San Juan Crisóstomo, obispo y doctor de la Iglesia
Ha pasado a la historia con el sobrenombre de “boca de oro” por su maravillosa capacidad de hablar sobre la fe. San Juan Crisóstomo nació en el 349 cerca de Antioquía. Patriarca en Constantinopla, murió exiliado por haber condenado sin temor la corrupción del clero y de la corte bizantinos.
Juan fue un as de la palabra desde muchacho. El famoso rector Libonio, su maestro, que veía en el joven a su natural sucesor, sintió mucho cuando aquel alumno prometedor prefirió la fe a la atractiva retórica. “¡Si los cristianos no me lo hubieran robado!”, exclamará.
En efecto, Juan sí fue “robado” por la atracción que sentía por las palabras sagradas, que estudia con atención en el círculo de Diodoro, futuro obispo de Tarso. San Pablo es uno de sus preferidos, al que le dedicará mucho en pensamientos y páginas.
Pero toda la Biblia, con sus enseñanzas, deja una huella profunda en aquel joven de Antioquía que se prepara para convertirse en una espada de doble filo en el oriente cristiano del siglo V, precisamente por aquel talento de decir las cosas sabiendo que lo dice bien.
El espíritu no el vientre
El obispo Fabiano lo ordenó sacerdote pero Juan, desde los años del diaconato, demuestra rotundamente que su capacidad de hablar a la gente de las Escrituras es fuera de lo común. Antes de esta fase, el joven también hace la experiencia eremítica – seis años en el desierto, los últimos dos en una caverna – y esto consolida en él un carácter de sobriedad que confiere ulterior fuerza a sus palabras que sacuden siempre por su franqueza.
Predica el amor concreto a los hermanos más pobres, insta a los monjes a realizar obras de caridad y a desprenderse del dinero; impulsa a los laicos a evitar la telaraña de la corrupción.
En suma, más espacio al espíritu y menos a la carne. Juan es un moralista, en el sentido positivo del término, para una época en la que extraer de los dichos bíblicos normas de comportamiento coherentes con la vida de un bautizado era el camino que se recorría con frecuencia.
Patriarca incómodo
Cuando tenía alrededor de 50 años, en el 397, da el gran salto. Juan está en Constantinopla para suceder al Patriarca Nectario. Cambia el papel: gran visibilidad y cercanía a la corte. El único que no cambia es Juan. El fustigador de la corrupción – que en los palacios del poder bizantino pulula – es fiel a su estilo.
La gente lo ama por eso, tal como lo testimonian sus contemporáneos. Los que comienzan a detestarlo cada vez más abiertamente son la nobleza y el clero, apegados a sus privilegios y de aquel hombre que, en lugar de alinearse a los modos del círculo del que ha entrado a formar parte, reciben frases que no hacen descuentos.
Indolencia y vicios, sobre todo por parte de quien viste una túnica, son los blancos preferidos. Y a las palabras siguen los hechos. Muchos presbíteros son removidos por indignidad, incluido el obispo de Éfeso. Para muchos es demasiado. Y contra un hombre que en el fondo es más ingenuo que astuto, parte la lista de intrigas.
“Boca de oro”
Capitanea la fronda contra Juan el Patriarca de Alejandría, Teófilo, y la emperatriz Eudoxia. En su ausencia convocan un sínodo que obliga a Juan al exilio. Corre el año 403, pero el alejamiento dura poco. Por aclamación popular, Juan regresa a Constantinopla y sus adversarios vuelen a lanzar el desafío.
San Juan Crisóstomo, obispo y doctor de la Iglesia
El 9 de junio del 404 una nueva condena lo aleja del centro del Imperio. El antiguo eremita encuentra una soledad forzada. Juan “boca de oro”, tal como será apodado tiempo después, muere en el año 407, en Comana Pontica, durante uno de los tantos traslados que debía realizar.
Su sabiduría permanece intacta a lo largo de los siglos, corroborada por centenares de escritos de un hombre y un sacerdote convencido de que “en todas las cosas” deba darse “gloria a Dios”.
¡Con qué reverente brevedad escribe San Lucas, en el capítulo primero de su Evangelio, la frase que sirve de pórtico al divino cuadro de la Encarnación!: "¡Y el nombre de la Virgen era María!". Es como presentarnos, en toda su regia sencillez, en el azahar florido y oloroso de su huerto cerrado, a la llena de gracia, a la Reina de los cielos y tierra, a la elegida, a la excelsa Madre de Dios.
Si el Señor escogió entre todas las criaturas la más perfecta, para ser Madre del Hijo divino; si como privilegio de esta maternidad la hizo inmaculada y arca de todas las virtudes, nos parece muy lógico que también eligiera para Ella el nombre más hermoso, el de más alta y acendrada significación, el más dulce entre todos los del humano lenguaje.
¿Qué significados tiene, pues, según la etimología, ese nombre cuyo sentido sólo Dios nos podría explicar?
Si, como algunos creen, deriva del idioma egipcio, su raíz es mery, o meryt, que quiere decir muy amada. Según otros, la significación sería Estrella del mar. Si el nombre de María proviene del siríaco, la raíz es mar, que significa Señor. El padre Lagrange opina que los hebreos debieron utilizar el nombre de María con el significado de Señora, Princesa. Nada más conforme a la noble misión de la humilde Virgen nazarena. Otro tercer grupo de filólogos e intérpretes sostienen que la palabra María es de origen estrictamente hebreo. Y sus diversas y preciosas significaciones son las siguientes:
Primera. Mar amargo, de la raíz mar y jam. María fue un verdadero mar de amargura, desde que en el templo, cuando la presentación de suHijo, vislumbró la silueta cárdena y dolorida del Calvario. Y un mar de amargura desbordante en la pasión y muerte de Jesús.
Segunda. Rebeldía, de la raíz mar. Ella, la omnipotencia suplicante, vence a las satánicas huestes. "El nombre de María es de una energía singular y tiene en sí una fuerza divina para impetrar en favor nuestro la ayuda del cielo."
Tercera. Estrella del mar. Le cantamos Ave, Maris Stella! ¡Y con qué arrebatador encanto glosa y profundiza San Bernardo esta expresiva metonimia!
Cuarta. Señora de mí linaje. Frase muy justa y apropiada a la prerrogativa nobilísima de ser Madre de Dios, Reina de todo lo creado.
Quinta. Esperanza. Significado más alegórico que etimológico, pero lleno de inefable consuelo. Porque Ella, Spes nostra, es el camino de la felicidad, el arco iris que señala un pacto de armonía entre Dios y los hombres. "Bienaventurado el que ama vuestro nombre, oh María -exclama San Buenaventura-, porque es fuente de gracia que refresca el alma sedienta y la hace reportar frutos de justicia."
Sexta. Elevada, grande, de ram. San Agustín y San Juan Crisóstomo coinciden en adjudicarle el excelso sentido de "Señora y Maestra".
Séptima. Iluminada, iluminadora. Está llena de luz. Sostiene en sus brazos la luz del mundo. Es pura y diáfana. "El nombre de María indica castidad", dice San Pedro Crisólogo.
¿POR QUÉ EL 12 DE SEPTIEMBRE?
España fue la primera en solicitar y obtener de la Santa Sede autorización para celebrar la fiesta del Dulce Nombre. Y esto acaeció el año 1513. Cuenca fue la diócesis que primeramente solemnizó dicha fiesta, siguiendo su ejemplo, en seguida, las demás, porque el amor de Nuestra Señora es efusivo y prende con facilidad en terrenos de sincera devoción.
Pero fue el papa Inocencio XI "defensor de la Iglesia con toda la fuerza de su férreo carácter, con la sabiduría de su espíritu y, sobre todo, con el amor de absoluta entrega", como decía en el radio mensaje de beatificación nuestro Santísimo Padre Pío XII, quien decretó, el 25 de noviembre del año 1683, que toda la Iglesia celebrara solemnemente la fiesta de este nombre excelso, pues invocándolo se había alcanzado la completa victoria sobre los turcos.
Uno de los más trascendentales y emotivos episodios de la historia universal nos da el relato de esta decisiva victoria:
Si el empuje de las fuerzas cristianas en Lepanto, cuya alma había sido también el papa San Pío V, debilitó la potencia otomana, frenando el ímpetu de sus conquistas, el límite de los territorios dominados por los turcos no había retrocedido, y la puerta tendía a resurgir con el intento de una invasión total de Europa. En 1683 el peligro se hizo ya inminente.
