de octubre de 2022. (Foto de AA)

Escenas de "George of Cappadocia", desplegando la vida de St. George, Cappadocia, Türkiye, 24 de octubre de 2022. (Foto de AA)

 

Expresando que el conocimiento de San Jorge y Capadocia aumentará después del lanzamiento de la película, Ferreira dijo: “Seremos los primeros ya que nadie ha contado esta historia en las películas antes. Hay una imagen de San Jorge que es fuerte y nunca pierde la fe. Fue una experiencia extraordinaria para nosotros rodar esta película en Capadocia. Porque es el lugar de nacimiento de San Jorge, una región integrada con ella”.

Esta película generará interés para los brasileños y de todos los ámbitos de la vida para conocer Capadocia y ciertamente abrirá muchas puertas", agregó.

El director de la compañía cinematográfica, Leandro Pires Bellini, enfatizó que cree que la película creará un puente cultural entre los dos países y dijo: “Aunque sea una producción internacional, tendrá un gran impacto en Brasil. También hará una gran contribución al turismo de Capadocia".

 

Jorge

El estreno de la película "George of Cappadocia", que narra la vida de St. George, Cappadocia, Türkiye, el 22 de octubre de 2022. (Foto de AA)

 

JORGE CAPADOCIA

Escenas de "George of Cappadocia", desplegando la vida de St. George, Cappadocia, Türkiye, 24 de octubre de 2022. (Foto de AA)

 

La película se proyectó en más de 30 países.

 

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SAN JORGE

 

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El ancla, un símbolo que terminó asociado con el cristianismo

El símbolo del ancla fue muy popular entre los cristianos de los primeros siglos. Sin embargo, ya no usamos este símbolo, aquí la historia.

 

Muchos de nosotros estamos familiarizados con los símbolos cristianos típicos como la cruz o el pez. Sin embargo, es probable que no sepas que el símbolo del ancla también era muy popular entre los cristianos de los primeros siglos. ¿Cuál es la historia de este símbolo en la antigüedad y por qué terminó asociado con el cristianismo?

Antes de que el cristianismo adoptara el símbolo, se sabía que las anclas en el mundo antiguo representaban seguridad. Los viajes por mar eran muy comunes en el área mediterránea y las anclas eran un instrumento básico utilizado por cualquier marinero o pescador. Un ancla mantenía la nave firmemente plantada en un área específica y era una herramienta obligatoria.

¿De dónde surgió la idea de los cristianos de usar un ancla cómo símbolo? El ancla apareció como el emblema real de Seleuco I (358 a.C. - 281 a.C.), rey de la dinastía seléucida establecida después de las campañas de Alejandro Magno (356 a.C. - 323 a.C.).

Se dice que Seleuco eligió el símbolo porque tenía una marca de nacimiento en forma de ancla. Los judíos que vivían bajo el imperio adoptaron el símbolo en sus monedas, aunque lo eliminaron gradualmente bajo el gobernante asmoneo Alejandro Janneo (127 a.C. - 76a.C.) alrededor del año 100 a.C.

 

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Cuenco con un grabado de un ancla seléucida invertida y un delfín / Foto: Getty

 

Al parecer, a partir de este momento el uso del ancla como símbolo se popularizó. Pero un hecho posterior pudo haber hecho que los cristianos adoptaran este símbolo como suyo.

Alrededor del año 100 d.C., el emperador Trajano (53-117) desterró a Clemente, líder de la iglesia de Roma, a Crimea. Sin embargo, cuando Clemente (35-99) empezó a ganar conversos allí, Trajano ordenó que ataran a Clemente a un ancla de hierro y lo ahogaran. El martirio de Clemente, cuyo símbolo evidente fue el ancla, claramente pudo haber inspirado a una iglesia que sufría persecución en ese momento.

Otra explicación posible es que el uso del ancla para los cristianos primitivos, al parecer, siempre hizo eco del pasaje de Hebreos 6:17-20 que dice:

Por lo cual Dios, deseando mostrar más plenamente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de Su propósito, interpuso un juramento, a fin de que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, los que hemos buscado refugio seamos grandemente animados para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros.