Los cálculos menores estiman el ejército que el gran visir Kara Mustafá llevó contra Viena, en unos 200.000 hombres. Era un momento critico en la historia del mundo. Inocencio XI, ante las indecisiones ambiciosas y la política turbia de algunos príncipes europeos, le escribía a Luis XIV de Francia:
"Te conjuro, por la misericordia de Dios, que acudas en auxilio de la oprimida Cristiandad, para que no caiga bajo el yugo del tirano. Dios te ha señalado con tan buenas cualidades, y a tu reino con tantas fuerzas y recursos, que creo estás llamado por la Providencia para lograr la más hermosa gloria. ¡Sé digno de la grandeza de tu vocación!".
Pero, mientras Luis XIV contestaba con frías excusas, la católica Polonia, al mando de su heroico rey Juan Sobieski, ajustaba alianza con el emperador de Austria, Leopoldo I, y acudía en su ayuda.
Desde el 14 de julio, Viena había quedado ya enteramente cercada por los turcos y aislada del ejército imperial, que se había retirado a la izquierda del Danubio.
Un bosque de tiendas de campaña se extendía en forma de medialuna en torno a la ciudad. Comenzó el terrible bombardeo y, por efecto de él, un incendio imponente. Las enfermedades se cebaban también en los sitiados. Las provisiones de pólvora y los víveres disminuían con suma rapidez. Cada día se hacía más violento y amenazador el apremio de los enemigos.
Pero la Providencia divina atendió, una vez más, las oraciones del papa Inocencio XI y de los fieles devotos de la Madre de Dios, que en Ella habían puesto sus esperanzas. Juan Sobieski se preparó al combate recibiendo el Pan de los fuertes y oyendo devotamente la santa misa, y todo el ejército polaco siguió el ejemplo de su rey.
"La hora histórica de la batalla definitiva de Viena sonó al alborear el límpido sol del día 12 de septiembre" dice S. S. Pío XII en el citado radiomensaje con motivo de la beatificación de Inocencio XI. El ejército de socorro, dirigido por Juan Sobieski, atacó a los asaltantes. Una inesperada tormenta de granizo cayó sobre el campamento de los turcos.
Antes de la noche, la victoria sonreía a las fuerzas cristianas que se habían lanzado al combate invocando el Nombre de María. Si como instrumento de liberación Dios había escogido al rey de Polonia, unánimes afirman los críticos e historiadores que el artífice primario de esta misma liberación fue el papa Inocencio, y éste, a su vez, con humildad conmovedora, atribuyó el mérito y la gloria de aquella jornada al favor y socorro de María. Por eso quiso dedicar este luminoso día de septiembre a la fiesta de su Santísimo Nombre.
El próximo 5 de octubre de 2025 marcará el esperado debut de la segunda temporada de la serie bíblica House of David (La Casa de David). Con un estreno especial de dos episodios, la producción promete llevar a los espectadores a un viaje más profundo en la vida del joven rey elegido por Dios.
La historia continuará después de la célebre batalla contra Goliat y mostrará el ascenso de Davidal trono. La trama explorará tensiones políticas en el palacio, rivalidades familiares cargadas de celos y un romance en desarrollo, mientras David descubre lo que significa ser un verdadero líder.
Casa de David 2: una temporada de fe y pasión
La segunda temporada ha sido coproducida junto a Amazon MGM Studios y tendrá como plataforma de lanzamiento inicial a Wonder Project, que ofrecerá en primicia los dos primeros episodios dentro de su servicio de suscripción en Prime Video en Estados Unidos.
Jon Erwin, fundador de Wonder Project, declaró: «Estamos muy emocionados de comenzar con el estreno de dos episodios de la segunda temporada de House of David. La reacción al programa ha sido extraordinaria. La nueva temporada es épica y emotiva y no puedo esperar a que los suscriptores de Wonder sean los primeros en experimentarla».
Kelly Merryman Hoogstraten, CEO de Wonder Project, añadió: «Con este lanzamiento expandimos nuestra misión de curar historias que restauren la fe en cosas que valen la pena creer».
Albert Cheng, vicepresidente de Prime Video en Estados Unidos, destacó que la alianza refuerza la misión de ofrecer entretenimiento de calidad que integre también contenidos basados en la fe.
Después de su debut en Wonder Project, Casa de David 2 llegará a la audiencia global, consolidándose como una de las producciones bíblicas más esperadas del año. Con una narrativa cargada de emoción, política y espiritualidad, la serie busca inspirar a nuevas generaciones a redescubrir la riqueza de las Escrituras a través de la pantalla.
El pez - símbolo cristiano
Sólo comenzó a usarse la cruz a partir del siglo IV
Los primeros cristianos, cuando querían representar simbólicamente a Jesús, nunca utilizaron el signo de la cruz. Para ellos, éste conservaba un significado siniestro y muy doloroso por el que no podía utilizarse para representar al Salvador del mundo. Sólo comenzó a usarse la cruz a partir del siglo IV cuando ya había perdido todo su significado como instrumento de tortura.
Por lo tanto, en la primera Iglesia se usaron otros símbolos para representar a Jesús. Se usó la imagen del Buen Pastor para representar a Jesús como un pastor con una oveja sobre sus hombros. Pero el símbolo que más perduró fue el del pez.
En el siglo II la Iglesia tomó la palabra "Ichthys", pez en griego, como símbolo de Cristo. A partir del siglo III la imagen del pez se utilizaba como símbolo de Cristo.
En esta simbología, las letras de la palabra "Ichthys" representan las iniciales de la frase:
Significado:"Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Salvador"
El símbolo del pez y el críptico "Ichthus" fueron adoptados por los cristianos de la Iglesia Primitiva para representar a Jesucristo y manifestar su adhesión a la fe. Tanto el pez como el críptico aparece numerosas veces en lascatacumbas.
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Una profesión de fe
Los cristianos, siendo minoría en un mundo pagano, tenían sus propios símbolos para identificarse y avivar su fe. En el pez (Ichthus), encontraban la profesión de fe, la razón por la que adoraban a Jesús y estaban dispuestos a morir.
Los creyentes son "pequeños peces", según el conocido pasaje de Tertuliano(De baptismo, c. 1):
"Nosotros, pequeños peces, tras la imagen de nuestro Ichthus, Jesús Cristo, nacemos en el agua".
Una alusión al bautismo. El cristiano no solo murió y nació de nuevo en el bautismo sino que vive de las aguas del bautismo, es decir, en la gracia del Espíritu Santo. El cristiano que se aparte de la vida de estas aguas muere. Como un pez muere al salir del agua, el cristiano muere si se deja seducir por la mente del mundo.
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Historia
El símbolo del pez puede que sea inspirado por la multiplicación milagrosa de panes y peces o por los peces que Jesús Resucitado compartió con sus discípulos (Jn. 21: 9). Al llamar a los discípulos para Jesucristo les dijo:
«Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres.» Y ellos al instante, dejando las redes, le siguieron. -Mateo 4,19-20; cf Marcos 1,17).
La referencia escrita del símbolo cristiano del pez mas antigua que se conoce es de Clemente de Alejandría, (nacido en 150), quien recomienda (Paedagogus, III, xi) tener como sello una paloma o un pez. San Clemente no da explicación de estos símbolos, por lo que se puede concluir que ya estos era ampliamente conocidos.
El pez se encuentra ya en monumentos romanos de las primeras décadas del siglo II, como la Capella Greca y las Capillas del Sacramento de la catacumbas de San Calixto. Los primeros cristianos lo utilizaban en numerosos frescos y sarcófagos.
La asociación del Ichthys con al Eucaristía es enfatizada en el epitafio de Abercius, obispo de Hieropolis del siglo II, y en el epitafio de Pectorius de Autun. Abercius nos dice que en su viaje a Roma, en todas partes recibió como alimento "el Pez del manantial, el grande, el puro", como también "vino mezclado con agua junto con pan".
Pectorius también habla del Pez como un delicioso alimento espiritual que nos da el "Salvador de los Santos". La asociación con la Eucaristía también es evidente en los frescos de la catacumba de Santa Priscila.
Desde el siglo II, el del fin es, con frecuencia, el pez de preferencia para este símbolo por ser este considerado un amigo del hombre. Después del siglo IV, el simbolismo del pez gradualmente disminuyó. En la actualidad, en medio del mundo pagano y agresivo contra los verdaderos cristianos, los que se deciden a ser fieles al Señor una vez mas están recobrando este símbolo para identificar su compromiso de fe hasta la muerte.
Es posible que el símbolo del pez tuviera otros significados secundarios: Cristo como el Maestro que enseña a los discípulos a ser pescadores de hombres (el mar tenía siempre una connotación negativa, por lo que ser pescador de hombres era lo mismo que decir el Salvador), o en relación al milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Pero su principal significado lo recibe del acrónimo que he reseñado más arriba.
"La paz sea con los ancianos" - El hallazgo ha tenido lugar en Hippos
Hippos, ciudad bizantina en la que la comunidad cristiana habría empezado a asumir colectivamente el cuidado de los mayores que hasta entonces recaía en las familias.
Un equipo de arqueólogos israelíes creen haber encontrado la residencia de ancianos más antigua que se conoce. El hallazgo, anunciado por la Universidad de Haifa, ha tenido lugar durante las excavaciones que se llevan a cabo en las ruinas de la antigua ciudad de Hippos, una ciudad bizantina que estaba situada en una colina en el norte del valle del Jordán con vistas al mar de Galilea y que fue abandonada después de sufrir un terremoto en el año 749.
En el yacimiento arqueológico de Hippos, investigadores de la Universidad de Haifa han encontrado un mosaico de finales del siglo IV o principios del V con la inscripción griega "La paz sea con los ancianos". "Esta es una prueba palmaria de que el cuidado y la preocupación por los ancianos no son solo de la edad moderna, sino que formaban parte de las instituciones y conceptos sociales desde hace unos 1600 años", ha declarado el profesor Michael Eisenberg, del Instituto de Arqueología Zinman de la Universidad de Haifa y codirector del proyecto de excavación en Hippos.
En un estudio publicado en Zeitschrift für Papyrologie und Epigraphik, Eisenberg y sus colegas Arleta Kowalewska y Gregor Staab, ambos de la Universidad de Colonia, sostienen que ese mosaico constituye una clara evidencia de que la de Hippos sería la residencia de ancianos más antigua del mundo. Aunque hay textos de los siglos V y VI en los que se mencionan instituciones diseñadas específicamente para el cuidado de los ancianos, la de Hippos supone la primera evidencia física sobre su existencia.
El mosaico con la inscripción 'La paz sea con los ancianos' encontrado en Hippos. (Cortesía Michael Eisenberg)Hippos
Fue la principal ciudad cristiana de la región de Galilea durante el período bizantino. Situada en la cima de una colina al este del Mar de Galilea, sirvió como sede episcopal y albergó al menos siete iglesias. La ciudad fue un próspero centro religioso, social y económico. Las excavaciones que desde el año 2000 se llevan a cabo en el lugar han permitido sacar a la luz iglesias, baños, teatros y residencias.
El mosaico recién descubierto se encontraba próximo al cruce de las dos calles principales de Hippos, a solo unos 100 metros de la plaza central de la ciudad. Los investigadores afirman que la ubicación del mosaico a la entrada del edificio sugiere que su inscripción estaba destinada a ser leída por todos los que accedían al inmueble, tanto los residentes ancianos como los visitantes.
“Se trataba de una institución comunitaria y espiritual integrada en la vida urbana y que reflejaba los valores sociales de la época”, han señalado los investigadores. El mosaicopodría proporcionar valiosa información sobre cómo la comunidad cristiana de Hippos comenzó a asumir responsabilidades colectivas en el cuidado de los ancianos, algo que anteriormente se gestionaba únicamente a través de las redes familiares. “Muestra que la sociedad bizantina creó no solo centros religiosos, sino también lugares dedicados a la dignidad y el cuidado de sus mayores”, destaca Michael Eisenberg.
Una ciudad cristiana adelantada a su tiempo
Hippos fue una ciudad próspera durante el periodo bizantino, y los restos excavados hasta la fecha revelan una urbe con una marcada identidad cristiana. Se han hallado iglesias, basílicas y espacios comunales, lo que sugiere una sociedad profundamente influenciada por los valores del cristianismo primitivo. En este entorno, la aparición de un edificio aparentemente dedicado a los ancianos cobra todo su sentido.
El equipo liderado por arqueólogos de la Universidad de Haifa y la Universidad de Colonia publicó recientemente los detalles de su hallazgo en la revista Zeitschrift für Papyrologie und Epigraphik, donde explican que no se trata únicamente de una inscripción decorativa. La frase, su ubicación en la entrada de un edificio residencial, y el lenguaje visual del entorno —aves que beben de cálices, lirios egipcios, cipreses— sugieren una intención clara: aquí se brindaba algún tipo de atención especial a las personas mayores.
El mosaico hallado en la zona de excavación dedicada a los ancianos, situada en una de las áreas residenciales de la antigua ciudad de Hippos. Foto: Dr. Michael Eisenberg
Es la primera vez que aparece una inscripción tan directa dirigida a este grupo etario en un contexto arqueológico. Si se confirma que el lugar funcionaba como una especie de residencia asistencial, no solo estaríamos ante un descubrimiento histórico, sino ante un testimonio material de un concepto que muchos creen exclusivamente moderno: el cuidado institucionalizado de los mayores.
Más allá de la familia: el inicio del bienestar comunitario
Hasta ahora, los estudios históricos asumían que el cuidado de los ancianos en la Antigüedad recaía exclusivamente en el entorno familiar. Sin embargo, el hallazgo en Hippos pone sobre la mesa la posibilidad de que, al menos en ciertas comunidades cristianas del siglo IV o V, existiesen estructuras sociales destinadas a asumir ese rol.
La hipótesis más aceptada es que esta transformación respondió a los nuevos modelos de vida promovidos por el cristianismo, donde la comunidad podía sustituir, complementar o incluso reemplazar el apoyo familiar tradicional. Fenómenos como el monacato, las viudas consagradas o los diáconos encargados de labores caritativas son ejemplos conocidos. Pero ahora, por primera vez, se abre la posibilidad de que existiesen espacios físicos dedicados a cuidar de quienes ya no podían valerse por sí mismos.
El concepto de un “hogar de ancianos” no se puede extrapolar directamente desde nuestros días al siglo V, por supuesto. No hablamos de camas articuladas ni de asistencia médica especializada, pero sí de un entorno residencial con una función claramente orientada al acompañamiento y la dignidad de la vejez. Un lugar donde los ancianos no solo eran tolerados, sino bendecidos y reconocidos.
Un lugar visible en el corazón de la ciudad
El edificio donde se halló el mosaico no estaba escondido en los márgenes de Hippos, sino estratégicamente situado cerca del cruce entre las dos arterias principales de la ciudad: el Cardo y el Decumanus Maximus. A solo unos cien metros de la plaza central, el lugar ocupaba una posición de gran visibilidad pública. Esta elección refuerza la idea de que se trataba de una institución reconocida y aceptada socialmente, no de un espacio marginal.
La iconografía también juega un papel crucial en la interpretación. El uso de elementos naturales como los lirios y cipreses, además de aves exóticas como los gansos egipcios, tiene una carga simbólica clara: longevidad, paz, espiritualidad. Todo apunta a que no se trataba simplemente de una residencia, sino de un espacio también cargado de significado religioso, donde la vejez era celebrada y acompañada desde una perspectiva espiritual.
Aves bebiendo de una copa, representadas en el diseño del mosaico. Foto: Dr. Michael Eisenberg
Una visión diferente de la vejez en la Antigüedad
Este descubrimiento obliga a repensar muchas de las ideas preconcebidas que tenemos sobre el trato a los mayores en tiempos antiguos. A menudo, la historia pone el foco en los guerreros jóvenes, los emperadores en su plenitud o los mártires cristianos que entregaban su vida por la fe. Sin embargo, el mosaico de Hippos nos recuerda que también hubo espacio —y preocupación— por quienes ya no podían luchar, construir o gobernar.
La vejez, en este contexto, no era una carga sino una etapa reconocida dentro del ciclo vital de la comunidad. El simple hecho de dejar constancia de una bendición dirigida específicamente a los ancianos indica que se les valoraba como parte esencial del entramado social. Y si, como sugieren los investigadores, existía una institución que los acogía, estaríamos ante una de las primeras manifestaciones del bienestar social tal como lo entendemos hoy.
Sin duda alguna, el hallazgo en Hippos no solo aporta una nueva pieza al complejo rompecabezas del mundo bizantino. También lanza una pregunta incómoda al presente: ¿hemos avanzado tanto como creemos en el cuidado de nuestros mayores?
En una época donde las residencias de ancianos son a menudo sinónimo de soledad y abandono, este mosaico del siglo V ofrece una visión alternativa. Una comunidad que no solo atendía a sus mayores, sino que los bendecía públicamente, les dedicaba arte y los colocaba simbólicamente en el centro de la vida urbana. Una imagen que, mil seiscientos años después, aún tiene mucho que enseñarnos.