Tenemos como ancla del alma, una esperanza segura y firme, y que penetra hasta detrás del velo, adonde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho, según el orden de Melquisedec, Sumo Sacerdote para siempre.

 

La esperanza aquí mencionada obviamente no tiene que ver con lo terrenal, sino con las cosas celestiales, y el ancla como símbolo cristiano, en consecuencia, se relaciona solo con la esperanza de salvación eterna.

En los primeros siglos del cristianismo, el símbolo fue adoptado por los cristianos y utilizado a menudo en las catacumbas en la ciudad de Roma. Los epitafios sobre las tumbas de los creyentes que datan de fines del primer siglo con frecuencia mostraban anclas junto con mensajes de esperanza. Expresiones como pax tecum o pax tibi hablan de la esperanza que los cristianos sentían al anticipar el cielo.

Aunque el símbolo no era exclusivo de los cementerios, durante los siglos segundo y tercero, el ancla se reprodujo con frecuencia más en los epitafios de las catacumbas, y particularmente en las partes más antiguas de algunos cementerios.

Sin embargo, el símbolo no volvió aparecer en ninguna inscripción cristiana a partir del siglo IV, lo que siempre ha resultado enigmático. Entonces, ¿Cuáles son las posibles razones por las que el símbolo del ancla se desvaneció?

La primera explicación que los académicos han encontrado se basa en la evidencia de que sólo unos pocos ejemplos del símbolo del ancla datan de mediados del siglo III, y que no han encontrado ninguno después del 300 d.C. Su explicación más común a esto es que a medida que el Imperio pasó de perseguir a la iglesia a tomarla como suya, los cristianos ya no necesitaban símbolos secretos para identificarse. La cruz conquistadora de Constantino (272-337) reemplazó al ancla de forma definitiva.

 

ancla

Representación de la famosa visión de Constantino de la cruz / Imagen: Quora

 

La segunda explicación que otros eruditos argumentan es que el ancla perdió su uso porque el “símbolo” era en realidad un juego de palabras en griego. El juego consistía en que la palabra ankura (ἄγκυρα) o ancla, es muy parecida a kurios (κύριος), que quiere decir Señor. Al parecer este juego de palabras perdió sentido cuando los cristianos eligieron el latín sobre el griego como su idioma principal.

Cualquiera que haya sido la razón por la que se dejó de usar este símbolo, lo que sí debemos recordar es lo que significó para nuestros hermanos en el pasado: la esperanza de una resurrección final y definitiva para una eternidad con nuestro Padre. Pero, sobre todo, la seguridad que tenemos en Él de que esto es verdad.

 

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Los símbolos de las catacumbas - Una síntesis de la fe cristiana

 

Gaza - Tierra Santa

¿Conoces a Doroteo, Silvano, Vital, Porfirio, Hilarión, Juan y Barsanufio?

Lo que tienen en común es que todos son santos y que nacieron o vivieron en Gaza en los primeros tiempos de la Iglesia. Desde la construcción del Santo Sepulcro en Jerusalén, Palestina ha sido un centro de influencia para el cristianismo primitivo.

 

En el enclave palestino de Gaza, sometido a una tensión permanente, los pocos miles de cristianos son una comunidad olvidada que va menguando con el paso de los años. Sin embargo, esta tierra conserva las huellas de una rica historia cristiana jalonada por grandes figuras de santidad.

El más antiguo, Silvano de Gaza, fue un obispo que murió mártir junto con 39 de sus compañeros en el año 311 d.C., durante la última persecución de los cristianos. El emperador Maximiano había promulgado una serie de edictos que revocaban ciertos derechos de los cristianos y les obligaban a ajustarse a las prácticas religiosas tradicionales so pena de encarcelamiento y ejecución. Silvano y sus compañeros se negaron. Este santo se celebra el 4 de mayo.