El papel de la familia cristiana en la evangelización
La cristianización del Imperio Romano después de Constantino fue un asunto complicado, quizás más complicado de lo que había sido antes, durante los casi tres siglos de persecución.
Es una historia no tanto sobre emperadores y ejércitos como sobre familiasy cómo cambiaron el mundo.
Crecimiento asombroso
La verdad es que, cuando Constantino legalizó la práctica del cristianismo en 313, el imperio ya estaba fuertemente cristianizado. Para el año 300, quizás el 10 por ciento de la gente era cristiana, y para mediados de siglo, los cristianos bien podrían haber sido la mayoría de los ciudadanos, 33 millones de cristianos en un imperio de 60 millones de personas.
De modo que Constantino no aseguró tanto el éxito del cristianismo como lo reconoció. Su edicto de tolerancia fue un reconocimiento tardío de que la Iglesia ya había conquistado el imperio. Ya éramos mayoría.
Estos no eran 33 millones de cristianos “nominales”, no 33 millones de “católicos a medias”. No pudieron ser. No tenían el lujo de ser tibios. En la década anterior al edicto de Constantino, la Iglesia había sufrido la persecución más despiadada y sistemática de su historia bajo el emperador Diocleciano y sus sucesores.
La práctica de la fe fue, en muchos lugares, castigada con la tortura y la muerte. En muchos lugares, vivir como cristiano significaba, al menos, aceptar el estigma social y la humillación. Además, el propio camino cristiano se caracterizó por exigir disciplinas en la vida de oración y en la vida moral.
Ser cristiano no era fácil en el año 300. Costaba algo. Fueras martirizado o no, tenías que pagar con tu vida. Los cristianos arriesgaban sus vidas cada vez que asistían a la liturgia, y continuaron haciéndolo en el transcurso de cada día.
Sin embargo, la tasa de conversión en todo el imperio, comenzando con los primeros cristianos, mucho antes de Constantino, fue muy notable. Hace unos años, un eminente sociólogo, Rodney Stark, de la Universidad de Washington, se dispuso a rastrear el crecimiento de la iglesia en el mundo antiguo. Reunió sus hallazgos en "El surgimiento del cristianismo". El Dr. Stark no es cristiano y no tenía ningún interés en hacer que el cristianismo se viera bien.
Lo que Stark encontró en su estudio de los primeros siglos cristianos fue una asombrosa tasa de crecimiento del 40 por ciento por década. Una vez más, Constantino no recibe crédito por este crecimiento. La mayor parte sucedió en los años antes de que él naciera. De hecho, aunque las conversiones fueron forzadas en varios momentos después del año 380, la Iglesia nunca más fue testigo del tipo de crecimiento que tuvo lugar cuando las conversiones eran costosas.
Stark sostiene que la mayor parte del crecimiento provino de conversiones individuales, y no solo de los pobres, sino también de los comerciantes y las clases altas. Argumenta que la mayoría de los conversos eran mujeres, que las mujeres se beneficiaron mucho de la conversión y que algunas mujeres, aunque nunca fueron ordenadas al sacerdocio, fueron líderes influyentes.
Utilizando datos históricos y métodos sociológicos, argumenta que la población cristiana creció en un 40 por ciento por década, de alrededor de 1000 cristianos en el año 40 a 7530 en 100 a un poco más de seis millones en 300 y 33 millones en 350, creciendo en el cien años entre 250 y 350, de alrededor del dos por ciento de la población a poco más de la mitad.
Miseria y menos niñas
Stark describe vívidamente la miseria de los ciudadanos comunes en las ciudades del mundo pagano. Todos, excepto los ricos, vivían en viviendas hacinadas y llenas de humo, una familia en una habitación pequeña, sin ventilación ni plomería, que con frecuencia se derrumbaban o quemaban.
Las ciudades estaban terriblemente abarrotadas, una ciudad como Antioquía tenía quizás 200 personas por acre, más ganado (la Calcuta moderna tiene solo 122 personas por acre). La inmigración constante hizo que las ciudades fueran pobladas por extraños, con el consiguiente crimen y desorden, por lo que las calles no eran seguras por la noche y las familias ni siquiera estaban seguras en sus casas.
Los desechos humanos eran arrojados a zanjas abiertas en medio de las calles angostas, y las ciudades eran asfixiadas por moscas atraídas por la inmundicia. Los cadáveres de los que morían por causas naturales a veces se dejaban pudrir en las alcantarillas abiertas de la ciudad. ("El hedor de estas ciudades debe haber sido abrumador durante muchas millas, especialmente en climas cálidos", señaló Stark). El agua era difícil de conseguir y casi siempre fétida.
La esperanza de vida rondaba los 30 años como máximo para los hombres y quizás mucho más baja para las mujeres. La higiene era mínima. La atención médica era más peligrosa que la enfermedad, y la enfermedad a menudo desfiguraba a sus víctimas cuando no las mataba. El cuerpo humano albergaba innumerables parásitos y las viviendas estaban infestadas de alimañas. Para entretenerse, la gente acudía en masa a los circos para ver a otras personas mutiladas y asesinadas.
Y el matrimonio pagano no ofreció un respiro a esta miseria. Las mujeres grecorromanas generalmente se casaban a los 11 o 12 años, con un compañero que no elegían, que a menudo era mucho mayor (las niñas cristianas tendían a casarse alrededor de los 18). Posteriormente, sufrieron relaciones depredadoras llenas de anticoncepción, aborto (que a menudo mataba a la madre), adulterio y actos sexuales antinaturales.
El infanticidio era común, especialmente para las crías femeninas o defectuosas. De las 600 familias que aparecen en los registros de la antigua Delfos, solo seis criaron a más de una hija. Aunque la mayoría de esas 600 familias eran bastante grandes, todas habían matado rutinariamente a sus bebés. Stark cita una carta de un hombre de negocios pagano que le escribe a su esposa embarazada. Después de los cariños habituales, cierra su carta diciendo, breve y casualmente: “Si tienes un hijo [antes de que vuelva a casa], si es un niño, quédatelo, si es una niña, deséchalo”.
Si menos niñas vivían para ver el segundo día desde su nacimiento, aún más morían en su camino a la edad adulta. La escasez de mujeres, entonces, causó más estragos en el crecimiento de la población del imperio, así como en su economía y su moral. La actividad homosexual se consideraba normal para los hombres casados.
Casas atractivas
Ese es el mundo en el que nacieron los primeros cristianos, en el que crecieron y se casaron, y en el que criaron a sus familias. Podrías llamarlo una cultura de la muerte.
Pero el matrimonio cristiano y la crianza de los hijos distinguen inmediatamente a los cristianos. Según Stark, los esposos y esposas cristianos trataron genuinamente de amarse unos a otros, como lo requería su religión. Su afecto mutuo y su apertura a la fertilidad llevaron a una tasa de natalidad más alta y, por lo tanto, a una tasa de crecimiento aún más alta para la Iglesia primitiva. No abortaron a sus hijos, ni los maridos pusieron en peligro la vida de sus esposas al hacerlo.
El respeto de los primeros cristianos por la dignidad del matrimonio hizo que la fe fuera enormemente atractiva para las mujeres paganas. Así que las mujeres constituyeron un número desproporcionado de los primeros conversos. Esto, a su vez, hizo que el cristianismo fuera enormemente atractivo para los hombres paganos, que no podían encontrar muchas mujeres paganas para casarse, pero veían a las jóvenes asistir a la liturgia cristiana en gran número.
No debemos descartar estos beneficios del cristianismo en el orden natural. Una cosa que demostró el surgimiento del cristianismo es que la fidelidad al único Dios verdadero es la mejor manera de alcanzar la felicidad, no solo en el cielo, sino también en el mundo que Dios creó. La fe cristiana, entonces como ahora, crea hogares felices.
Y, en las culturas paganas, entonces como ahora, los hogares felices son muy atractivos. La evidencia parece indicar que, en el Imperio Romano, los hogares cristianos proporcionaban el lugar principal de evangelización de la Iglesia. Y que la Iglesia crecía porque en cada lugar se vivía en familia.
Esto es algo que no encontramos con demasiada frecuencia en las vidas publicadas de los santos, que tienden a centrarse principalmente en eventos extraordinarios y grandes milagros. Tampoco encontramos esta historia contada en las historias eclesiásticas, que tienden a centrarse casi exclusivamente en la vida de los obispos y el clero. Sin embargo, es la verdadera historia de la Iglesia. Como dijo San Agustín, la historia del crecimiento del evangelio fue la historia de “un corazón prendiendo fuego a otro”.