Celebrado el 21 de octubre, Hilarión, nacido hacia el 291 al sur de Gaza y fallecido en el 371 en Chipre, fue un eremita considerado el fundador de la vida monástica en Palestina. Fundó un monasterio que aún hoy lleva su nombre.

Las etapas de su vida se conocen gracias a los escritos de Jerónimo de Estridón, Epifanio de Salamina y san Jerónimo. En el 361, el advenimiento y la persecución de Juliano el Apóstata obligaron a Hilarión a refugiarse en Egipto. Huyendo de la popularidad, abandonó Egipto para dirigirse a Libia en el año 363, luego a Sicilia, Dalmacia y Chipre, donde murió en el 371.

Jerónimo relata que sus restos fueron trasladados en secreto a su monasterio al año siguiente de su muerte. Su tumba se convirtió en lugar de peregrinación y aún se menciona en el siglo VI. En la actualidad, este monasterio bizantino, que floreció hasta el siglo VII, es uno de los últimos testigos del periodo cristiano en Gaza y es objeto de un importante programa de restauración. Está inscrito en la lista internacional de bienes culturales bajo la protección reforzada de la UNESCO.

 

 

Nacido en el siglo IV en Tesalónica, al norte de Grecia, Porfirio se hizo ermitaño en el desierto egipcio. Tullido y apoyado constantemente en un bastón, decidió peregrinar a Jerusalén. Curado en la plaza frente al Santo Sepulcro, permaneció en Jerusalén, ganándose la vida como zapatero. En el 396 fue nombrado obispo de Gaza.

Durante veinticuatro años, en esta ciudad predominantemente pagana, defendió enérgicamente a los cristianos perseguidos y consiguió el cierre de los ocho templos paganos. Este episodio tuvo una enorme repercusión en el mundo romano. Murió en el 420 y su fiesta se celebra el 26 de febrero. La iglesia de San Porfirio, construida en el siglo V, es la más antigua que se conserva en la Franja de Gaza.

A principios del siglo VI, Juan y Barsanufio de Gaza fueron dos figuras importantes del monacato. Barsanufio, monje egipcio, fundó un monasterio a finales del siglo V en Tabata, la aldea natal de Hilarión. Puso al frente a otro monje, Seridos. Él mismo vivía recluido en su celda y solo se comunicaba con el mundo exterior a través de Séridos.

Juan el profeta ocupó otra celda del monasterio en las mismas condiciones, de modo que había tanto monjes que vivían en comunidad como monjes solitarios en sus celdas.

Barsanufio y Juan dejaron una abundante correspondencia. Sus 850 cartas dan respuesta a una gran variedad de preguntas que les plantearon monjes, laicos y obispos.

Sus notas sobre dirección espiritual siguen siendo hoy una obra de referencia (su correspondencia está publicada en la colección "Sources chrétiennes"). El más ilustre de sus discípulos es san Doroteo de Gaza. Juan y Barsanufio se celebran el 29 de febrero.

San Doroteo de Gaza nació hacia el año 500 d.C. en el seno de una familia cristiana del norte de la Franja de Gaza o de Antioquía, según las fuentes. Ingresó en el monasterio de Tabata hacia el 520.

Allí trabajó con Juan el Profeta, uno de sus padres espirituales, siendo el otro Barsanufio. Este último le envió un centenar de cartas, lo que permite seguir su evolución espiritual desde su entrada en el monasterio.

Doroteo, tras unos quince años en Tabata, fundó una nueva comunidad en torno al año 540. Para él, el objetivo del monasterio era pacificar los corazones y, en uno de sus escritos, explica cómo conseguirlo:

"Imagina que el mundo es un círculo, que el centro es Dios, y que los rayos son los distintos modos o maneras de vivir de los hombres".

Y a continuación demuestra:

"Cuando los santos que desean acercarse a Dios caminan hacia el centro del círculo, en la medida en que penetran en el interior, se acercan unos a otros al mismo tiempo que se acercan a Dios".

Luego concluye:

"Cuanto más se acercan a Dios, más se acercan unos a otros; y cuanto más se acercan unos a otros, más se acercan a Dios".

Doroteo dejó 17 instrucciones y 16 cartas en la tradición de sus maestros Barsanufio y Juan. Su fiesta se celebra el 13 de agosto.

 

San Vital de Gaza, también conocido como san Vital de Alejandría, nació en Gaza hacia el año 625 y murió en Alejandría. Vital fue ermitaño en Palestina. A la edad de 60 años, se dio cuenta de que las prostitutas también tenían derecho a la salvación. Abandonó su eremitorio y viajó a Alejandría para anunciarles la buena nueva de la salvación y ayudarlas a abandonar la prostitución.

Los habitantes de Alejandría se escandalizaron al ver a un ermitaño mezclado con esas mujeres. Avisaron al obispo, que encarceló a Vital, pero las prostitutas protestaron, llorando ante sus ventanas, hasta que lo liberó.

Pocos días después, Vital murió apuñalado por un proxeneta furioso por sus acciones. Cerca de su cuerpo se encontró una tablilla con las palabras "Esperad, para juzgar, el día del Juicio Final". San Vital se celebra el 11 de enero.

 

FUENTE: la-croix.com

«SE ENCUENTRA EN LA TRADICIÓN DE CRISÓSTOMO, JERÓNIMO, AGUSTÍN Y MÁXIMO EL CONFESOR»

Mons. Robert Barron, obispo de la diócesis de Winona-Rochester (Minnesota, EE.UU) ha propuesto que el fallecido Papa Benedicto XVI sea declarado Doctor de la Iglesia. En una entrevista publicada en el portal www.BenedictusXVI.org, Barron afirmó que no conocía a ninguna otra personalidad que encarnara mejor la esencia y el estilo de un «maestro de la Iglesia».

Según Mons. Barron, la teología de Ratzinger es «de la mayor importancia» para el futuro de la Iglesia. El prelado asegura que el papa alemán siempre defendió la primacía de Dios y destacó la relación entre fe y razón, lo que contribuyó significativamente a resolver el supuesto conflicto entre la fe y la ciencia.

 

Mons. Barron afirmó que Benedicto XVI privó al «racionalismo antirreligioso» de sus fundamentos argumentativos. Mientras gran parte de la teología occidental ha derivado hacia el subjetivismo y el antropocentrismo, Ratzinger ha enfocado la atención en Jesucristo «como norma objetiva de nuestra fe», lo que ha impedido la «dictadura del relativismo». El obispos sostuvo que Ratzinger predijo proféticamente el rumbo hoy dominante en las sociedades occidentales.

En Estados Unidos, la teología de Ratzinger es especialmente relevante en relación con el movimiento «woke», que relativiza todas las afirmaciones de verdad. Ratzinger, por el contrario, «insiste en la objetividad de la verdad y en la importancia duradera de la belleza, la bondad y el amor para nuestra comprensión de la sociedad».

 

Un verdadero Padre de la Iglesia

Mons. Barron considera a Benedicto XVI un verdadero Padre de la Iglesia, «una persona que se encuentra en la tradición de Crisóstomo, Jerónimo, Agustín y Máximo el Confesor». Además, Ratzinger fue «un excelente estilista literario». El estilo de sus escritos recuerda mucho al de los Padres de la Iglesia, lo que hace que Ratzinger sea accesible y atractivo para muchos lectores de hoy, según el obispo.

Benedicto XVI

 

El obispo Barron es fundador de «Word on Fire». Debido a sus actividades en Internet, es uno de los representantes católicos con mayor alcance. Sus vídeos en YouTube han sido vistos más de 125 millones de veces.

El portal de Internet www.BenedictusXVI.org es una iniciativa de la Tagespost Stiftung für katholische Publizistik. El sitio web pretende convertirse en un portal de conocimiento internacional sobre la vida y obra de Benedicto XVI. La página web ya existe en alemán e inglés, y se prevén más traducciones. El difunto Papa Benedicto XVI dio su aprobación personal a este proyecto.

 

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Papa Benedicto XVI

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