El fuego de la caridad tendido en el hogar cristiano pronto consumió las manzanas de la ciudad y luego los barrios. No fue el tipo de experiencia extática que vemos en el relato del primer Pentecostés en los Hechos de los Apóstoles. Fue, más bien, tranquilo y gradual. Veamos sólo un ejemplo de cómo ardía este fuego de la caridad.
Las epidemias estaban entre los grandes terrores de la vida en el mundo antiguo. Los médicos de entonces sabían que las enfermedades eran transmisibles, pero no sabían nada de bacterias o virus, mucho menos de antibióticos o antisepsia. Una vez que las enfermedades llegaban a su ciudad natal, realmente no había forma de detenerlas. Varias epidemias importantes asolaron el imperio durante el surgimiento del cristianismo, y cada una de ellas redujo la población del imperio en aproximadamente un tercio.
El fuego de la caridad
Sin embargo, incluso en estas circunstancias, la Iglesia creció. De hecho, en medio de persecuciones y epidemias simultáneas, la Iglesia creció aún más dramáticamente, especialmente en proporción a la población total del imperio. Por todas partes la gente caía como moscas, pero la Iglesia crecía.
¿Cómo pasó eso? Mire lo que normalmente sucedía cuando una epidemia azotaba su ciudad natal. Las primeras personas en irse solían ser los médicos. Sabían lo que se avecinaba y sabían que poco podían hacer para evitarlo. El médico pagano del siglo II, Galeno, admite que huyó, en su descripción de la epidemia mundial durante el reinado de Marco Aurelio. Los siguientes en salir fueron los sacerdotes paganos, porque tenían los medios y la libertad para hacerlo.
Se animó a las familias paganas ordinarias a abandonar sus hogares cuando los miembros de la familia contrajeron la plaga. Una vez más, no conocían otra forma de aislar la enfermedad que dejar que el miembro de la familia afectado muriera, quizás lentamente.
Sin embargo, los cristianos tenían el deber de no abandonar a los enfermos. Jesús mismo había dicho que, al cuidar a los enfermos, los cristianos lo estaban cuidando a él. Entonces, aunque los cristianos no sabían más sobre medicina que los paganos, se quedaron con sus familiares, amigos y vecinos que sufrían. Considere este relato de la gran epidemia del año 260, que nos dejó el obispo Dionisio de Alejandría:
La mayoría de nuestros hermanos cristianos mostraron un amor y una lealtad ilimitados, sin escatimarse nunca y pensando sólo en los demás. Sin importarles el peligro, se hicieron cargo de los enfermos, atendiendo todas sus necesidades y ministrándolos en Cristo, y con ellos partieron de esta vida serenamente felices; porque fueron infectados por otros con la enfermedad, atrayendo sobre sí mismos la enfermedad de sus vecinos y aceptando alegremente sus dolores. . . .
La muerte en esta forma, el resultado de una gran piedad y una fe fuerte, parece en todos los sentidos igual al martirio”.
También poseemos relatos paganos de esa epidemia, y todos ellos se caracterizan por la desesperación. Sin embargo, los cristianos estaban “serenamente felices”. Tampoco fue un evento extraordinario. Stark dice que Antioquía de Siria, considerada la segunda ciudad del imperio, experimentó 41 catástrofes naturales y sociales de este orden durante los años en que el cristianismo estaba en ascenso. Eso es un promedio de un desastre catastrófico cada quince años.
El cristianismo tuvo el mismo efecto de otras maneras, como señaló Stark. Ofreció ciudades llenas de extraños, huérfanos, viudas, personas sin hogar y pobres, una nueva familia y comunidad y una nueva forma de vida que los liberó de muchos de los miedos que torturaban a sus vecinos paganos.
En medio de todo ese caos, la caridad cristiana, que por lo general comenzaba en el hogar, trajo el crecimiento de la iglesia. Los cristianos tenían muchas más probabilidades de sobrevivir a las epidemias porque se preocupaban unos por otros. El mero cuidado de la comodidad redujo la tasa de mortalidad de los cristianos en dos tercios en comparación con la de los paganos.
Además, las familias cristianas también se preocupaban por sus vecinos paganos. Por lo tanto, los paganos que recibieron atención cristiana tenían más probabilidades de sobrevivir y, a su vez, convertirse ellos mismos en cristianos. Así, en tiempos de epidemia, cuando la población en general se desplomó, el crecimiento de la iglesia se disparó.
La llama que se extiende
Los paganos tendían a cuidar solo de los de su grupo. Mientras que los paganos solo ayudaban a sus hermanos, los cristianos trataban a todos los hombres como a sus hermanos. Y los paganos se dieron cuenta. El malvado emperador Juliano, que despreciaba a todos los cristianos y encabezó la acusación de volver a paganizar el imperio, todavía tuvo que admirar a regañadientes su caridad:
“Los impíos galileos apoyan no solo a sus pobres, sino también a los nuestros. Todos pueden ver que nuestros pobres carecen de nuestra ayuda”.
No puedo enfatizar lo suficiente que esta actividad caritativa no fue tanto el trabajo de las instituciones como de las familias. La familia era entonces, como lo es ahora, la unidad fundamental de la Iglesia. Hasta el siglo III, la mayoría de los cristianos no tenían un edificio al que pudieran llamar su “iglesia”. Su vida cristiana estaba centrada en sus hogares. Las organizaciones benéficas institucionalizadas todavía estaban a años de distancia en el futuro, para ser establecidas en tiempos más pacíficos.
Al principio, la caridad era más bien el camino de la vida familiar cristiana. Esta rutina de caridad no constituía tanto una nueva cultura, reemplazando a la antigua, al menos externamente. Exteriormente, poco había cambiado en los barrios habitados por cristianos. La ley, el gobierno, las rutinas de la vida diaria permanecieron como estaban, y como permanecerían en gran parte, intactos, incluso después de Constantino. Pero interiormente, todo había cambiado.
Vemos los medios de esta transformación, incluso muy temprano en la historia cristiana. Un documento de principios del siglo II, la Carta anónima a Diogneto, describe el proceso en términos profundos pero sencillos. El escritor señala que los cristianos no se distinguen de otras personas por nada externo: ni por su país o idioma, ni por su comida o vestimenta, sino por lo que él llama el “estilo de vida maravilloso y sorprendente” de los cristianos.
Se casan, como todos [los demás]; engendran hijos; pero no cometen infanticidio. Tienen una mesa común, pero no una cama común. . . . Obedecen las leyes prescritas y al mismo tiempo superan las leyes con sus vidas. Aman a todos los hombres y son perseguidos por todos. Son desconocidos y condenados; son puestos a muerte, y restaurados a la vida. . .
En resumen: como el alma está en el cuerpo, así los cristianos están en el mundo. El alma está dispersa por todos los miembros del cuerpo, y los cristianos están esparcidos por todas las ciudades del mundo. . . . El alma invisible está custodiada por el cuerpo visible, y se sabe que los cristianos están en el mundo, pero su piedad permanece invisible.
Gradualmente. Invisiblemente. Pero inexorablemente. Esta es la forma en que la doctrina cristiana, la esperanza y la caridad transformaron el Imperio Romano, una persona a la vez. El cristianismo transformó la forma en que los vecinos trataban a los enfermos, la forma en que los padres trataban a sus hijos y la forma en que los esposos y las esposas hacían el amor.
Eso es lo que realmente le sucedió al Imperio Romano. El evangelio de Jesucristo se extendió gradualmente, de persona a persona, de familia a familia, de casa a casa, de barrio a barrio, luego a provincias enteras. La conversión tuvo lugar en los incrementos más pequeños, uno por uno, debido a las casas.
La Iglesia Doméstica
Cuando leemos acerca de nuestros antepasados en la fe, sus obras claman por una imitación moderna. Seré tan audaz como para extraer seis lecciones que las antiguas familias cristianas pueden enseñar a las familias modernas.
1. Ven a ver tu hogar como una iglesia doméstica. Los cristianos modernos tienden a pensar en los edificios de su parroquia como “la iglesia”. Tenemos que creer que nuestras familias son la iglesia, que nuestros hogares son la iglesia y que el reino de Dios comienza en el lugar donde colgamos nuestros sombreros y comemos. Necesitamos imitar a los primeros cristianos al ver nuestros hogares como lugares de adoración y compañerismo, como fuentes de caridad y como escuelas de virtud.
San Agustín una vez se dirigió a una reunión de padres como “mis queridos compañeros obispos”. Ese es el papel que juegan los padres en la iglesia doméstica.
2.Haz de tu iglesia doméstica un refugio de caridad. Una de las descripciones más sorprendentes de la Iglesia primitiva proviene de Tertuliano, quien escribió: “Es nuestro cuidado de los desamparados, nuestra práctica de la bondad amorosa lo que nos marca a los ojos de muchos de nuestros oponentes, quienes dicen: 'Mira a esos cristianos , cómo se aman.'” Este amor tiene que empezar en casa. Tiene que comenzar en la iglesia doméstica.
¿Cuántos de los que denuncian la falta de reverencia en sus iglesias luego van a casa para profanar sus iglesias domésticas con palabras ásperas hacia sus hijos o hacia sus cónyuges o con chismes sobre sus vecinos o sus compañeros de trabajo? Todos seremos llamados a rendir cuentas por esto.
Recuerda las palabras de Tertuliano. Ellos sabrán que somos cristianos, no por los íconos en nuestra pared, o los símbolos de peces en nuestras calcomanías, o la gruta en nuestro patio delantero, o por nuestros brazaletes WWJD, sino por el amor en nuestros corazones, expresado en nuestros hogares. .
3.Haz de tu iglesia doméstica un lugar de oración. Esto no significa que su día deba estar dominado por las devociones, pero debe tener algunas disciplinas familiares de oración regulares y rutinarias. Los primeros cristianos vieron esto como algo necesario y observaron “horas estacionarias” de oración durante el día, e incluso durante la noche. En el siglo III, Tertuliano describió a las familias cristianas del norte de África levantándose en medio de cada noche para orar juntos.
La mayoría de los cristianos de hoy no se levantan a las 3 am, y no estoy sugiriendo que debamos hacerlo. Hay muchas formas de orar en familia, y usted debe buscar las formas que funcionen mejor para su tribu. Pueden orar juntos al comienzo del día o al final del día.
Debéis orar juntos, al menos, ofreciendo la gracia en cada comida. Puede comenzar un estudio bíblico familiar semanal. Puede unirse al culto entre semana que ofrece su iglesia parroquial. Lo importante es hacer algo, empezar por algún lado. Comienza con algo pequeño y manejable, y luego date tiempo para crecer.
Apóstoles de la Caridad
Sabed que, como iglesia doméstica, estáis “en misión”. Como la Iglesia universal, sois enviados por Cristo para llevar el evangelio al mundo. Eres enviado fuera de tu casa. “Enviado” es la raíz del significado de la palabra apostolado, y tú y yo y todos nuestros hijos estamos llamados a participar en el apostolado de la Iglesia, a ser apóstoles del mundo.
Imagínate a ti mismo como uno de esos cristianos invisibles que viven en las ciudades antiguas que se estaban pudriendo con epidemias. ¿Qué harías? ¿Qué harías que hiciera tu familia? ¿Huirías de la ciudad mientras mueren tus vecinos? ¿Tablarías las ventanas y colocarías tu escopeta? Haríais como vuestros antepasados y saldríais y serviríais a vuestros vecinos.
Hoy en día podemos curar muchas de las antiguas plagas. Pero todos deberíamos preguntarnos: ¿Qué epidemias están consumiendo hoy las familias de nuestros barrios? ¿Qué es lo que está destrozando a las familias vecinas? ¿Qué es lo que los deja marcados y apenas capaces de seguir adelante en la vida? ¿Qué tal el divorcio? ¿Ilegitimidad?
Abandono. . . esa sensación constante de que no son queridos por alguien a quien aman mucho? Tal vez necesitemos expandir nuestras definiciones de pobreza y epidemia, para ver a las personas a las que nuestras familias deben servir hoy. Probablemente haya personas en su cuadra que estén muy solas, que sean ancianas y estén solas, o que estén de luto, o que estén necesitadas de algún otro modo.
¿Cómo podría ayudar su familia? A veces, ayudar es tan simple como preparar comidas, abrir la puerta de su casa e incluso compartir las “obras de arte” de sus hijos para los refrigeradores de los vecinos. No tiene que ser un programa lujoso. Pero este tipo de caridad debería ser un proyecto familiar continuo.
Los cristianos a veces se exceden al proteger a su familia de los extraños y de los no creyentes. Pero como dijo la Madre Teresa, Cristo a veces vendrá a nosotros en estos disfraces angustiosos. Tenemos que abrir de par en par las puertas a Cristo. Eso es parte de lo que significa para nosotros estar en misión.
Uno de los grandes Padres de la Iglesia Occidental, San Jerónimo, dijo: “Los ojos de todos se vuelven hacia ti. Tu casa está asentada sobre una atalaya; tu vida fija para otros los límites de su autocontrol.” Pero nuestras vidas no pueden establecer límites para los demás a menos que abramos nuestras vidas y nuestros hogares a los demás, y a menos que (vea las lecciones dos y tres) vivamos como si nuestra casa estuviera colocada en una torre de vigilancia.
Gracia luminosa
Cultivar la virtud de la esperanza. La gracia divina tiene un poder ilimitado. Puede transformar personas; puede y ha transformado culturas. Como padres, feligreses y vecinos, tenemos que creer en los milagros. Tenemos que creer que la gente puede cambiar.
Es demasiado fácil para nosotros creer que muchas personas están irremediablemente perdidas, han sido por la cultura o por sus propias vidas inoculadas irremediablemente contra el evangelio. Pero esto simplemente no es verdad. Lea al agnóstico Rodney Stark: Los milagros suceden, la gente cambia, los pueblos, ciudades y naciones pueden convertirse al cristianismo a un ritmo del 40 por ciento por década.
Vivir según las enseñanzas de la Iglesia. Necesitamos elevar nuestros hogares a la altura de los estándares de Jesucristo y su Iglesia. Es un estándar alto, pero las alternativas hoy en día son mortales. Los primeros cristianos no convirtieron al imperio comprometiéndose con las ideas del imperio sobre la vida familiar. No se comprometieron con el divorcio, la anticoncepción, el aborto, el infanticidio o la actividad homosexual.
Los primeros cristianos odiaban estos pecados, incluso cuando amaban apasionadamente a los pecadores que los cometían, los pecadores que vivían en sus vecindarios. Nosotros también necesitamos odiar estos pecados y alejarlos de nuestros propios hogares. Pero también necesitamos ayudar a otros hogares, a otras familias a vivir según las enseñanzas de Jesús.
Necesitamos evangelizar a las familias que nos necesitan. Si no lo hacemos, entonces podemos contarnos con el sacerdote y el levita en la parábola del buen samaritano, que pasó junto al hombre en la zanja.
No termino con una cita de los primeros cristianos, sino de un cristiano contemporáneo, el Papa Juan Pablo II, quien en Christifideles Laicid extrajo una lección de la Iglesia primitiva al instruir a las familias en los caminos de la evangelización:
Animada en su propia vida interior por el celo misionero, la Iglesia del hogar está llamada también a ser signo luminoso de la presencia de Cristo y de su amor por los que están “lejos”, por las familias que aún no creen, y por aquellas familias cristianas que ya no viven de acuerdo con la fe que una vez recibieron. La familia cristiana está llamada a iluminar “con su ejemplo y su testimonio. . . los que buscan la verdad.”
Silencio, The Chosen se está rodando en estos momentos.
La sexta temporada de la serie, en marcha y con su estreno agendado para (bastantes) meses en adelante, traerá consigo el momento más esperado de la ficción: la crucifixión de Jesús.
La actriz que encarna a María Magdalena ha recordado que, aunque esta temporada depara momentos más duros que sus predecesoras, también promueve la comunión entre los personajes y el apoyo mutuo.
The Chosen, que puede verse en España gracias a Prime Video o Movistar Plus+, ha revelado las reacciones de algunos de los actores implicados en la serie ante la crucifixión del Mesías, al que no obstante prefieren no mostrar en las imágenes.
Pese a lo mucho que aún queda para que podamos sentarnos ante el televisor y (¿) disfrutar (?) del momento culminante de la serie: la llegada del Mesías al Gólgota. El Calvario de Jesús en The Chosen lo será, también de millones de espectadores.
Por eso, Elizabeth Tabish, que encarna a María Magdalena, ha querido sosegar un poco las aguas y ha prometido que la próxima temporada, aunque dura, también será una “experiencia más bonita y humana” que las anteriores.
¿Qué nos espera en la sexta temporada?
Elisabeth Tabish ha sido una de las intérpretes más directas al referirse a lo que está por venir en The Chosen. En un grupo no particularmente discreto (el propio Dallas Jenkins se ríe en sus entrevistas de lo poco conveniente que es hablar de spoilers en la historia sagrada), Tabish se las ha arreglado para destacar.
Recientemente, anticipó que la sexta temporada dejaría heridas en los espectadores que, como ella misma, hubiesen simpatizado con The Chosen.
Sin embargo, ahora, la actriz que da vida a María Magdalena se ha remontado hasta la primera temporada de The Chosen para sintetizar lo que esta tanda de episodios significa para ella. “En la primera temporada, tuve muchas escenas que rodé sola, mientras mi personaje lidiaba con emociones y experiencias devastadoras”, ha recordado.
“En la sexta temporada, llegamos al sumun de la devastación en esta historia (torturas, burlas y ejecución pública de nuestro amigo y mentor). Sin embargo, esta vez ya no estoy sola, sino rodeada por mis amigos y fieles compañeros, y todos atravesamos este camino al mismo tiempo. Nos compadecemos mutuamente y lloramos juntos, nos estrechamos las manos y nos abrazamos para darnos fuerzas el uno al otro. Esto hace de esta temporada una experiencia mucho más bonita y humana", ha explicado la actriz.
7 Poesías de Lope de Vega a la Natividad de María
Entre las numerosas obras que escribió Lope de Vega (1562-1635) se conservan varios poemas dedicados a la Natividad de la Virgen María. El actual breviario español recoge uno como himno de laudes (Hoy nace una clara estrella) y otro como himno de vísperas (Canten hoy, pues nacéis Vos).
Presentamos aquí una selección de 7 poesías que este genial autor dedicó a la fiesta que cada año celebramos el 8 de septiembre.
Canten hoy, pues nacéis Vos,
los ángeles, gran Señora y ensáyense desde ahora
para cuando nazca Dios.
Canten hoy, pues a ver vienen
nacida su Reina bella,
que el fruto que esperan della
es por quien la gracia tienen.
Digan, Señora, de Vos
que habéis de ser su Señora, y ensáyense desde ahora
para cuando nazca Dios.
Pues de aquí a catorce años,
que en hora buena cumpláis,
verán el bien que nos dais,
remedio de tantos daños.
Canten y digan por Vos,
que desde hoy tienen Señora y ensáyense desde ahora
para cuando nazca Dios.
*******
Hoy nace una clara estrella,
tan divina y celestial, que, con ser estrella, es tal,
que el mismo Sol nace de ella.
De Ana y de Joaquín, oriente
de aquella estrella divina,
sale su luz clara y digna
de ser pura eternamente:
El alba más clara y bella
no le puede ser igual, que, con ser estrella, es tal,
que el mismo Sol nace de ella.
No le iguala lumbre alguna
de cuantas bordan el cielo,
porque es el humilde suelo
de sus pies la blanca luna:
Nace en el suelo tan bella
y con luz tan celestial, que, con ser estrella, es tal,
que el mismo Sol nace de ella.
*******
Nace el alba María
y el sol tras ella,
desterrando la noche
de nuestras penas. Nace el alba clara,
la noche pisa,
del cielo la risa,
su paz declara;
el tiempo se para
por solo verla, desterrando la noche
de nuestras penas.
Para ser señora
del cielo, levanta
esta niña santa
su luz aurora;
él canta, ella llora
divinas perlas, desterrando la noche
de nuestras penas.
Aquella luz pura
del Sol procede,
porque cuanto puede
le da hermosura;
el alba segura
que viene cerca, desterrando la noche
de nuestras penas.
*******
Si en brazos de Dios nacéis,
¿quién sois?, Niña soberana,
que para casa tan pobre
parecéis muy rica Infanta.
Tres veces catorce dicen
los deudos de vuestra casa,
que son las generaciones
de vuestra sangre preclara.
La primera es de Profetas
y divinos Patriarcas,
desde Abrahán a David,
de quien seréis torre y arpa.
De Reyes es la segunda,
desde David a que salgan
de Babilonia a Sión
y vuelvan a honrar el arca.
Desde este tiempo hasta el día
en que Cristo de Vos nazca,
otra que es de Sacerdotes,
de quien Vos seréis la vara.
Torre y arca y vara sois
en tan ilustre prosapia,
supuesto que para esposo
un carpintero os señalan.
Debe de ser que Dios quiere
que hecha carne su Palabra,
viva en casa donde vea
labrar maderos y tablas.
O porque si sois, Señora,
arca en que el mundo se salva,
como divino escultor
os halle el hombre en su casa.
*******
Cielos y tierra se alegran
cuando nacéis, Virgen santa,
por su Hija el Padre eterno,
por quien se goza y se agrada.
El Hijo, viendo a su Madre
tan buena, que de llamarla
su madre, no se desprecie,
ni de entrar en sus entrañas.
El Espíritu divino
de ver la Esposa que ama,
de suerte que ya comienza
a cubrirla con sus alas.
Los Ángeles por su Reina,
los cielos por su luz clara,
el sol por su hermosa frente,
y la luna por sus plantas.
Los hombres por su remedio,
porque hasta vuestra mañana,
no podía el sol salir,
y en oscura noche estaban.
Según esto, vos nacéis
para ser vara en las aguas,
torre fuerte en los peligros,
y en el diluvio arco y arca.
Pues vengáis a vuestra aldea,
María llena de gracia,
muchas veces en buen hora,
día que nacéis con tantas.
Conoced vuestros pastores,
que todos os dan las almas,
mientras os da el cielo estrellas,
para mantillas y fajas.
*******
Hoy Ana parió a María
y anoche se vio arrebol,
sin duda tendremos Sol,
pues amanece tal día.
Arreboles de esperanzas
ayer vio en el cielo el suelo
y hoy sale el Alba del Cielo
con rayos de confianzas,
pues siendo el Alba María
y Ana el divino arrebol,
no puede tardar el Sol
estando tan claro el día.
*******
Despierta Gil -¿Es de día,
el Alba ha salido ya? -Buenos días, claro está,
pues ha nacido María.
De la tierra te levanta,
mira que sale la Aurora,
que el cielo y la tierra dora
con su pura y virgen planta.
¿No despiertas? -Ya querría.
-Mira la luz que te da: -Buenos días, claro está,
pues ha nacido María.
Huye la noche cruel
del pecado, temerosa
la luz desta Niña hermosa
que hoy nace al mundo sin él;
recuerda, pues, ¡qué porfía!
¿Pues hay luz? -Vístete ya: -Buenos días, claro está
pues ha nacido María.
Está diciendo su lumbre
que el Sol, que los hombres salva,
ha de venir tras el Alba
por aquella misma cumbre.
¿y duermes tu? A ver el día: -Buenos días, claro está
pues ha nacido María.
Una historia que empieza en 1910 en la ciudad de Uskub, la actual Skopie, y que termina en la India, poco antes del principio del nuevo milenio. La vida de una joven monja de origen albanés que a finales de los años 40 decidió viajar a la India, para quedarse a vivir junto a los pobres y a los enfermos.
La India a finales de los 40. El dominio británico llega a su fin, pero la nueva nación india está agitada. Confrontaciones y matanzas estallan con mayor intensidad en la ciudad de Calcuta.
Destruida por problemas sociales que abruman a las autoridades, en Calcuta crece la desesperación de los débiles, los enfermos y los desheredados. En medio de todo este sufrimiento hay una monja que sigue su vocación de ayudar a los pobres, curar a los leprosos que mueren en las calles y a los huérfanos y niños abandonados: Teresa de Calcuta.
Esta vocación le acarrea muchos problemas, y Teresa de Calcuta debe desafiar a diversas autoridades, incluyendo a su propia iglesia.
Evolución del sacramento de la Unción de los enfermos
"Está enfermo alguno de vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados" (Santiago 5,14-15)
La enfermedad y el sufrimiento se han contado siempre entre los problemas más graves que aquejan la vida humana. En la enfermedad, el hombre experimenta su impotencia, sus límites y su finitud. Toda enfermedad puede hacernos entrever la muerte.
La enfermedad puede conducir a la angustia, al repliegue sobre sí mismo, a veces incluso a la desesperación y a la rebelión contra Dios. Puede también hacer a la persona más madura, ayudarla a discernir en su vida lo que no es esencial para volverse hacia lo que lo es. Con mucha frecuencia, la enfermedad empuja a una búsqueda de Dios, un retorno a Él.
Un sacramento de los enfermos
La Iglesia cree y confiesa que, entre los siete sacramentos, existe un sacramento especialmente destinado a reconfortar a los atribulados por la enfermedad, la Unción de los enfermos:
«Esta unción santa de los enfermos fue instituida por Cristo nuestro Señor como un sacramento del Nuevo Testamento, verdadero y propiamente dicho, insinuado por Marcos (cf Mc 6,13), y recomendado a los fieles y promulgado por Santiago, apóstol y hermano del Señor» (Concilio de Trento: DS 1695, cf St 5, 14-15).
Jesús resucita a la hija de Jairo
Evolución del rito de la Unción de los enfermos
No cabe ninguna duda de que la administración del sacramento de la Unción de los enfermos se realizó siempre conforme a un ritual, por elemental que éste fuese. Sin embargo, hasta el s. VII no poseemos ningún testimonio detallado a este respecto.
El primer documento que nos ofrece un verdadero ritual, aunque muy breve, es el Liber Ordinum de la Iglesia mozárabe española (v. 1, 2). Según el Ordo ad visitandum vel perungendum infirmum, allí incluido, el sacerdote al entrar en la habitación del enfermo le hace la señal de la cruz en la cabeza con el óleo bendecido, mientras dice:
«En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo que reina por los siglos de los siglos».
A continuación recita tres antífonas y una oración a Cristo para pedir las gracias del sacramento en favor del enfermo. Finalmente le imparte la bendición.
En la liturgia romana el rito de la Unción de los enfermos ha tenido una lenta evolución. Los rituales que aparecen a finales del s. VIII toman como base los textos del Ordo ad visitandum infirmum y del Ordo super infirmum in domo, de los Sacramentarios Gregoriano-Hadriano (Edic. de Lietzmann, n° 208) y Gelasiano antiguo (Wilson, 281-282) respectivamente, con la única adición en muchos casos de una fórmula apropiada para la unción.
Nacen así diversos ritos de la Unción de los enfermos más o menos homogéneos y, por lo general, breves y concisos. Pronto, sin embargo, y debido sobre todo a la influencia de los monasterios, estos ritos comenzaron a complicarse sobremanera con la añadidura de diversas prácticas y de nuevas fórmulas eucológicas, llegándose a extremos tales que pronto se hizo necesaria una reducción depuradora de los formularios.
Fue Cluny quien contribuyó grandemente a esto al adoptar para su uso un ritual de la Unción de los enfermos bastante más simplificado que los corrientes en la época.
La influencia de la gran abadía borgoñona se hizo sentir no sólo en sus filiales sino también en Roma y debemos decir que, aunque de manera indirecta, a ella se debió la elaboración del Ritual abreviado que en el s. XIII se incluyó en el Pontifical de la Curia Romana.
Al extenderse este Pontifical a casi toda la cristiandad latina se fue generalizando simultáneamente el citado Ritual. Alberto Castellani (1523) y el cardenal Santori (1584-1602) lo incluyeron también en sus respectivos Rituales. Cuando en 1614, por mandato de Paulo V, se redactó el Ritual Romano, vigente hasta nuestros días, se lo incorporó al mismo con pequeñísimas variantes.
Por lo que respecta al lugar o momento de su administración y a su relación a los otros auxilios sacramentales a los enfermos -Penitencia y Viático-, digamos que según consta, parece que el orden primitivo era el siguiente:
Primero se administraba al enfermo la Penitencia; luego la Unción, que se consideraba como un complemento de aquélla; finalmente, el Viático.
El rito de la Penitencia «ad mortem» se desarrollaba, de ordinario, en dos etapas bien diferenciadas y con formularios propios, a saber: la admisión a la penitencia pública, con la confesión de sus culpas por parte del penitente, en un primer momento; luego, generalmente después de un largo tiempo, la reconciliación por medio de la absolución sacramental.
La Unción de los enfermos, por lo general, se realizaba entre ambos momentos. Pero, cuando la Penitencia pública cayó en desuso y quedó sólo la Penitencia privada, todo el rito penitencial se redujo al solo momento de la reconciliación, es decir, a la confesión y subsiguiente absolución. Con ello la Unción de los enfermos quedó definitivamente desglosada del rito de la Penitencia y colocada inmediatamente después de ella. En cuanto al Viático, de ordinario se siguió administrando, como ya queda dicho, después de la Unción.
A partir del s. X este orden sufrió en algunas partes una pequeña alteración; el Viático pasó a ocupar el lugar intermedio entre la Reconciliación y la Unción. Este orden, sin embargo, sólo llegó a generalizarse hacia fines del s. XII, y a través del Ritual Romano de Paulo V se fijó, conservándose hasta nuestros días.
En el s. XX resurge una vuelta al orden anterior. Ya en el año 1950 la S. Sede concedió permiso a todas las diócesis alemanas para restablecer el uso primitivo; privilegio que en seguida se extendió a las diócesis belgas y francesas. El Vaticano II, por su parte, ordenó en la Constitución litúrgica Sacrosanctum Concilium:
«Además de los ritos separados de la Unción de los enfermos y del Viático, redáctese un rito continuado, según el cual la Unción sea administrada al enfermo después de la Confesión y antes de recibir el Viático».
Con esta disposición la mente del concilio está bien clara: volver a la praxis más antigua. Así lo hicieron la Instrucción Inter Oecumenici (26 sept. 1964), que dictaba algunas normas para la aplicación de la Constitución conciliar, y la Const. Sacram Unctionem infirmorum, que aprueba y promulga el nuevo Ordo litúrgico de este Sacramento.
Rito de la Unción de los enfermos.
En la Constitución determina Paulo VI que «el sacramento de la Unción de los enfermos se administra a Ios enfermos de gravedad ungiéndolos en la frente y en las manos con aceite de oliva o, según las circunstancias, con otro aceite de plantas debidamente bendecido, y pronunciando una sola vez estas palabras:
Por esta santa unción y por su bondadosa misericordia te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo, para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad».
La Unción debe hacerse en la frente y en las manos, aunque, caso de necesidad, es suficiente hacer una sola Unción en la frente o, por razón de las condiciones particulares del enfermo, en otra parte más apropiada del cuerpo pronunciando íntegramente la fórmula.
La Unción ha de hacerse con aceite bendecido por el obispo. En principio el aceite debe ser de oliva, pero, en aquellas regiones donde ese aceite falta totalmente o su adquisición resulta difícil, puede ser empleado un aceite de otro tipo, pero siempre obtenido de plantas.
Desde una perspectiva pastoral queremos insistir en lo que afirma el n° 73 de la Const. Sacrosanctum Concilium:
«la Unción de los enfermos no es el sacramento de quienes se encuentran en los últimos momentos de su vida. Por tanto, el tiempo oportuno para recibirlo comienza cuando el cristiano empieza a estar en peligro de muerte por enfermedad o vejez».
Si bien -como es lógico- en los casos en que el peligro de muerte se presente de modo imprevisto deberá entonces administrarse este sacramento, aunque el enfermo esté ya agonizando. El deseo de la Iglesia, y el verdadero ideal al que se debe llegar, consiste en que se administre con tiempo suficiente, cuando el enfermo esté en plena posesión de sus facultades mentales y con una preparación espiritual lo mejor posible.
Dedúcese de ahí el gravísimo error en que incurren las personas responsables del cuidado de un enfermo cuando retrasan para el último momento, cuando el enfermo carece de sentido o están muy mermadas sus facultades, el avisar al sacerdote para que le administre este sacramento.
A este respecto, se impone a los pastores de almas la grave responsabilidad y tarea de instruir a los fieles acerca de la dignidad y eficacia del sacramento de la Unción de los enfermos, para que sepan valorarlo y, en consecuencia, pedirlo oportunamente.
BIBL.: M. RIGHETTI, Historia de la liturgia, II, Madrid 1956, 879-904; VARios, La liturgie des malades, «La Maison-Dieu» 15 (1948); A. CHAVASSE, Oraciones por los enfermos y unción sacramental, en A. G. MARTIMORT (dir.), La Iglesia en oración, 2 ed. Barcelona 1967, 635-652; A. G. MARTIMORT, El nuevo ritual para los enfermos, «Phase» 74 (1973) 137-142; P. FARNÉS, Los textos ecológicos del nuevo ritual de la Unción de los enfermos, ib. 143-155; P. M. GY, Le noveau rituel romain des malades, «La Maison-Dieu» 113 (1973) 29-49; J. A. BERNARD, La catequesis de los enfermos en la perspectiva sacramentarla de la Unción, «Sinite» 8 (1967) 409-443; A. M. TRIACCA, Per una rassegna sul sacramento dell'unzione degli infermi, «Ephemerides Liturgicae» 89 (1975) 397;467 (una bibl. muy completa en todos los aspectos).